La noche de los animales heridos

Nacho Vegas actuó en la ciudad de Morelia durante más de dos horas narrando una serie de episodios íntimos, palabras tristes y acordes parsimoniosos ante un público que, aunque reducido, fue paciente y leal.

19/03/2015. Salón Arena, Morelia.

La noche es cómplice incuestionable de los angustiados.

Cuando se camina por las calles del centro de Morelia en la noche es recomendable mirar muy bien a tu alrededor, ella te premia si le prestas un poco de atención. Parece que a cierta hora, las sombras que se esconden en el día entre los resquicios de las casas comienzan a escurrirse por las paredes y el suelo para cortejar a la bonita luz que cae de las farolas viejas. Es un constante coqueteo en alto contraste, y como sus testigos, los que vagan a esas horas dejan sus historias regadas por las banquetas que serán lavadas a la mañana siguiente, las transitan cuidando de no dejar pedazos de sí mismos entre las grietas o en ocasiones más amables se congregan para formar parte de un mismo ritual, convocados por la música y los tragos amargos.

NachoVegas-Morelia-Salon-Arena-Cristina-Bustamante-art2-LVÚUn jueves 19 de marzo, luego de que el estertor del invierno se derramara por la ciudad, un selecto grupo de adeptos a las canciones inexplicables, decidieron tener una cita con un hombre de mediana edad en el Salón Arena, todos al mismo tiempo y en una misma voz. Nacho Vegas llegó esa noche para narrar una serie de episodios íntimos ante un público que, aunque reducido, fue paciente y leal. Paciente por su espera durante casi dos horas en la calle para poder ingresar al establecimiento, leal porque apenas uno de ellos se dio cuenta de que Vegas estaba observándolos desde un cubículo a lo alto del salón, todos se unieron para corear su nombre y levantar sus manos para saludarlo y darle la bienvenida.

La gente estaba emocionada, todos brindaron entre colegas en medio de una selección estratégica de temas, quizás la gran mayoría de ellos nunca se imaginaron ver a Nacho Vegas en esta ciudad, y quizás el mismo Vegas tampoco lo imaginó jamás. En un principio, cuando custodiados por un inverosímil cuerpo de seguridad llegaron los músicos al escenario y comenzaron a tocar, se alcanzó a sentir un sutil telón entre ellos y el público, pero a diferencia de otras veladas melódicas, esta vez fue el público quien terminó por ganarse a la banda.

La música sonó limpia, tanto Nacho como los músicos de León Benavente concentraron en sus instrumentos todo su lenguaje, y cada una de las canciones que se interpretaron fue coreada y vitoreada por la audiencia conmovida. Fue una noche donde los corazones afligidos no pudieron guardar silencio, las crudas e intensas letras de Vegas acompañadas de una música mucho menos violenta sirvieron de marco para una tertulia anticipada al fin de semana, de esas que te hacen despertar fresco y un poco más liviano a pesar de la desvelada.

NachoVegas-Morelia-Salon-Arena-Cristina-Bustamante-art-LVÚSe podía respirar un aire de alivio, había una sensación muy peculiar que se contenía en las paredes del salón, como una exhalación colectiva, esa noche y esa música parecían ser el pretexto perfecto para dejar que los demonios internos de los presentes se tomaran un descanso, y aunado al exorcismo emocional, hubo un momento en el que, de manera atinada y convencida, Vegas invitó a matar vampiros, “y exigir que nos devuelvan la ciudad y reparar esta tristeza desde hoy”, haciendo hincapié en que la situación política y social no está bien ni en México ni en España, mencionando a los 43 estudiantes de Ayotzinapa y recordando a las miles de personas que nos faltan.

Rumbo al final de la velada, tanto el público como los músicos estaban ya inmersos en una misma cadencia, incluso hubo un momento en que Abraham Boba estuvo a punto de tirar su teclado al piso cuando, entregado a la estridencia, se levantó de su asiento para “bailar” junto con los demás, porque sí que podríamos llamarle baile a ese intento de sacudir los cuerpos como queriendo esquivar la inevitable penetración de los versos en el pecho.

Después de dos horas ininterrumpidas de palabras tristes y acordes parsimoniosos, el concierto terminó con un público que solicitaba más melancolía compartida con vocerío y aplausos. Los músicos salieron a complacer a la audiencia con un par de canciones más para luego retirarse definitivamente sonrientes, satisfechos con la velada. Los espectadores fueron dejando el salón a cuentagotas, negándose un poco a la idea de que aún existía un día siguiente, pero a fin de cuentas, contentos y cantantes. Esa noche se reunieron los que alguna vez se han cansado de sí mismos para tener un breve encuentro entre ellos, para beber y cantar juntos, para escuchar más allá del eco de lo cotidiano, para disfrutar con Nacho Vegas en su ciudad. Esa noche se escribió un capítulo en el Elogio del desaliento o de cómo hacer crac.

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Fotos: Cristina Bustamante.


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Un comentario

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  • Víctor L. Briones
    27 marzo 2015 at 12:16 pm - Reply

    Es una de las cosas que tengo pendientes en mi vida, ver a este hombre en concierto. Supongo que algún día lo haré.

    Muy buena crónica…

  • 336x280ad

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