De Mendelssohn a Sílvia Pérez Cruz: Diálogos en torno al folclore

El programa giró en torno a cuatro obras de tres compositores de distintas épocas y regiones, Mendelssohn, Nielsen y Gasull, quienes exploraron, recuperaron o reivindicaron, en las obras aquí elegidas, el folclore de sus propios países e incluso el de otros, de una u otra manera y por diferentes razones.

Dentro de los ciclos de conciertos que ofrece la OCNE (Orquesta y Coro Nacionales de España) en el Auditorio Nacional en Madrid, el número 14 de la serie “Diálogos”, que se celebró los días 1, 2 y 3 de marzo, fue un evento que recordaremos, entre otras cosas, por la mágica presencia de Sílvia Pérez Cruz en el escenario. El programa giró en torno a cuatro obras de tres compositores de distintas épocas y regiones, Mendelssohn, Nielsen y Gasull, quienes exploraron, recuperaron o reivindicaron, en las obras aquí elegidas, el folclore de sus propios países e incluso el de otros, de una u otra manera y por diferentes razones. Como bien dice la presentación de este interesante ciclo de conciertos, el diálogo nos ofrece posibilidades de gran riqueza musicológica: la oportunidad de interrelacionar determinados compositores, así como sus respectivas composiciones, desde la evidencia objetiva y también desde la relación entre opuestos”. De esta manera, en grupos más o menos temáticos, han transcurrido ya casi una quincena de conciertos de un total de 24 de lo que va de la temporada 2012/2013.

Josep Pons

Josep Pons

En esta ocasión, el director Josep Pons, nacido en Puigreig en 1957, guio a sus músicos a través de, primero, Las Hébridas, obertura en si menor, opus 26, también conocida como La gruta de Fingal, del compositor alemán Felix Mendelssohn-Bartholdy (1809-1847), un poema sinfónico que hace alusión a una gruta ubicada en la costa de Escocia que lo impresionó durante un viaje que hizo a este país británico en 1829; una experiencia que también influiría en la realización de su tercera sinfonía a la que se le ha dado el nombre de, precisamente, Sinfonía Escocesa, que también se interpretó en este concierto. La cueva en cuestión ha sido fuente de inspiración para muchas personas que la han vislumbrado como una especie de catedral natural, una reminiscencia debida a la disposición que han conformado unas monumentales columnas basálticas de 11 metros de altura y 60 de profundidad, que el mar ha ido alisando en su parte inferior, mientras que la parte superior conserva su rugosidad. En gaélico se le conoce a esta majestuosa creación de la naturaleza con el nombre de “Uamh-Binn”, que significa «gruta de la melodía”, ya que el eco que se produce dentro se ve enriquecido y magnificado por una serie de efectos naturales propios del lugar. Es normal, entonces, que un compositor veinteañero como Mendelssohn se quedara atónito ante semejante presencia. Esta obertura, que a pesar de su apelativo es una obra independiente que no tiene continuidad ni está situada en otra obra mayor, describe principalmente dos estados: la bella, solitaria y solemne cueva, y el incesante movimiento del mar; es decir, una quietud cautivadora y evocadora que se ve perturbada por los incesantes y furiosos golpes de las olas del mar. Esta pieza es una embelesadora y sugerente descripción de un ambiente específico, como si de una pintura paisajística se tratara; un recurso recurrente y distintivo de muchos compositores románticos del siglo XIX.

La gruta de Fingal, gruta de la melodía

Enseguida se interpretó un estreno absoluto, Tonades, del compositor barcelonés Feliu Gasull (1959), para orquesta, guitarra y voz. El propio compositor ejecutó la guitarra y en la voz tuvimos el privilegio de escuchar a la talentosa Sílvia Pérez Cruz, una chica que está dando mucho de qué hablar en lo que pinta ser una carrera muy prometedora. La nacida en Palafrugell en 1983 se acercó a la partitura de una manera que ya se empieza a reconocer como un estilo personal y único para cantar. Tonades, una obra encargada por la propia OCNE, es una suite sobre diez canciones campesinas que reflejan diversas facetas del trabajo en el campo, como la labranza, la recolección, el

Feliu Gasull

ordeñado del ganado, etc. Folclore que procede de Valencia, Mallorca y Cataluña; es decir, de una buena parte de la cuenca mediterránea, los parentescos con la música árabe son perfectamente distinguibles. Feliu Gasull sitúa Tonades al lado de obras como las Siete canciones populares de Manuel de Falla, compositor andaluz que también miró hacia su folclore. Esta pieza abarca amplios registros, de pasajes oscuros a otros más luminosos, de compases que avanzan lento a otros que se van abriendo paso a empellones. Dentro de las complejidades de la partitura se requiere que la intérprete que ejecute la parte vocal tenga capacidades de improvisación, de ahí que la participación de Pérez Cruz en esta obra resulte considerablemente obvia debido a su ya intenso e impresionante curriculum (esta chica ha cantado habaneras, rumba, flamenco, jazz, y en su disco solista lo hace con temas gallegos tradicionales, bossa nova, samba, y otros tantos géneros populares). Durante la interpretación de Tonades, era un tanto curioso ver a una artista como Sílvia, que viene de un ambiente no clásico, en un escenario rígido como el Auditorio Nacional. Su actitud era relajada y cercana, casi se podría decir hasta risueña, en contraste con el hieratismo acostumbrado de los músicos de academia (éstos han sido educados en el Conservatorio como máquinas para ejecutar música). Era informal con respecto a los protocolos clásicos y teatrales. No ocultaba sus sentimientos al cantar: si la melodía era triste ella estaba triste, si era alegre estaba alegre. Si no cantaba, escuchaba a la orquesta y movía su cuerpo paralelamente a las cadencias de los demás instrumentos. Se notaba que lo vivía, que lo pasaba bien (el compositor se veía visiblemente entusiasmado también, sobre todo en las partes más vibrantes y enérgicas de la pieza, cuando su creación se levantaba por encima de nuestras cabezas). Esta actitud natural era del todo honesta y transparente y, de hecho, fue el elemento clave para darle a la pieza las directrices y los matices que precisamente el compositor busca: un encuentro entre lo popular y lo culto. Sí: Gasull cumplió con su cometido.

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Carl Nielsen

Luego del descanso, la Orquesta Nacional de España interpretó el Concierto para flauta y orquesta de Carl Nielsen (1865-1931), quien podría ostentar hasta ahora el puesto de mejor compositor de Dinamarca. Nielsen vivió en una época de transformación, renovación y evolución de la percepción de lo que se entendía como música y por eso, a grandes rasgos, se puede decir que la obra de Nielsen combina tres elementos: el folclor de su país, las exploraciones tonales tan en boga en el momento (desarrolló una técnica denominada como “tonalidad progresiva”, en donde un movimiento comienza en una tonalidad y se va desplazando hasta finalizar en otra), y los modelos del clasicismo (la influencia de Mozart es clara). Nielsen concibió esta obra dentro de una serie de cinco que iba a dedicar a cada uno de los solistas del Quinteto de Viento de Copenhague pero sólo llegó a escribir el del clarinete y el que nos ocupa antes de morir a los 66 años. Por su parte, la flautista valenciana Juana Guillem, que ha estado ejerciendo en la ONE desde 1982, fue la solista encargada de recrear el tono pastoril y etéreo que Nielsen otorga a este instrumento de viento ya que el danés consideraba que el espacio natural de la flauta era el de la Arcadia (ese país idílico y verde que los poetas imaginaban en la antigua Grecia).

Juana Guillem

Juana Guillem

Por último, Josep Pons y la ONE atacaron de lleno con la Sinfonía núm. 3, en la menor, opus 56, “Escocesa, de Mendelssohn, quien tardó unos diez años en dar por finalizada. Los cuatro movimientos de la obra, que deben ser interpretados sin interrupción, están relacionados por el lóbrego motivo inicial, escrito bajo el influjo de las ruinas medievales que Mendelssohn contempló en Escocia y que, como ocurrió con Las Hébridas, se basa en los compases que el compositor bosquejó en el propio escenario. Las referencias folclóricas las dibuja el clarinete sobre la continua movilidad de la cuerda y en el enérgico cuarto movimiento, Allegro guerriero, resuenan los motivos bélicos que el paisaje y las tradiciones escocesas despertaron en el imaginario del alemán. La sinfonía culmina con el pasaje inicial del primer movimiento que reaparece triunfal. Un monumento.

Los ciclos de conciertos que programa el Auditorio Nacional no son sólo una selección de música de lo más disfrutable, sino una estupenda oportunidad para ampliar nuestros conocimientos y profundizar en nuestros sentimientos.

A la OCNE se le puede seguir la pista a través de su página web, en la página del Auditorio Nacional de Música y en varios programas de Radio Clásica.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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