Reinaldo Creagh and Cuban Sound Project: 95 años de son y sabrosura

Efectivamente: la música da vida.

9/Julio/2013. Teatro Circo Price. Madrid

Justo me encuentro estos días fascinando por la música de las islas del Caribe, a razón de mi reciente escucha del recopilatorio ¡Saoco! Vol 2. Bomba, plena and the roots of salsa in Puerto Rico 1955 – 1967, y, a modo de guinda, presencié el directo de Reinaldo Creagh, uno de los pocos supervivientes de lo que fuera en los noventa el grupo cubano La Vieja Trova Santiaguera, que la conformaban cinco ya entonces veteranos músicos que provenían de distintos conjuntos, quienes labraron su merecida fama en España debido a las repetidas ocasiones en que giraron por aquí, e incluso su tercer disco se tituló Hotel Asturias (1996) debido a que ese lugar, cercano a la Puerta del Sol, se convirtió prácticamente en su residencia madrileña por aquellos años.

Pero Reinaldo Creagh, que ese mismo día cumplía 95 años (¡!), no subió al escenario desde un principio, reservando fuerzas para el final y recibiendo el fervoroso homenaje que le rendía el Cuban Sound Project, una agrupación radicada en Madrid, constituida por casi quince músicos dirigidos por Demetrio Muñiz (además arreglista y productor discográfico para artistas como Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer o para el propio Creagh), y los artistas invitados: Luis Téllez, uno de los que más gustaron, interpretó «No puedo ser feliz», melódica y románticamente; Idoris Duarte, hija de Tito Duarte y nieta de Ernesto Duarte Brito (una familia cubana dedicada a la música), se atrevió con «Siboney» del maestro Ernesto Lecuona, pero le faltó algo de potencia porque la orquesta se la comía. Otro que también sufrió problemas de audición fue Reynold Cárdenas, fagotista cubano de la Orquesta de Extremadura que ejecutó una cubaneada pieza clásica escrita por ni más ni menos que Antonio Vivaldi, interesante mezcla que a partir de que alguien desde las gradas gritara “¡no se oye el fagot, sonido!” pudimos apreciar mejor; Zenet, que lo presentaron como un “cubano de Málaga” y que igualmente actúo en directo en el marco de este mismo festival el 11 de julio, también quiso cantarle a Creagh y eligió «Soñar contigo», tema que se incluye en su disco Los mares de china (2009).

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A su vez, los músicos y cantantes del Cuban Sound Project fueron levantando los ánimos con piezas como «Lágrimas negras» (bajo este mismo nombre se publicó en 1997 un documental sobre La Vieja Trova Santiaguera dirigido por Sonia Herman Dolz), «El bodeguero», «Cenizas», algunas instrumentales donde se lucía Pepe Rivero al piano, entre otras.

Finalmente llegó el momento que el Teatro Circo Price estaba esperando, Reinaldo Creagh se levantó de su asiento entre las mesas que habían dispuesto en la pista (con servicio de hostelería incluido) y ayudado de su bastón se trasladó al escenario, donde le ovacionaron. No cantó muchas, su avanzada edad no se lo permite, y aunque le cuesta llevar los enloquecidos ritmos de los géneros que toca, todavía le queda un buen chorro de voz que pudimos apreciar en melodías como «Santa Cecilia» de Manuel Corona y la archifamosa «Quizás, quizás, quizás»; asimismo, se acordó de Bola de Nieve con «Si me pudieras querer» y sacudió cadera con «El paralítico» (original del Trío Matamoros), entre otras piezas teñidas de nostalgia y melancolía que nos evocaban otro tiempo, otro lugar (el mismo Demetrio Muñiz lo decía: la época de oro de la música cubana fueron los cincuenta).

Le regalaron flores, una camiseta donde se podía ver un 95 en tamaño grande y una tarta de cumpleaños. El público, que estaba bailando y pasándoselo bien (me enterneció ver a un padre danzando alegremente con su hija pequeña), le cantó el «Cumpleaños Feliz», al que se unió la orquesta entera: despiporre generalizado.

Aunque no lo pueda calificar de conciertazo ni mucho menos (a veces aquello parecía meramente una sala de baile de hotel o un crucero, y porque algunas ejecuciones las sentí un tanto desinfladas), pude descubrir historias y melodías que quizá de otra manera no las hubiese conocido y eso ya me parece enriquecedor. Además no todos los días se puede ver a un nonagenario arriba de un escenario y, a estas edades ya se sabe, puede ser que sea la última vez que ocurra… ¡o no! Me quedo con la lección: efectivamente, la música da vida, sí.

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Fotos: Estrella Checa.

Si quieres ver más fotos y con mejor calidad: http://www.flickr.com/photos/estrellacheca/sets/72157634596486347/

Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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