Las proyecciones de la duodécima edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF) están a punto de comenzar, del 6 al 14 de noviembre. Más de 200 títulos incluye un programa repleto de propuestas interesantísimas, por ello hemos seleccionado quince películas que, a priori, nos parecen las más atractivas.
Magnética y extraña, una película única dentro de una filmografía (la de Bellocchio) radical e inefablemente original, Premio Fipresci en Venecia. Un monasterio en la ciudad de Bobbio es el nexo de unión entre dos historias: la primera, situada en tiempos inquisitoriales, implica a un cura muerto, una presunta sierva de Satán, un gallardo caballero y un par de gemelas. En la otra un conde enterrado en vida en el monasterio ya en ruinas, en la actualidad, es acosado por un millonario ruso y un inspector fiscal para abandonar su escondite. Un film –para algunos, de vampiros–, que entrega una mordaz mirada sobre Italia al tiempo que embruja con su inexplicable belleza.
A la sombra de dos mujeres, pero incapaz de ver más allá de su ombligo, se encuentra Pierre, intenso y comprometido director de documentales. Por un lado tiene a Manon, leal compañera de trabajo y de vida. Por otro tiene a Elisabeth, joven estudiante que se convierte en su amante. Sin decidirse a sacrificar su comodidad, plantea un triángulo amoroso en el que el ensimismamiento de uno y la actitud de las otras brinda una lúcida visión de la brecha entre sexos. Tras La Jalousie, Philippe Garrel vuelve a examinar con frescura (haciendo parecer fácil lo difícil) las paradojas del amor, la infidelidad y las relaciones de pareja, en un París que retrotrae al de la nouvelle vague.
Como en las películas de Rohmer, donde con largas conversaciones sobre lo divino y lo humano sus personajes intentan crear un entramado teórico que valide sus (egoístas, irracionales y/o nefastas) decisiones amorosas, los del nuevo film de Guerin discuten sin descanso sobre la Divina Comedia de Dante. Todo empieza como un documental sobre un profesor y su seminario de poesía, cuyas ideas sobre las musas propician el giro a la ficción. La diferencia entre amor, pasión y atracción sexual, el amor como mito y la (in)fidelidad entran ahora carnalmente en juego, con los líos del maestro con sus alumnas y su peculiar forma de abordar, desde su pose docta, sus conflictos conyugales.
Colin Farrell, John C. Reilly, Rachel Weisz y Léa Seydoux encabezan el reparto de la última película del provocador director de Canino, Yorgos Lanthimos, triplemente premiada en Cannes. La historia elegida esta vez para recorrer los caminos del desconcierto es la de de un hombre que tras ser abandonado por su mujer, es confinado en un hotel al que van parar los solteros. Ahí dispondrá de 45 días para encontrar pareja, y en caso de no encontrarla será transformado en un animal de su elección. Por ejemplo, una langosta.
Número uno en salas francesas. Con una voz que llega al corazón (tras abrirse paso pulverizando los tímpanos y demás órganos) la excéntrica y adinerada Marguerite intenta triunfar en el mundo musical del París de los años 20. Con una fe ciega en su “prometedora” carrera, alentada por su hipócrita entorno que no se atreve a decirle que carece por completo de talento musical, Marguerite termina, a pesar de todo, seduciendo con su brillo a las mentes menos encorsetadas de su mundo. Un film libremente basado en la vida de Florence Foster Jenkins (de la que Stephen Frears se encuentra haciendo un biopic), que mantiene en perfecto equilibrio la comicidad y el sentimiento.
Un hombre viudo (el propio Bartas) viaja al campo con su hija adolescente y con una desequilibrada violinista con la que tiene una relación. En el envolvente hechizo del verano tardío, la llegada de los tres, junto con un rifle robado a unos cazadores, despliega un momento crucial para sus existencias y las de quienes con ellos se cruzan. El cineasta lituano Sharunas Bartas (Three Days, The Corridor) parece cerrar sus propios duelos personales con un toque bergmaniano, dando a su vez la iniciativa como actriz a su hija (Katia Golubeva), en este film estrenado en la Quincena de Realizadores de Cannes.
Una suite es una composición musical formada por varios movimientos breves de distinto carácter y ritmo, con los que se consigue dar el sentido dramático de contraposición. Como la suite cinematográfica que compone Pascale Breton, ganadora del Premio Fipresci en Locarno, y que se pone en marcha con la vuelta a Rennes de Françoise para enseñar historia del arte en la universidad, y para reencontrarse con su viejo grupo de amigos, con el punk rock y con la lengua bretona de sus orígenes. El contrapunto es la historia de Ion, joven estudiante que aparece de la nada en las clases de geografía, que asegura que su madre está muerta y que se enamora de una compañera de clase ciega.
Fragmento:
Alexey German Jr. UNDER ELECTRIC CLOUDS
Rusia, año 2017. Cien años después de la Revolución, siete historias se tejen en torno a un colosal edificio a medio construir, a modo de parábolas apocalípticas con toques de humor desconcertante y anacronismo. Entre Angelopoulos y Sokurov, el hijo del ilustre cineasta ruso Alexei German traza un paisaje anímico/filosófico de la Rusia actual, cuya majestuosidad visual le valió dos Osos de Plata en la Berlinale (Dirección de Arte y Fotografía).
Sabroso (La isla interior) rinde homenaje a su añorada compañera Dunia Ayaso con una insólita e ingeniosa reflexión sobre la ficción que se mete en el jardín de lo fantástico o, si se quiere, traspasa las puertas de la percepción. Pirandello y Resnais asoman en esta comedia sobre un director (Javier Cámara) que decide suicidarse y deja a su equipo el encargo de hacer su película póstuma. Pero, ¿son personas reales o simplemente el sueño de un guionista-demiurgo? Con Candela Peña, Carmen Machi, Julián López, Secun de la Rosa, Jorge Monje, Yael Barnatán, Antonia San Juan, Pepón Nieto y Pilar Castro.
¿Qué es lo que sabe el cine que nosotros no? Durante la República de Weimar, edad de oro del cine alemán entre el fin de la I Guerra Mundial y la llegada al poder de los nazis, las películas parecían saber la gran barbarie por venir. Partiendo de las ideas de Kracauer en su libro homónimo, Suchsland repasa brillantes secuencias de una impecable nómina de cineastas –Murnau, Lang, Lubitsch, Pabst, Ruttmann, Ulmer, Siodmak– y talentos olvidados que, sin saberlo, vaticinaron y explicaron cómo se llegó de Caligari a Hitler. Delicioso y revelador paseo en el que acompañan, además, directores como Volker Schlöndorf y Fatih Akin.
Comunistas, no en el sentido histórico-político, sino en el humano. Idealistas salvajes cuya lucidez desgarra la mezquindad y la brutalidad que envuelve el mundo para dejar ver la belleza y la justicia son los que habitan este film. A través de los textos de Malraux, Fortini, Vittorini y Hölderlin –recitar es resistir–, saltando en el tiempo con metraje que comprende casi 40 años, de Italia a Egipto y más, este film condensa la historia del siglo XX, el gran sueño del hombre, siempre anhelado y nunca conseguido. Y es también un sentido homenaje de Straub a Danièle Huillet, su ya desaparecida compañera en el cine, en el pensamiento y en la vida.
Mucho ha llovido desde las Olimpiadas del 96. De ahí que el brillo de las medallas se haya transformado para Koza (el ex boxeador Peter Baláž, haciendo de sí mismo) en el de la chatarra que vende para sobrevivir. Ante un embarazo inoportuno de su mujer, Koza ha de volver al ring en una tortuosa gira. Road movie suicida (y sin dramatismos de baratillo) a la par que visualmente apabullante, estrenada en la Berlinale y prenominada a los Oscars.
El gran cataclismo final está cerca. Es por eso que Hernán, geólogo bonaerense, tiene a bien dejarlo todo e ingresar en un campamento de supervivencia en el Delta del Tigre que sólo un grupo de privilegiados –uniformados, pareciera, por Wes Anderson– puede permitirse. Empezando cual comedia deadpan, el film sigue el peculiar entrenamiento de estos ejemplares humanos, para terminar adentrándose por unas oscuras profundidades apocalípticas (que hacen honor a la nacionalidad austríaca del director) en las que sólo puede sobrevivir el más fuerte. O el menos cuerdo.
Tras el levantamiento popular registrado en Maidan, Loznitsa vuelve la vista hacia los tres días que sacudieron los cimientos de la URSS en 1991, en una película construida con material de archivo al que el ucraniano imprime su estilo, y el espíritu de la colectividad. El golpe de estado de los comunistas radicales del gobierno conocido como “putsch”, y que sólo sirvió para reafirmar a Yeltsin y para iniciar el camino a la democracia, empezó el 19 de agosto de 1991. La televisión, aquella mañana, trasmitía el ballet El Lago de los Cisnes de Piotr Tchaikovski.
El ganador de la Palma de Oro, Apichatpong Weerasethakul, se adentra en territorios oníricos –sin salir de su característica realidad penetrada por la magia y el misterio– con la historia de un improvisado hospital al que va a parar un grupo de soldados aquejados de una epidemia de la enfermedad del sueño. Una ama de casa solitaria que trabaja de voluntaria, junto con una médium, investigan las causas de la extraña dolencia, que puede tener ancestrales raíces sobrenaturales.
Nota basada en el texto del programa del SEFF’15.
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