Sílvia Pérez Cruz, artesanía trascendental

La gran esperanza musical del estado español.

A estas alturas parece haber consenso: Sílvia Pérez Cruz -una chica de apenas 30 años, nacida en 1983 en Palafrugell, municipio de la provincia de Girona, en Cataluña- es la próxima gran esperanza musical del estado español.

Durante los últimos meses se ha disparado su fama a raíz de que le otorgaran el premio Goya de Mejor Canción por su participación en la versión en blanco y negro, muda, y tauromáquica de Blancanieves, dirigida por Pablo Berger (película que también estuvo nominada a un Oscar). Pero esta puntual faceta es, en realidad, una de tantas y no precisamente la más interesante.

Como solista debutó durante el 2012 con el álbum 11 de novembre (ojo: noviembre sin “i” porque está escrito en catalán), un trabajo tan igualmente aplaudido por el público y la crítica, catalogado como una pequeña gran obra maestra. Pero cuidado, no conviene acelerarse, esta artista tiene la capacidad de superarse a cada paso; me aventuro a conjeturar que este primer disco no se trata de su cúspide creadora.

Vamos por partes. Antes de publicar su debut, que retomaré al final del texto, Sílvia Pérez Cruz participó y colaboró en diversos proyectos con músicos y artistas de altísimo calibre. En este breve espacio es imposible reseñar su trayectoria completa (que por el momento es corta pero sumamente intensa), pero trataré de resaltar aquello que considero más interesante.

En el año 2000 grabó Passeig per la memòria, un disco en directo con el grupo Duet, que hasta hace poco lideraba su padre, Càstor Pérez, un músico que se dedicó a preservar, divulgar, proteger y documentar las viejas canciones de taberna y sobre todo las habaneras, género musical originado en Cuba en la primera mitad del siglo XIX. En el 2005, a las órdenes del pianista Joan Monné, imprime su gracilidad al interpretar jazz en Nou Nonet. En el 2008 con el trío de Joan Diaz publicó We sing Bill Evans, un álbum homenaje que le valió el premio al mejor disco del año según la Revista Jaç. En el 2009 reivindica a uno de los cantaores más grandes de todos los tiempos en el espectáculo Camarón, La Leyenda del Tiempo, 30 anys després, junto a otros grandes intérpretes del género flamenco como el guitarrista Juan Gómez “Chicuelo”, el cantaor Duquende y la bailaora Rafaela Carrasco. En el 2010 publica el disco Reinas del matute con el grupo Las Migas, una banda barcelonesa de flamenco, rumba y jazz, formada por cuatro chicas que coincidieron en la ESMUC; actualmente ya no pertenece a la banda. También ese año, contribuye en el disco Un sordo s’ho escoltava del cuarteto Xalupa, liderado por la guitarrista Chiara Giani, enfocado en recuperar música catalana tradicional, con arreglos propios y contemporáneos. En el 2011 publica Rompiendo aguas bajo el nombre de Llama, un álbum a dueto con el percusionista Ravid Goldschmidt, uno de los pocos profesores que hay en España de hang, un instrumento de percusión relativamente nuevo, temperado y que tiene el aspecto de una pequeña nave espacial.

A dúo con el guitarrista Toti Soler ofrece recitales que, por su fulminante belleza, cautivan de una manera arrebatadora. Durante el mismo 2011 se alía con el contrabajista Javier Colina, el baterista Marc Miralta, el pianista Albert Sanz y con el saxofonista Perico Sambeat, cuatro músicos de primerísima división, en el disco En la imaginación, donde interpretan un puñado de diez encantadoras canciones de jazz y bolero. Para México Flamenco, un recopilatorio dedicado a interpretar en clave flamenca temas clásicos del cancionero mexicano, versionó muy dignamente «Cucurrucucú paloma» (aunque creo que no supera a la versión de Caetano Veloso). En el 2012 se publica el disco de raíces Entre Tierras de la banda Coetus, una orquesta de percusión ibérica donde participa el músico Eliseo Parra y Sílvia, con quienes además se va de gira por Brasil. Estrenó Tonades en el Auditorio Nacional en Madrid, una obra contemporánea basada en folclor catalán, del compositor y guitarrista Feliu Gasull. Sílvia Pérez Cruz también ha dejado parte de su talento musicalizando obras de teatro y espectáculos de danza. Es una artista polifacética, atrevida y con un amplio abanico de registros. Aunque se pueda considerar que su carrera musical apenas está en un estado de exploración y búsqueda, su curriculum ya impresiona bastante.

Finalmente, su debut en solitario es un punto y aparte no sólo en la carrera de esta autora, sino en la misma historia de la música española (es difícil rastrear antecedentes claros). 11 de novembre es un disco dedicado a su padre, quien falleció en el 2010 a la edad de 54 años, a su familia en general y a algunos de sus recuerdos de infancia y juventud. La fecha que da el nombre al álbum es el día que su padre nació. Según la propia autora, el proceso de composición y grabación de este álbum le ha servido como terapia. No es para menos, ya que su padre fue una de las figuras más influyentes en su vida y en su manera de asimilar y ejecutar la música. Sílvia ha confesado en distintas entrevistas que ella ha vivido la música en casa como una forma de vida, un lenguaje y una expresión. Comunicaban sus sentimientos cantando o tocando. La música en su hogar ha sido como un ser vivo omnipresente y quizá por eso no tiene la costumbre de escuchar música grabada, ya que siempre ha estado cerca de ella de una manera natural.

El escucha que sea consciente de esto, podrá entender por qué la música de 11 de novembre y el estilo interpretativo de Sílvia dan la sensación de atemporalidad y por qué resulta tan difícil de encasillar. Este es un álbum compuesto por alguien que ha recibido un aprendizaje musical orgánico, familiar y se podría decir incluso que aislado, y no impuesto por categóricas modas anglosajonas ni por rancios y soberbios criterios jerárquicos. No se mueve dentro de ninguna corriente fácilmente reconocible, sino por una intuición creadora desprejuiciada. En este disco, Pérez Cruz canta en su catalán de origen, en castellano, en gallego (ya que es el idioma de su familia paterna) y en portugués (que aunque no tenga un lazo sanguíneo con el país luso, sí lo tiene de manera espiritual). Es autora de la música, los arreglos y la letra de todos los temas del disco excepto por tres poemas, de tres autores catalanes, que ha musicalizado y que estremecen por la manera en que los ha hecho suyos. Además de tocar la guitarra, el piano, el clarinete y el saxo, co-produce el disco junto con Raül Fernández Refree, otro músico catalán que está dando mucho de qué hablar.

Si tuviera que destacar algunos de los muchos logros del disco, señalaría que la canción «Folégandros» es una especie de réquiem para su padre, en donde participan su hermana, madre y abuela en los coros, quienes a su vez son homenajeadas en la canción «O meu amor é Glòria» (una rica samba) ya que las tres llevan Gloria por nombre; que «Pare Meu» es un enternecedor trance melancólico; que «Meu Meniño» empieza como martinete y se transforma en una canción tradicional gallega que Càstor Pérez solía cantar con sus dos hermanos (los tíos de Sílvia), que aquí la reinterpretan de una manera bella y triste; que en «Iglesias» cita el «Moon River» de Henry Mancini con un tono, precisamente, religioso; que «Memoria de pez» es como un portarretrato musicalizado; y que «Diluvio universal» es un fado que se va aflamencando de una manera sutil y prodigiosa, mientras que, al mismo tiempo, se va desarrollando una tormenta como telón de fondo que le da a esta pieza unos matices que podrían embelesar a cualquier melómano.

Su música se abre paso en nuestro interior y remueve los sentimientos. No es de extrañar que consiga estremecer al punto de provocar el llanto en el oyente que esté atento. Su arte es material puro, no viciado; en ocasiones podrá ser sentimentalmente devastador, pero no por ello menos verdadero. Su rostro y su espectro es auténtico, transparente. En su expresión, las palabras -su significado y su fonética- adquieren un peso y una hondura, están perfiladas en su justa dimensión, no se malgasta su fuerza y su concepto intrínseco, viajan hacia nuestro yo, resuenan, duelen. Sin embargo, no se trata de un proceso destructivo, sino de reconocimiento, para poder avanzar, aceptando que la vida sigue a pesar de que la muerte nos rodea (aunque Sílvia no habla sólo de la muerte, también de la vida y sus pequeños grandes detalles).

En definitiva, 11 de novembre es un disco hermoso, complejo, difícil de etiquetar y profundamente íntimo que aunque bebe de muchos géneros como el jazz, la cançó catalana, el fado, la samba, la bossa nova, el flamenco, la psicodelia, el pop, el tropicalismo, la música clásica y las habaneras, va más allá de ellos porque los trasciende y los transforma en un solo lenguaje que logra entroncar con los sentimientos más hondos y universales del ser humano.

No creo exagerar si digo que estamos presenciando el nacimiento de lo que será todo un icono de la música en España. Tiempo al tiempo. Yo confío.


Artículo publicado originalmente en Satélite Media.

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