Archipiélago iceberg

Explorando rizomas, no árboles.

Hasta el pasado 6 de diciembre se pudo visitar en los espacios de Matadero (Madrid) una notable exposición colectiva. Iceberg. El contexto como punto de partida reúnió a 17 artistas activos en Madrid. Una selección adecuada y a ratos sugerente que no pretende definir a una generación y mucho menos hallar elementos comunes o convergentes donde no los hay. Se trata más bien de un archipiélago de creadores con mucho por delante. De entrada, la exposición parece un poco dispersa, sin embargo la experiencia no resulta frívola ni superficial, todo lo contrario, es enriquecedora. Los comisarios, Bernardo Sopelana y Ignacio Chávarri, escogieron unos artistas que, según su criterio, resultaban más emergentes y significativos que otros, les ofrecieron un marco institucional adecuado como es Matadero, la posibilidad de producir y enseñar sus trabajos, casi todos realizados ex-profeso para esta ocasión. Algo que, en los sombríos tiempos actuales, no es poco. La nave 16 de Matadero es un espacio complicado, tiene muchos metros cuadrados y ladrillos a la vista que pueden devorar las obras. Pese a la iluminación, estas propuestas resisten, reclaman al espectador, unas mejor que otras, pero todas con algo que contar. La mayoría de los artistas recientemente ha tenido individuales y sus obras se han podido apreciar en numerosos contextos expositivos. Se conocen desde hace tiempo, debaten sus ideas y se miran, aunque cada uno escoja finalmente su rumbo. Iceberg explora rizomas, no árboles. Los vínculos los trazará, a su manera, quién pasee por este archipiélago.

Cristina Garrido está presente sin estarlo. Pinturas para billeteras 2012-2017 tiene que ver, de paso, con el arte postal. Ha enviado por correo decenas de ejemplares de décimos de Lotería Nacional antes de su respectivo sorteo, ocultando el número con pintura, invalidando así su función. Exhorta a los destinatarios a recorrer la exposición y a conservarlos en su cartera hasta el 2017, cuando los reunirá para presentar el conjunto. En tiempos de fervor presencial y urgencia permanente, una obra de larga duración e “invisible” resulta encomiable. Un elogio de la liviandad del sentido y de la dimensión volátil del pensamiento sobre la pesadez del dinero (y sus ilusiones). Julio Adán instala un mecanismo que a través de un absurdo derroche de vatios consigue, a veces, encender una bombilla. Podría titularse máximo esfuerzo, mínimo resultado. Nos recuerda a una temprana obra de Alighiero Boetti, Lampada annuale (1966), donde una bombilla se encendía sólo una vez al año, sin posibilidad alguna de preverlo. Aunque Adán nos enseña aquí todo lo que se pierde en el proceso, o lo mucho que se necesita para que algo ocurra o nada de esto, simplemente apunta hacia la insensatez de los malos gastos…

"Behind the screen" de Irene de Andrés.

«Behind the screen» de Irene de Andrés.

Behind the screen de Irene de Andrés es de una “claridad perfectamente tenebrosa”. Guiña el ojo a Malevich, entre otros, mientras revisita formas históricamente determinadas. A través de tecnologías actuales, dispositivos electrónicos estropeados, sigue variando el tema (infinito) de la ventana. Instalación visualmente deslumbrante es la de Karlos Gil, que explora la potencialidad de las imágenes y su lenguaje: una explosión de tiempos heterogéneos. Nacho Martín Silva desdobla el “cuadro” y destruye, literalmente, lo que no tiene cabida en su concepto de pintura. Deteniéndose atento frente a su remarcable acabado pictórico el espectador hubiera probablemente podido, por sí sólo, hacer “saltar” el continuo de esta siniestra representación de un interior burgués. Después de la serie de los confetis, Ignacio Chávarri escala un peldaño bajando hacia la materia prima del color. Su obra hubiera quizá merecido un lugar mejor dentro de la exposición. Por ser a la vez comisario quizá haya considerado oportuno (auto)limitarse. Teresa Solar con Mirador re-elabora una obra suya de 2008 y acierta con una instalación teatral (por la luz y la grada) que, mientras señala al turismo (“todo somos turistas” diría MacCannell), no deja de cuestionar la visión y sus límites: lo que vemos y lo que nos mira. Abriendo las cajas del mueble-archivo de Ignacio Bautista descubrimos sutiles imágenes pixeladas de policías y demás fuerzas del estado, fijadas como unas mariposas. Es bien sabido que el archivo originario es el policial y su fin la sociedad disciplinaria, sin embargo estamos acostumbrado a que los ficheros estén organizado por policías y no formados de policías, como en este caso. Es difícil dejar de abrir estas cajas de sorpresas. Una obra redonda, lograda estética y conceptualmente donde tiene cabida inclusive una mordaz ironía en el título: Civilización.

Otros de los artistas invitados merecerían más espacio en estas líneas aunque confío valga con exhortaros a ir a ver Iceberg. Sólo cabe decir lo que todos esperamos:¡qué haya más! Tal y como escribe, con mucho acierto, Marlon de Azambuja en la publicación que acompaña este proyecto: “Ahora es un momento bueno, quizás esta crisis ha ayudado a que el artista piense menos en el mercado y más en su trabajo, en la producción. También la institución ha cambiado mucho, si no está abierta para cubrir las necesidades que la escena artística requiere, si no sirve para dar cuerpo a su contexto, ¿para qué sirve?”.

"Mirador" de Teresa Solar.

«Mirador» de Teresa Solar.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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