OCTOBER EQUUS QUARTET. Isla Purgatorio

A veces geométrico, otras, en cambio, visceral como lo puede ser un animal herido retorciéndose de dolor, "Isla Purgatorio" es un cuasi conceptual álbum de intenso, inteligente, propositivo y a ratos oscuro alcance.

October-Equus-Quartet-Isla-purgatorio-portada-LVÚDespués de cuatro discos de estudio a nombre de October Equus, llega Isla Purgatorio (Clamshell Records/OctoberXArt, 2013) en el que se agrega al final del nombre el calificativo Quartet porque, como ellos mismos aclaran, esta formación es una fractalización del grupo original, una diferenciación que surge por la necesidad de practicar un sonido más jazz-rock y menos, como así habían venido haciendo, rock de cámara. Aunque en el fondo la esencia es casi la misma, en October Equus Quartet hay un margen más abierto a la improvisación, apartando todavía más las imposiciones. Sin embargo, la etiqueta jazz-rock se queda corta ya que en este álbum también se conjugan elementos del progresivo, la experimental, el free jazz e incluso ciertos matices de la música ambiental.

La única modificación en la alineación con respecto a la última referencia discográfica de October Equus, Permafrost (OctoberXArt, publicado también durante el 2013), es la ausencia del tecladista Víctor Rodríguez (además recurrente autor o co-autor) por la inclusión del saxofonista Alfonso Muñoz (miembro también de Outerzone, IED8, B.I.B., entre otros). Se mantienen tanto Vasco Trilla en la batería, Amanda Pazos Cosse en el bajo, como por supuesto Ángel Ontalva en la guitarra y en la composición.

Luego de una retorcida y lóbrega introducción en la que parece oírse el lamento de un monstruo, el cuarteto expone de lleno sus cartas en “Neutoma”, donde inmediatamente se muestran auténticos, solventes y dinámicos. Los cambios de ritmo estimulan y la ejecución engancha. “Totems” confirma esa vertiente jazzística con trasfondo progresivo que tan bien han sabido incorporar en esta aventura. Si bien sus composiciones pudieran ser no tan fácilmente digeribles a oídos que han explorado poco, lo cierto es que la propuesta, aunque compleja y poco convencional, se disfruta mucho y no se hace pesada, al grado de que se logran geniales simbiosis entre formas diferentes de entender el jazz como así ocurre claramente en “Sin permiso” (uno de los grandes aciertos del álbum). En ésta, el October Equus Quartet incorpora, sin que resulte chocante, una sesión de free jazz en mitad de un desarrollo más bien melódico y rítmico a lo jazz-progre. Isla Purgatorio es un nutritivo alimento que no llega a saturar.

La pieza que da título al disco apenas supera el minuto de duración, dando vueltas a nuestro alrededor como si de pronto se le hubiese escapado a Ontalva de su mente. En cambio, “Nocturno” es quizá el tema más denso y tenso del set. Posee cierta cualidad cinemática y en él habitan algunas abominables criaturas. En “Medusa” presenciamos un diálogo/enfrentamiento entre el saxo y la guitarra, complementándose o retándose. Exhiben un dotado despliegue técnico. Si bien “Arena negra” pudiera ser la composición más cuadrada y casi hasta matemática del repertorio, funciona en equilibrio con el resto del álbum.

En el tramo final ya suena “Euryale”, esa hierba que recibe su nombre a partir de una de las tres gorgonas de la mitología griega, lo cual nos hace sospechar una posible relación con el tema “Medusa”, pero al no hallarse una referencia a Esteno, la tercera furia hermana, sólo nos queda descartar la posibilidad. Muñoz aquí subraya esta otra faceta en la que ha derivado el October Equus. Por último, “La ofrenda” es un posesivo malabarismo en el que todos participan atinadamente y donde intuimos ciertas influencias de la música zíngara. Entretenido y ágil final.

A veces geométrico, otras, en cambio, visceral como lo puede ser un animal herido retorciéndose de dolor, Isla Purgatorio es un cuasi conceptual álbum de intenso, inteligente, propositivo y a ratos oscuro alcance. Curiosamente el mismo Ángel Ontalva, quién sabe por qué, firma las ilustraciones del álbum a nombre de Ángel H. Rodríguez Morales. Éstas reflejan un mundo interior único e inquietante, como la propia música que protegen. Un trabajo interesantísimo, una pena que no se preste más atención a este tipo de músicos.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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