Nevsky Ediciones apuesta por el steampunk y sus futuros alternativos

Las dos antologías editadas por Nevsky ofrecen un acercamiento a la psicología de las masas alienadas, un ensayo sobre las injusticias sociales y culturales, un balcón para asomarnos a todas nuestras ciudades fracasadas.

Aunque este género ya empieza a sonar incluso entre los lectores no habituales de fantasía científica, su cuna y sustento, sería oportuno preguntarse ¿qué es el steampunk?

“Se trata de un subgénero larvado dentro de la ciencia ficción que salió a la luz en los años ochenta, consistente en historias que muestran un futuro alternativo presidido por la extinta ciencia del vapor”.

En esta cita, extraída del prólogo de uno de los dos libros que aquí comento, Steampunk: Antología retrofuturista, escrito por Félix J. Palma, queda muy claro lo que es este género, también denominado Retrofuturismo. El otro título es Retrofuturismos. Antología Steampunk, colección a cargo de Marian Womack. Las dos aparecidas en la colección Fábulas de Albión de Nevsky Prospects. Ambas suponen una magnífica avanzadilla desde la que comenzar a explorar todo lo que el género puede aportarnos.

Porque esta manera de entender la ciencia ficción y de contarla está hoy muy en boga. Es una narrativa que se muestra como el molde ideal para insertar inquietudes actuales en épocas y sociedades inventadas que comparten con la nuestra el estar inmersas en una crisis continua. Disfrazar las problemáticas de hoy con trajes de otras épocas nos hace alejarnos de ellas y poder percibirlas con más nitidez e incluso, a pesar del componente ficcional, con más claridad y objetividad.

Los tintes distópicos y de inconformismo que tan bien admiten los relatos retrofuturistas hacen que muchos autores se hayan apuntado a esta estética e insertado sus inquietudes en sus temas y lugares comunes. Este es para mí el gran mérito y la principal baza del género: bajo la piel de ligereza y de relato menor, casi pulp, habita una posibilidad casi infinita de análisis y crítica social. Es un tipo de narrativa que permite denunciar las grandes desigualdades sociales que hoy definen nuestra realidad, pero al hacerlo con un estilo ágil, lleno de acción y aventura, entra mejor en las mentes hiperestimuladas del ser humano medio. Esto hace que el espectro de lectores que pueden acercarse a este género sea muy amplio. Por eso recuperar y fomentar este tipo de obras como hace Nevsky es todo un acierto editorial.

Steampunk_Portada_Grande-LVÚ-artEsta intención de fertilizar el panorama literario nacional se ve claramente en el primero de los volúmenes, Steampunk: Antología retrofuturista, en el que se pidió a una docena de narradores que escribieran un relato que se pudiera insertar en el mundo de tecnología victoriana, tuercas, autómatas, vapor y deterioro social que caracteriza al género. Esta antología que apareció allá por el 2012 “abrió la veda” del interés por estos relatos que a día de hoy no sólo no ha decaído, sino que va en aumento.

En este primer volumen hay algunas historias muy meritorias como “El arpa eólica”, en el que Óscar Esquivias nos lleva de la mano de un tono divertido y desenfadado a introducirnos en la mente enloquecida de un personaje mezcla de Jack el Destripador, Dr. Frankenstein (tema y personaje recurrentes en el género) y un virtuoso músico enloquecido. En “Prisa”, envuelto en una ambientación idílica e idealizada de seres humanos que conviven en armonía sociocultural, se nos presenta un argumentario de pros y contras de la tecnología; porque pensar no tiene por qué ser una actividad ardua y en este relato queda demostrado. En “Gringo Clint” tenemos de nuevo el tema del moderno Prometeo pero revestido con la estética y los paisajes del far west y con unas gotas de lucha obrera y terrorismo anarquista. Sí, como han leído, y con un resultado de lectura entretenida, fluida y con un poso de tiste reflexión sobre la inmortalidad. En este primer volumen quiero destacar también “Flux”, con un personaje al que yo le dedicaría una saga completa: Cachirulo, un engendro mecánico muy particular que come camarones, es un experto jugador de cartas y fuma puros. En este relato destaca la portentosa ambientación y el ritmo típico de la narración de aventuras clásica, muy conseguido por su autor Fernando Royuela.

Es precisamente esa ambientación uno de los puntos fuertes de estas dos antologías. En general la mayoría de relatos resultan evocadores y eso ya es un punto a favor de su lectura. La calidad literaria es irregular, pero el conjunto sale airoso porque ofrece una sucesión de experiencias sensitivas que en ocasiones se alinean con historias y personajes muy atractivos. Los pocos puntos negros se pueden perdonar porque el sabor de boca (y la curiosidad despertada) que queda es excelente y muy fresco. Se trata de dos obras que dejan esa sonrisa de complicidad en el rostro y que hacen que uno se movilice para buscar más sobre los autores que participan. Tenemos pues aquí otro mérito de estas dos antologías: el descubrimiento de nuevas voces narrativas.

El carácter balsámico de estos relatos steampunk, al igual que sucedió con la crisis espiritual tras la revolución industrial que hizo alzar la literatura de terror como huida de la realidad, nos ayuda a tolerar la revolución tecnológica o eso que llaman globalización. De ahí la gran cantidad de historias que hablan de desigualdades sociales y del antiguo dilema del hombre enfrentado a las implicaciones de sus propias creaciones. El que esta disyuntiva se presente hace que nos identifiquemos con más facilidad con estos cuentos fantásticos a pesar de la aparente lejanía de sus mundos imaginados; pero, si nos paramos a pensar, cada elemento que aparece puede tener su trasunto en nuestra vida cotidiana.

En el fondo, esta corriente de la literatura es un acercamiento a la psicología de las masas alienadas, un ensayo sobre las injusticias sociales y culturales, un balcón para asomarnos a todas nuestras ciudades fracasadas. El tono de distopía irónico o cínico que impregna muchas de las historias no es casual sino fruto de la época que vivimos, de la que no notamos sus consecuencias ni su capacidad de erosionarnos. El steampunk pierde un poco el carácter anticipatorio de otras corrientes de la literatura de ciencia ficción para hablarnos de nuestro presente a través de un falso viaje a un pasado arrasado o, al menos, muy distinto del oficial. Estos relatos son como el agua helada que por la mañana nos despierta, como ese café que nos revive, como el primer golpe de aire congelado que recibimos al salir a la calle: desagradable a veces, pero muy necesario porque nos abre los ojos y nos obliga a mirar el suelo que pisamos.

Retrofuturismos_cover-LVÚ-artLos ambientes atractivos y el componente crítico están de nuevo presentes en el segundo volumen: Retrofuturismos. Antología Steampunk. En el epílogo, Marian Womack, nos señala que para ella es más importante incluso el componente punk: esa vocación crítica que recorre como una veta de brillante mineral todos los relatos de la antología. También desenmascara a los autores presentes en esta segunda recopilación, aparecida en el 2014, y nos habla del truco que emplean para ocultar tras un supuesto tono nostálgico y escapista esas “otras ansiedades más modernas, salpicando sus obras de frustración social, a la vez que mantienen cierta apariencia de victorianismo oscuro pero divertido”.

En esta segunda recopilación despuntan algunos por encima de los demás y, como ocurría en el primer volumen, son más los relatos que poseen algún mérito que los prescindibles. Algo que es normal a la hora de seleccionar historias en un género no mayoritario y que aún se está desarrollando. Aun así, como decía, el resultado es interesante y motivador, incita a querer conocer más sobre el género y los autores y a mí me ha dejado incluso con ganas de una tercera recopilación.

En este conjunto de quince relatos quiero destacar “La cicloteca de BubbleLon” de Sofía Rhei (quien tiene publicadas otras obras en esta editorial como la serie de aventuras del pequeño James Moriarty); relato redondo que contiene dos personajes con los que se empatiza por igual y al instante —la ciclotecaria y el técnico de mantenimiento—; que nos lleva con habilidad a través de temas que podrían ser problemas de hoy pero que se insertan en un Londres postapocalíptico aunque muy cívico. Esta narración tiene unos tintes poéticos que a mí me han recordado al mejor Bradbury.

Un poco por debajo, pero también de meritoria factura, están presentes relatos como “Biocronografía del salto lateral: el teorema de Aub” de Guillermo Zapata Romero, una ucronía donde personajes conocidísimos de nuestra historia hacen todas las barbaridades que al autor se le ocurren. “Tiros a la barriga”, otra revisión de nuestra historia donde la maquinaria retrofuturista se mezcla con un golem patrio y la tramoya de historias de brujería y chamanismo. “Berlín Mechanical Men”, relato pesimista que a mí me hizo recordar a Robin Hood pero en versión punk.

Como punto negativo en este volumen cabría mencionar ciertas irregularidades menores en la maquetación que en ocasiones dificultan la lectura. Pero en general, como lector habitual de ciencia ficción, el descubrimiento de Nevsky (aconsejo transitar su catálogo lleno de joyas de género como El lunes empieza el sábado de los hermanos Strugatski y de otras obras traídas de la literatura británica y rusa) ha supuesto una alegría y una ilusión. Porque tienen un proyecto editorial interesante, dos recopilaciones de relatos que hacen que los no habituales de estos géneros puedan entrar y disfrutar desde el primer momento y una promesa de futuro que me hace confiar en lo nuevo y diferente que está pasando bajo la piel de los monstruos editoriales en el mercado literario español.

El steampunk es “el subgénero perfecto para albergar la semilla de la rebelión”. Por algún lado hay que empezar a rebelarse, puedes hacerlo por estas dos antologías.


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