GIACOMO PUCCINI. Manon Lescaut [dir. Plácido Domingo; con Andrea Bocelli y Ana María Martínez]

La música de "Manon Lescaut" es de una fuerza emotiva tal que una vez entra en ti jamás su esencia te abandona.

Manon-Lescaut-portada-DECCA-LVÚDesde hace tiempo que Plácido Domingo mantiene una estrecha y especial relación con el Palau de les Arts y la Orquesta de la Comunidad Valenciana. En el Palau ha dirigido cinco óperas y alguna zarzuela. La última fue Manon Lescaut (1893) entre el 9 y 27 de diciembre del 2014. Antes de estas funciones —que estaban originalmente programadas para enero 2014 pero que fueron canceladas porque se estaba desprendiendo el trencadís de la fachada del edificio construido por Santiago Calatrava— se realizó esta grabación para la DECCA con la Orquesta de la Comunitat Valenciana y el Coro de la Generalitat Valenciana.

Difícil determinar qué fue mejor, si la grabación o las funciones, ya que ambas presentan virtudes y defectos según los aspectos en los que nos detengamos. Quizá hubiese convenido que primero se desarrollasen las funciones antes que la grabación y no al revés, considero que así el sonido registrado hubiese tenido mayor recorrido y por tanto mayor convicción, sobre todo en lo que se refiere a la dirección orquestal de Domingo, quien aún no logra tomar las riendas con precisión, hecho que en las funciones fue evidente por momentos e incluso a ratos algo incómodo para los cantantes. No obstante, el mítico tenor-barítono, indagando en una faceta que le permita dilatar su brillante carrera como cantante (él mismo encarnó el rol titular masculino de esta ópera varias veces, incluyendo un inolvidable montaje de 1980 junto a Renata Scotto en el Met), también ofrece chispazos de su entrañable personalidad y en la grabación plasmó una dirección correcta en términos generales, e incluso más equilibrada que la de las funciones a pesar de haberse grabado antes, lógico puesto que en una grabación se pueden rectificar errores.

Si bien varios cantantes secundarios aparecen tanto en la grabación como en las funciones, los papeles titulares del CD, es decir, Andrea Bocelli (Des Grieux), Ana María Martínez (Manon) y Javier Arrey (Lescaut), no fueron los mismos de las funciones, sustituidos por intérpretes menos conocidos pero más apropiados para escenificar el drama en cuestión: Rafael Dávila (Des Grieux), María José Siri/Olga Busuioc (Manon) y Germán Olvera (Lescaut), siendo éste último el único que logró escalar posiciones con respecto al CD, donde ejecuta dos papeles muy pequeños (el posadero del primer acto y el sargento del tercero), a diferencia de las funciones en las que encarnó un papel principal, resultando ser además uno de los más convincentes.

El primer acto de la obra es vívido y fresco, una oda a la juventud, totalmente al otro extremo de lo que es el último acto, más bien sofocante y tristísimo, reflejando a la vez la agónica muerte de Manon, la desesperación de Des Grieux por no poder salvarla y el éxtasis amoroso de los desdichados amantes entregados y correspondidos, mortal y dulcemente.

La primera voz que escuchamos tanto en el CD así como también lo fue en las funciones en el Palau es la del tenor Matthew Peña como Edmondo. En directo se le escucha poco y su timbre no se puede decir que sea especialmente bonito (en cambio, sus movimientos en escena gustan), sin embargo Puccini escribió una música tan atractiva para este personaje que terminamos complacidos.

Por su parte, Bocelli a veces se queda corto de voz pero en cambio lo compensa con su apasionada manera de sentir la música. El tenor tiende a conmover más profundamente cuanto más se expande emocionalmente la orquesta, entregando lo mejor de sí; por el contrario no se le siente tan hábil en las partes más demandantemente rítmicas y en algunos recitativos, si bien no se le va de las manos tampoco.

Su compañera, la soprano puertorriqueña Ana María Martínez, tiene una bonita voz, de esencia dulce y enternecedora, sus arreglos son bellos como tirabuzones cuando desciende a las notas graves aunque es éste el registro que le da más problemas, donde se le nota más forzada. Pese a todo a mí me convence.

Puccini reservó las partes más sublimes a los encuentros entre estos dos amantes, Des Grieux y Manon, un embeleso que se tatúa en el alma.

La línea “Manon Lescaut mi chiamo” (“Manon Lescaut me llamo”) se repite tres veces (todas en el primer acto), una en boca de Manon, dos en Des Grieux. Esta línea es uno de los puntos de inflexión más importantes y hermosos de la obra porque es precisamente el símbolo del nacimiento del amor y el primer acercamiento de la pareja, unión que les llevará a un destino trágico que jamás imaginaron. Des Grieux la ama desde el principio pero Manon sólo se entregará por completo cuando compruebe en el tercer acto que él se mantiene fiel a su lado a pesar de que Manon lo abandonó en el segundo acto tentada por una vida de lujos con Geronte, el ricachón que la pretende, y de las funestas circunstancias que la embarcan al exilio (acusada de prostitución, venganza de Geronte cuando descubre a los amantes hablando de amor), bien pudiendo Des Grieux olvidarse de ella y seguir viviendo su vida por su cuenta. Sólo entonces, en el tercer acto, el de las prostitutas siendo deportadas, los amantes son el uno para el otro completamente. Será por poco tiempo ya que ella desfallece de cansancio en el último acto, muriendo en un desierto de los Estados Unidos donde fueron a parar luego de varias desgracias. En este último acto tanto Bocelli como especialmente Martínez (quien ahonda mucho más en el dolor que Siri) se lucen de manera brillante y ya sólo por este dueto final de altísimo nivel merece hacerse con el disco, aunque por supuesto hay más motivos para ello.

Javier Arrey es un Lescaut logrado y en ocasiones brillante pero me quedo con Olvera porque es un barítono más oscuro y arrojado que Arrey, más apropiado para el ambiguo y tosco personaje que dan vida, ya que hay que tener en cuenta que Lescaut prácticamente prostituye a Manon, su hermana (en la novela de Abate Prévost en que se basa el libreto este aspecto es mucho más notorio que en la ópera, donde se queda en una lectura discreta y no tan perceptible); sus intenciones son más opacas de lo que aparenta.

Difícil elegir un Geronte porque tanto como Maurizio Muraro en el CD como Stephen Milling en las funciones en el Palau lo hicieron de maravilla, mostrando equilibrio y solvencia. Bravo para los dos.

Llama la atención la presencia de varios cantantes del Centre del Perfeccionament Plácido Domingo, algo así como la cantera del Palau de les Arts. En la grabación se hayan Mariam Battistelli, una mezzosoprano de orígenes africanos que canta el madrigal del segundo acto, bella voz pero levemente insegura (en la grabación), no obstante en las funciones lo hizo mucho mejor, evolucionó; el tenor Valentino Buzza como el farolero en el tercer acto es un diminuto papel con una música extraña, bizarra, me encantó; Francesco Salvadori como el capitán del tercer acto es una voz profunda y cruel, me he descubierto interpretando este papel (y el del Sargento) en mi día a día; el tenor David Astorga como el maestro de baile del segundo acto consigue otorgarle personalidad jocosa y entrañable a su personaje; y el propio Germán Olvera, cantante mexicano de quien ya he dedicado unas líneas.

La calidad de esta grabación en ocasiones deja que desear, da la sensación de que los volúmenes no están del todo bien ecualizados, hay detalles, ruidos, que entorpecen un poco la escucha e incluso en un momento se percibe como un murmullo que quizá lo haya emitido el propio Domingo.

Como ya se ha escrito, la dirección orquestal es irregular con momentos de chispa. En cuanto al Intermezzo, creo que Domingo logró extraer pasajes más inspirados en las funciones que en el disco. Aun así se encuentra lejos de conseguir igualar una dirección como la de, por ejemplo, James Levine, una lección de vértigo emocional en toda regla. Cuando uno escucha estos pasajes instrumentales de semejante arrojo pasional en las óperas de Puccini, se echa de menos que el compositor no hubiese visitado más a menudo el formato sinfónico como tal.

En Manon Lescaut Puccini ya empieza a ser de forma muy notoria el magnífico compositor que terminaría siendo, un experto manipulador de las emociones, ese que quería hacer llorar al público y que lo conseguía. Manon fue su tercera ópera, todavía de juventud, y su primer gran éxito. La obra goza de un ritmo ágil y posee un gran sentido teatral. La parte musical ciertamente sirve al drama. Se perciben influencias rossinianas, ecos de Donizetti, pasajes clasicistas y destellos de verismo (alucinante el cuarteto de cuerdas que se haya sobre el escenario afinando sus instrumentos antes de ejecutar el minueto en el  segundo acto), todo ello incluyendo por supuesto el conmovedor sello propio de Puccini (esas inspiradoras cuerdas anchas) está expuesto de manera franca y orgánica, consagrándose a lo que demanda la obra y a explotar sus posibilidades escénico-dramáticas.

Quizá el argumento peque de frívolo (la propia novela de Prévost lo es) pero lo cierto es que la música de Manon Lescaut es de una fuerza emotiva tal que una vez entra en ti jamás su esencia te abandona. Enorme Puccini.


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