Perico Sambeat, saxofón elástico

Más de una veintena de discos como líder o co-líder y cerca de un centenar como acompañante convierten al saxofonista valenciano en una pieza clave del jazz europeo.

Personalmente no creo en la reencarnación, pero por si acaso hay que volver, yo estoy tratando de hacer incansables méritos en esta vida, buscando la pureza del ser, rechazando modelos de vida antinaturales y dogmáticos impuestos por perversos poderes casi siempre astutamente ocultos, y abandonando deliberadamente cargas sociales, morales y espirituales, heredadas desde hace milenios y que he llevado siempre conmigo como un cáncer altamente destructivo. Además de que creo que este tipo de ejercicios los deberíamos hacer todos por puro sentido común y salud mental, yo también lo hago para, como ya digo, por si acaso reencarnarme en alguien mejor. En mi siguiente vida me gustaría ser un músico, lo tengo claro. Pero, y no pretendo decir esto de manera despectiva o elitista, hasta entre ellos hay niveles.

Si en esta vida cumplo mis objetivos, consiguiendo superarme a mí mismo constante y considerablemente, quizá en mi siguiente retorno al mundo sea un músico de jazz, quienes se encuentran en uno de los estados espirituales (que no de conciencia, aunque también pudiera ser) más avanzados (siempre musicalmente hablando), sólo por debajo de los compositores y algunos intérpretes de academia. Son, entre la fauna musical, quienes mayormente alcanzan un contacto más profundo y verdadero consigo mismos, su entorno, el arte que les rodea y el devenir del tiempo. Además pareciera que lo hacen como sin darse mucha cuenta y varios de ellos sin ni siquiera darse cuantiosa importancia. Quizá a alguien le resulte muy cuadrada y hasta rebuscada esta manera de pensar (contradiciendo parte de los conceptos que supuestamente estoy tratando de depurar), y sí, en verdad habría que matizar muchas ideas. ¡Para explicarme correctamente tendría que escribir varios libros y ni aun así creo que podría definir eficazmente lo que quiero decir! Pero por ahora, confesando abiertamente mi torpeza para hacerme entender mejor, no me queda más remedio que llegar a una conclusión rotunda en este breve texto sin pasar por todo su desarrollo racional, arriesgándome así a que pueda ser malinterpretada mi opinión. Quizá esté exagerando o esté en un error, pero esta es mi manera de pensar.

Dejo caer toda esta (¿inútil?) verborrea como un mero intento por introducir adecuadamente una figura del talle artístico de Perico Sambeat (Godella, Valencia, 1962, de nombre de pila Pedro Sambeat Esteve), un individuo con más de una veintena de discos como líder o co-líder y cerca de un centenar como acompañante (los premios ni los mencionaré). Se lee rápido pero asimilarlo no tanto. Es imposible abarcar aquí todo lo que ha hecho este saxofonista a lo largo de su carrera. Resumiendo mucho, en los 80 estudia en Barcelona y en los 90 en Estados Unidos. Su estancia fuera del país es corta ya que decidió volver a Valencia porque sintió que verdaderamente ahí estaba su lugar en el mundo. En esta década comienza a publicar sus primeros álbumes como solista, Perico Sambeat (1991); Punto de partida (1992) con el respetado pianista invidente Tete Montoliu; Uptown dance (1992) con el trompetista Michael Philip Mossman; y Dual Force (1993) grabado en directo en Londres. Estos cuatro discos se han convertido en mayor o menor medida en piezas de colección porque es difícil conseguirlos tanto física como digitalmente.

PERICO-SAMBEAT-ART-LVÚDe su etapa americana surgen duraderas amistades que se reflejaron en obras como los dos volúmenes de New York-Barcelona Crossing, en donde une fuerzas con el pianista internacionalmente reconocido Brad Mehldau, además de con dos de los hermanos Rossy (una familia catalana de tradición musical importante), Mario (contrabajista) y Jordi (baterista). En 1995 publica el que quizá es su trabajo más celebrado por la crítica, Ademuz, uno de sus tantos coqueteos con el flamenco, secundado por uno de los más grandes reformadores de éste género, Enrique Morente. En 1997 se edita Discantus con el Coro de Cámara Lluís Vich, un álbum de música sacra de compositores valencianos que vivieron entre los siglos VII y XVI. Con el pianista californiano Bruce Barth firma dos discos a finales de los 90: Jindungo y Some other spring (complicado de encontrar en la red también). Un acercamiento aún más profundo al flamenco viene marcado por Cruce de caminos, grabado en directo y publicado ya en este tercer milenio. Ahí alterna suerte con el guitarrista gaditano Gerardo Núñez, con quien volvería a trabajar en Pasajes Passages (2002), y su unión sorprende en festivales de jazz.

Perico (2001) nos avisaba desde el título que se trataba de un álbum personal. En él se alió con grandes amigos y músicos ibéricos con quienes ha coincidido constantemente a lo largo de su carrera: el contrabajista navarro Javier Colina, el baterista barcelonés Marc Miralta, y el pianista portugués Bernardo Sassetti (fallecido tristemente hace un año tras despeñarse mientras trataba de sacar una fotografía). Ésta misma formación pero sin Sassetti, vuelve en el 2007 con Colina Miralta Sambeat Trio, y de nueva cuenta en el 2009 con Andando, dos exquisitos discos de alto calibre interpretativo. En el 2003, en esta ocasión con colegas norteamericanos, publica Friendship en formato quinteto con el ya citado Brad Mehldau, el virtuoso guitarrista Kurt Rosenwinkel, el contrabajista Ben Street y el baterista californiano Jeff Ballard.

Como sexteto, Ziribuye (2005) vino a ser un estupendo disco donde Sambeat pudo, por primera vez, encargarse y decidir íntegramente todo el producto final. El valenciano encuentra aquí un punto de inflexión largamente tanteado. Además Ziribuye, al igual que su última gran obra, Elàstic (2012), es un trabajo vinculado directamente al “Proyecto Gaia”, una iniciativa comandada por Rhea Marmentini, talentosa artista plástica y pareja sentimental de Perico, que busca enlaces entre arte y naturaleza. En el 2008 llega Flamenco Big Band amparado por una alineación de lujo, compuesta, entre otros, por el elegante y sofisticado cantaor Miguel Poveda, y el pianista, también valenciano, Albert Sanz (con quien Perico ya había colaborado en El Fabulador), y en donde nuevamente torean juntos jazz y flamenco.

Con el madrileño y también saxofonista Javier Vercher edita Infinita (2009), virguería musical donde las haya. Sketches of Pangea (2011) es un trabajo entre dos españoles (M. Miralta y Sambeat) con dos músicos húngaros, el pianista Kalman Olah y el contrabajista Mátyás Szandai. Baladas (2011) es un íntimo álbum de jazz clásico, donde encontramos un repertorio creado a partir de grandes estándares estadounidenses, pero también latinos e hispanos, y alguno original. Por último (por el momento), a finales del 2012 llegó el ya mencionado Elàstic, un álbum que Perico elaboró con un quinteto internacional de altura: el guitarrista portugués André Fernandes, el pianista belga Eric Legnini, el contrabajista francés Thomas Bramerie y el baterista estadounidense Jeff Ballard. Nueve temas propios que muestran al valenciano en un estado de gracia compositivo e interpretativo. Todo esto sin mencionar sus numerosas y solicitadas colaboraciones (en España o en cualquier parte), que demuestran el respeto y la admiración que despierta en otros colegas de profesión.

Definir el estilo de Perico Sambeat es tarea complicada. Su espectro es amplio y versátil y ha abarcado varios modelos dentro y fuera del jazz. Evidentemente hay mucho más de lo que ha sido detallado aquí. Lo verdaderamente importante es tomarse el tiempo para disfrutar de su arte. Notarás cómo evolucionan sensaciones y visiones vitales nuevas. Sentirás una cierta liviandad en el ser. Inevitablemente, y en mayor o menor medida, experimentarás una transformación. Nada, no te asustes. Eso es porque la música de Perico Sambeat y sus secuaces se han hecho parte de tu vida.


Artículo publicado originalmente en Satélite Media.

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