Exterminio musical en las calles de Madrid

Músicos callejeros han sido convocados por el ayuntamiento para realizar una "prueba de idoneidad"; se trata de un absurdo y estúpido capricho más de la alcaldesa Ana Botella.

Qué triste es para los melómanos y para los ciudadanos de Madrid simpatizantes y sensibles a la expresión y cultura, la situación tan deprimente e indignante de la que estamos siendo testigos. En este empeño por derrumbar los pilares que sustentan el Estado de Bienestar, cuartando todo tipo de libertades y derechos, me parece importante señalar el injustificado desprecio hacia los músicos que está mostrando el ayuntamiento de Madrid, liderados por una torpe y alarmantemente inculta alcaldesa que durante años sólo se le conocía como mayor logro ser la esposa de José María Aznar (presidente de España entre 1996 y 2004), la cual ni siquiera fue elegida en las urnas sino que le cayó el cargo de rebote, como un caso de marcada discriminación y abuso de poder que debería no sólo trascender a la prensa internacional, también, y sobre todo, advertirnos, como así lo hacen otras señas, que los viejos demonios de Europa, el fascismo, sintomática y sistemáticamente están saliendo de la cloaca donde habían estado medio contenidos y escondidos, volviendo a llenar de odio e intolerancia nuestras calles y amenazando nuestras vidas. Sin duda es un momento especialmente revuelto en el que urge movilizarse para evitar una posible catástrofe que la humanidad ya ha sufrido en otros tiempos.

Algunos dirán que exagero pero desde luego yo no le encuentro ni pizca de gracia a que el ayuntamiento de Madrid haya convocado a inicios de diciembre una “prueba de idoneidad” para los músicos callejeros de la ciudad, testando sus habilidades con el fin de darles el visto bueno o no, otorgándoles o denegándoles un permiso para tocar, dentro de un horario, en la zona centro (en el extrarradio podrán actuar sin permiso). Así es: ¡Un examen para mendigar!
El ayuntamiento alega que existe contaminación ambiental debido al ruido que se genera en ciertas zonas y yo no niego que esto sea así, cualquiera que haya estado alguna vez en Madrid habrá comprobado lo jaraneros que son los habitantes de esta ciudad, sobre todo los fines de semana por la noche. Pero una cosa es armar bullicio constantemente y otra muy distinta restringir las posibilidades de aquellos que buscan su superviviencia tocando un instrumento o cantando. ¡No es justo!
De entrada, antes siquiera de que se efectuaran las pruebas, el ayuntamiento prohibió, de cuajo, el uso de la percusión. Se amparan en que los instrumentos de percusión suelen superar los decibelios permitidos pero esta afirmación es totalmente relativa y matizable porque no es lo mismo una marimba o un vibráfono que un set de batería. Y tanto unos como otro son percusiones. Además, si uno se empeña, se puede ser más ruidoso con una trompeta, por ejemplo, que con una percusión. Sobre este respecto, creo que lo que en el fondo buscan es que la batucadas (grupos de percusión) que forman parte de las recurrentes manifestaciones en contra de las políticas del gobierno -las cuales, con su estruendo y ritmo, son un fuerte motor para los ánimos y para hacerse notar- puedan ser, de un día para otro, actos ilegales.
Otra: nada de amplificación. ¿¡QUÉ!? ¿Qué pasa entonces con los guitarristas eléctricos, tecladistas y tantos otros? Pues ajo(derse) y agua(ntarse). ¡Una locura!
Así fue que citaron a los músicos en una jornada de tres días sin especificar qué tipo de criterios emplearía el jurado, del que tampoco se detalló gran cosa. Sin saber de qué se iba a tratar el test ni quiénes lo ejecutarían, 460 músicos se presentaron. Muchos de antemano rechazaron la norma y se negaron a ir a la prueba como una muestra de disconformidad. En éstas hubo de todo y al pasar los días han salido algunos episodios a la luz, como el de la Potato Omelette Band, un dúo dominguero multiinstrumental, quienes escondieron una cámara que registró su intervención en la que, versionando a Calle 13, criticaron jocosamente a la alcaldesa; un carismático conjunto que, contra todo pronóstico, superaron con éxito la audición (aunque han dicho que por solidaridad no recogerán el permiso).
De los que se presentaron, 142 fueron suspendidos (¡el 30%!). La prensa se acercó a ellos para conocer sus casos y fue entonces cuando a todas luces se tornó evidente la flagrante farsa que montó el ayuntamiento, ya que entre los excluidos se encuentran auténticos profesionales: una profesora de canto, un conjunto de alientos llamado Uz que anteriormente ya había tocado en sedes importantes como el Instituto Cervantes o el Festival de Jazz San Juan Evangelista, ¡una cantante que el mismo ayuntamiento había contratado en el 2012 para actuar ante cinco mil personas!, un dúo entre un saxofonista y una profesora de piano que interpretaron dos obras famosísimas ¡y que el jurado desconocía!: Gymnopédie N°1 del compositor francés Erik Satie y otra más actual, «Comptine d’un autre été» de Yann Tiersen, popular pieza que se incluye en la banda sonora de la película Amélie (Jean-Pierre Jeunet, 2001), entre otros. Todo parece indicar que a varios se les denegó el permiso al azar, como buscando justificar semejante capricho de la alcaldesa.
Todavía es pronto para saber qué sucederá con esta normativa. Seguro que muchos la desobedecerán y harán bien. Es absurda por donde se le vea, e impráctica también ya que varios músicos callejeros son más bien almas nómadas con pasaporte universal yendo de ciudad en ciudad…
Sin profundizar en el tema del fatídico declive cultural y la persecución promovida -también por el ayuntamiento- hacia teatros y locales que ofrecen música en directo, como madrileño adoptivo y melómano me siento profundamente avergonzado de lo que está sucediendo en la ciudad. Lamento que aquí estén tratando tan mal a los músicos y artistas, entre tanta gente que asimismo lo está pasando mal.

Tenemos que ser fuertes, obedecer imposiciones injustas no es una opción.


Artículo publicado originalmente en Satélite Media.

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