ENRIQUE NERY. Toda una vida

Un recopilatorio para una vida dedicada al jazz.

Enrique-Nery-LVÚAños antes, Enrique Nery (Ciudad de México, 1945 – ibídem, 2014) ya había sufrido un colapso debido a la insuficiencia renal que padecía, quedando en coma algunas semanas. Pero volvió en sí y continuó haciendo lo que mejor se le daba: tocar el piano. Eso hasta este 23 de febrero, día en que sus problemas de salud terminaron definitivamente por vencerle, muriendo con 69 buenos años.

Su última referencia discográfica fue Toda una vida (Xquenda, 2011), un recorrido desde el presente hacia el pasado de lo más destacado de una trayectoria integrada por alrededor de una decena de álbumes, celebrando así sus cincuenta años como músico. Lo comento aquí a modo de homenaje.

De los dieciocho temas que contiene Toda una vida, el único inédito, escrito para la ocasión, es precisamente el que le da título al recopilatorio, una pieza contenida, en paz, introspectivamente expresiva, nostálgica, sincera y honesta, que sirve como una reflexión musical sobre su gran amor: la música.

Desde esta hasta el sexto corte, asistimos a una primera parte intimista y exquisita en la que el piano es el gran y único protagonista, a excepción de la inspiradísima, romanticona y ensoñadora “And then… the music”, extraída de ¿Quién eres tú? (2008), en la que, de manera soberbia, participa Aarón Cruz al contrabajo entablando un diálogo en perfecta armonía. Redonda composición que pareciera un hermoso sueño.

“Thought to Mariana”, amoroso tema con cierto temor por la fragilidad escrito para su hija antes de que naciera, y “Vals antiguo (como ayer, como hoy)“, cercana al impresionismo, son dos piezas recogidas de Piano a solas (2009) que acompañan muy bien la soledad de uno y la soledad compartida.

De Solo Sessions (2002) encontramos dos cortes: “Amaranto”, que se llama así en alusión a esta semilla tan mexicana (usada por ejemplo en las alegrías, uno de nuestros dulces más representativos), semilla que en 1985 llevara al espacio exterior el astronauta Rodolfo Neri Vela, el primer mexicano en realizar un viaje más allá de la atmósfera terrestre; es una pieza no tanto espacial como sí, en cambio, dinámica e incluso con momentos de intensidad. Y “Choro II” que, como así ocurre con otros temas, se encuentra a medio camino entre el jazz y la música clásica. Está dedicada a Francisco Galindo, quien fuera dueño e impulsor del mítico Arcano, un club de jazz defeño que entre 1988 y 1996 acogió a las más grandes personalidades del jazz mexicano y allende. El Arcano fue “una especie de laboratorio en el que se gestaron innumerables proyectos”, comentó de Nery al respecto.

A partir de “Paliacate”, “Piolín” y “Cabeza de caballo”, las tres de Ambiance (2001), el álbum ofrece un recorrido más activo, complejo y rico en texturas, ya que son cortes registrados con banda al completo. La primera, colorida y caleidoscópica, está dedicada al levantamiento del EZLN. La segunda se puede hasta bailar debido a ese ritmo brasileño que levanta los ánimos y acompasa caderas. La tercera, una especie de aventura onírica, está titulada así en homenaje a esa famosa escultura amarilla que todo aquel que haya transitado alguna vez por Paseo de la Reforma habrá visto, realizada por Enrique “Sebastián” Carbajal.

De Mexicanista (2001) se incluye sólo “Guadalupe“, un “huapanguito contemporáneo” -como así la ha llamado el propio autor- dedicada al poblado zacatecano de este nombre, estado del que proviene la familia Nery, quienes se han dedicado a la música al menos desde hace tres generaciones. Aquí destaca la intervención de Ernesto Cortázar en la guitarra eléctrica.

Contrastes (1994), probablemente el álbum más logrado de Nery, es el disco con más representación en este recopilatorio, con cuatro temas de nueva cuenta a piano solo: “Choreando”, en honor al pianista carioca Luiz Eça, es una melodía basada en el género brasileño conocido como choro, que Nery ejecuta brillantemente. “Minas y cantera“, que también está dedicada a Zacatecas y a sus padres ya que durante un tiempo esta era la única realidad de la región, es una pieza versátil en la que, por un lado, se mantiene un parte rítmica constante, y, por encima, un inteligente y estimulante desarrollo melódico. La reivindicativamente mexicana “Tres jinetes“, pieza que por momentos se crece al grado de rozar las nubes, hace alusión a tres generales revolucionarios que tuvieron gran impacto en Zacatecas: Francisco Villa, Felipe Ángeles y Pánfilo Natera. Y la juguetona “Birdie”, de alma tan juvenil que resulta difícil no sonreír durante la escucha.

De Perseverancia (1992), grabado a dúo junto al guitarrista Cristóbal López, Cris Lobo como se hace llamar artísticamente (“en mi opinión, en el territorio del jazz, el mejor guitarrista que ha dado nuestro país en los últimos 30 años”, según declaró Nery), se recuperan dos estupendas composiciones, “Danza de las ballenas”, en la que uno casi puede imaginar una imposible coreografía bajo el agua, y “Tumbaíto”, donde parecieran casi retarse uno a otro, muy lanzados ambos.

En la recta final, se agradece la intención de “Tricolor”, de From Mexico to the world (1991), en la que se describen musicalmente tres etapas del país (Revolución, ocupación francesa y México contemporáneo), pero el resultado es irregular, en buena medida debido a, como así le ocurre a otros temas, una producción pobre, enlatada y hasta de dudoso gusto. Otra “envoltura” le hubiese hecho más justicia.

Finalmente, “Canudos”, de su primer álbum The new mexican sound of Enrique Nery (1983), está inspirada en la novela utópica La Guerra del Fin del Mundo (1981) del Nobel Mario Vargas Llosa. Es una pieza veloz, hija de su época y en la que los intérpretes no se cansan de realizar suertes.

Perteneciente a una generación que hoy es ya una vieja guardia en vías de extinción, usando frecuentemente mitones en sus manos, de acento chilanguísimo, chorero y no sin algo de autosuficiencia, enfocado entre el conservatorio y el jazz, empleando en su música elementos vernáculos y prestados del extranjero, respetado y admirado por compañeros de profesión y melómanos, sin haber recibido la atención que merecía ni en México ni fuera, Enrique Nery es ya un capítulo cerrado de la historia del jazz de nuestro país.


Artículo publicado originalmente en Satélite Media.

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