TOMÁS MERLO & THE FREEPUNK ENSEMBLE. Vendetta

El justiciero de las cuerdas azules.

Tomas-Merlo-and-the-Freepunk-ensemble-vendetta-portada-LVÚVendetta (Youkali Music, 2013) es el debut como solista del mallorquín Tomás Merlo, un bajista que se ha formado en parte en el Conservatorio de Amsterdam y que ha tocado con figuras como Jerry González, Michael Brecker, Philipp Bramswigh, entre otros. Le acompañan en esta excitante aventura The Freepunk Ensemble, un conjunto integrado por el pianista madrileño Moisés P. Sánchez, el guitarrista alcalaíno Chema Saiz y el baterista argentino Andrés Litwin. A lo largo de ocho temas instrumentales (casi todos entre los seis y diez minutos) y uno vocal, este explosivo combo se nutre de un generoso rango de géneros (rock sinfónico, progresivo, jazz, free jazz, blues, funk, soul, power pop, clásica, romántica, ambiental, contemporánea, impresionismo e incluso grunge), fundidos con armonía y coherencia en los que por momentos prima la soltura y la agilidad y en otros más bien la transparencia sentimental.

No se dejen llevar por el “punk” del nombre del ensamble ya que no encontrarán melodías simples ni demasiado rasposas, sino prácticamente lo contrario: virtuosismo y, aun cuando algunas piezas son llevadas al extremo, pulcritud interpretativa y compositiva. Si en algo coinciden estos músicos con el punk es en parte por esa actitud contra lo establecido que aquí se ve reflejada desde la portada, en la que se retrata a Merlo con una máscara de Guy Fawkes, la misma que utilizan los miembros y simpatizantes de Anonymous como símbolo identitario y contestatario.

El inicio de “A girl” desprende un ligero aire juvenil que encuentra su contraparte en otros momentos más bien intensos. Sobre la mitad, y entre apoteósicas culminaciones que quitan el aliento, oído atento a ese conmovedor pasaje que dibuja P. Sánchez, quien se encuentra en verdadero estado de gracia durante todo el álbum. La evocadora “Celebración” podría ser la banda sonora de una serie de aventuras, casi hasta puedo verla en viñetas.

Tanto en ésta como en “Discontinuum”, Sánchez incorpora el piano rhodes, dotando al conjunto de otra textura que enriquece sobremanera el tejido musical. Asimismo, destaco el manejo de silencios y la soberbia manera en que logran expandirse utilizando gestos más bien economizados. Sensual, nostálgica y emocional. La única composición que no firma Tomás Merlo es “Okonkole y trompa”, original de Jaco Pastorius, mítico e irrepetible bajista, sin duda una de las grandes influencias del aquí principal protagonista. Exquisita versión: en su base es fiel a la original pero los involucrados se la apropian de tal manera que consiguen llevarla a otra dimensión. Monumental.

A lo Pastorius también, Merlo comienza “Nora” con una notas al bajo solo, construyendo una polifacética y alucinante composición dedicada a su hija en la que todos los participantes aportan suertes que dejan a uno boquiabierto. En un punto del tema, la guitarra parece planear como un ave; en otro la batería enloquece a modo free jazzero a la par que el piano y el bajo mantienen un parsimonioso colchón melódico que va subiendo hasta llegar a una culminación extática. Así construyen y deconstruyen; la dinámica, una de sus virtudes a admirar.

Otra pieza compleja es “Shinobi”, en su mayor parte demandante y obsesiva, donde otra vez destaca la participación de Moisés, quien suaviza la cadencia, mostrando lo que un Matrícula de Honor de conservatorio es capaz de hacer; a partir de ahí deviene poco a poco un desarrollo en el que todos, particularmente Merlo, ponen a prueba su técnica y habilidades.

“Nexus” es poderosa, rauda y entretenida. Sobresalen los lances de la guitarra, los cuales pudieran recordar a intérpretes tipo Steve Vai o Joe Satriani. Gran dominio. Otra donde Saiz se hace sentir es en “El replicante”, en la que además distinguimos el uso del ebow. Hay un amago de final, pero tan sólo bajan las revoluciones, todavía nos espera un expresivo motivo al piano que nos deja en estado de ensoñación.

Finalmente “Vendetta”, la canción que da título al disco -una reivindicación social acompañada de una advertencia dirigida a los que nos aplastan- paradójicamente es también la que más dista del resto debido a que emplea un formato más típico de la canción pop (versos, estribillo, versos…) que al planteamiento instrumental menos convencional del resto del disco. En ella interviene la cantante Paloma Soalleiro (además acreditada como co-autora). Creo que el tema desentona totalmente y me hace pensar en una posible estrategia comercial. Quien escuche esta canción de manera aislada se hará una idea completamente distinta de lo que es el álbum (hay algo que me recuerda a bandas como Incubus o Pearl Jeam, con un toque funky). La voz de Soalleiro es agradable pero se nota que el inglés no es su idioma madre. La verdad no me termina de convencer.

Independientemente de esta salida en falso, el debut del bajista de las cuerdas azules, Tomás Merlo, satisface y emociona. Es un producto inteligente, cuidado y muy personal, en el que Tomás tira tanto de corazón como de un virtuosismo todavía en vías de maduración. Da la impresión de que no se trata de un disco tan marcadamente solista, ya que Merlo no capta todos los focos de atención, dejando que sus compañeros se luzcan en buena medida; eso es de agradecer.

La venganza de Merlo y compañía no es una violenta como sí podría ser la de una banda punk, la suya es una revancha contra el conformismo, la mediocridad y los malos de espíritu, a base de méritos, constancia, tenacidad y auténtica originalidad.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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