Let it be: el nostálgico adiós de Los Beatles

El proyecto fallido "Let it be", que consistía en principio en una posible gira o en por lo menos un gran concierto en directo que se grabaría y publicaría...

Bien es cierto que Let it be (1970) se grabó antes que Abbey Road (1969) pero finalmente el primero se publicó después que el segundo, siendo Let it be el último disco que la mítica banda de Liverpool lanzaría al mercado una vez que ya era sabida su decisión de separarse. Curiosamente es Let it be y no Abbey Road el disco que mejor define la separación de la banda, aun habiéndose registrado antes. Y eso es porque el cuarteto decidió firmar Abbey Road con la idea de que fuera el último álbum que harían juntos, quitándose de paso el mal sabor de boca que les dejó el proyecto anterior que terminaría llamándose Let it be pero que en principio se iba a titular Get Back. Así, Abbey Road fue un alegre ajuste de cuentas, sin malos rollos, enfocado en la música, sin más. De ahí que sea un disco fresco, cercano, amigo e intenso. No por nada es el favorito de George Martin, el productor con el que trabajaron prácticamente toda su carrera, el indiscutible quinto Beatle.

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Let it be en cambio fue un disco que resultó ser conflictivo, triste, nostálgico, doloroso incluso, en parte apático. Fue un reflejo de las tensiones y alejamiento entre ellos teniendo en cuenta lo que habían sido como amigos y compañeros. También es verdad que a pesar de todo las sesiones de Let it be arrojaron al mundo auténticas gemas de rock-pop, incluso cumbres de intimidad interpretativa en el caso de McCartney, como así lo desarrollaré más adelante.

De hecho, fue McCartney quien llevó la voz cantante en este proyecto y se posicionó como líder. Era el más entusiasmado y es verdad que el más exigente pero también el más receptivo de los cuatro, el único que se veía totalmente entregado a la música y al proceso. Era el único intentando salvar la nave; sin embargo su esfuerzo no fue suficiente.

Quizá por desgracia para Los Beatles pero por fortuna para nosotros (porque podemos atestiguarlo, analizarlo y aprender de ello), todo este episodio de crisis se registró en el documental que también se llama Let it be, dirigido por Michael Lindsay-Hogg, donde por supuesto también se capturan momentos entrañables e incluso totalmente impresionantes en los que cada Beatle muestra su personalidad y talentos tal cual eran.

En ese momento, Harrison, que era el menor de los cuatro, estaba por cumplir 26 años y Ringo, que era el mayor, tenía 28. Seguían siendo muy jóvenes y a veces seguían comportándose como adolescentes pero ya habían conquistado el mundo e incluso venían de vuelta.

En principio la idea era documentar todo lo que hiciera el grupo durante las sesiones de ensayos, mostrar cómo trabajan. El documental sería un complemento del verdadero objetivo del proyecto: un gran concierto en directo que sería retransmitido por televisión, grabado y publicado después en LP. El lugar donde se daría el concierto no lo tenían claro y se manejaban ideas estrafalarias: un trasatlántico, un molino de harina abandonado, un anfiteatro romano en el norte de África, Egipto… Se llegó incluso a pensar que toda una gira se podría desprender de todo esto.

Al final las cosas no salieron de acuerdo a lo esperado si bien se cumplieron algunos objetivos de distinta manera. La idea también era, y esto sí lo consiguen, regresar a las raíces, al rock-pop de sus inicios influido por la madurez que les había dado el paso del tiempo, dejando atrás los años de psicodelia, la experimentación e innovación que Los Beatles venían practicando desde Rubber Soul (1965) y Revolver (1966) hasta el White Album (1968), encontrando la cumbre revolucionaria en Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) y Magical Mystery Tour (1967).

Let it be estaba pensado para ser interpretado en directo, algo que Los Beatles no hacían públicamente desde 1966, su última gira, de ahí que tuviese sentido que el proyecto se llamase Get Back, y por ello todas las canciones estaban ideadas para poder ser tocadas sólo entre ellos cuatro sin más intermediarios que los amplificadores y los ingenieros de sonido. No sólo pensaban mostrar nuevos temas, también recuperar canciones que hacían al principio y volver a ponerlas en circulación. McCartney, y probablemente también Ringo, echaba de menos girar, él creía que no debían limitarse a ser una banda que graba discos sin intención de montarlos en directo. En cambio, a Lennon y sobre todo a Harrison no les hacía ninguna gracia meterse en tanto lío, ya se encontraban mirando hacia otros horizontes y se sentían cansados de la beatlemanía.

Este es uno de los elementos, el de volver a las raíces, que hace de este disco un producto nostálgico, pero hay más aspectos, sobre todo porque se trata del crepúsculo de la banda de rock-pop más importante e influyente de todos los tiempos, bajo unas circunstancias que no eran del todo propicias para el grupo.

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Get Back/Let it be se tornó en un proyecto fallido y se torció por varias razones. Sin duda habría que señalar el considerable y a ratos groseramente evidente desinterés que mostró John Lennon durante gran parte del proceso, ya para entonces totalmente absorbido y subyugado por Yoko Ono.

A lo largo de los años se ha querido zanjar el tema por la vía fácil y decir que fue Ono la causante de la separación de Los Beatles, pero esto es un razonamiento simplista, burdo y hasta machista que no tiene en cuenta la complejidad del asunto. Ono prácticamente acompañaba a todas horas a Lennon, sí, pero porque así John se lo exigía. De los cuatro, Lennon era probablemente el más carismático, gracioso y el que tenía un carácter más arrojado y seductor, de ahí que sea más típicamente el Beatle favorito de muchos, pero en cambio también era un tipo contradictorio, celoso, aprehensivo y hasta violento (a lo largo de su vida protagonizó algunos desafortunados episodios que no se tratarán aquí). Lennon se crio en un ambiente hostil, su padre los abandonó y prácticamente no tuvo madre, su primera mujer le aburría. Se aferró a Yoko Ono, estrafalaria y extraña artista siete años mayor que él, con quien sentía una profunda unión espiritual, intelectual y sexual. Curiosamente Ono nunca había oído hablar de Los Beatles cuando conoció a Lennon.

John se pasó las sesiones más pendiente por atender a su mujer que de meterse de lleno en la música. De ahí se entiende que, en la cuenta final, sólo uno de los once temas que constituyen Let it be, “Across the universe”, pueda ser considerado como un gran aporte de Lennon. “Dig a pony” posee cualidades atractivas, no lo niego, pero apenas está a la altura de la de más floja de McCartney, “Two of us”. El resto de las contribuciones de Lennon, entre las que, repito, llegaron a la lista de pistas final, las encontramos en un tema de McCartney, “I’ve got a feeling”, donde introduce un puente; recuperando “One after 909”, una canción escrita seis años antes cuando todavía eran unos “niños”; o directamente divirtiéndose en temas improvisados que en la mezcla final fueron drásticamente reducidos a meros fragmentos de menos de un minuto, “Dig it” y “Maggie Mae”, pistas que poseen relativo interés.

Además de esto hay que tener en cuenta que la versión de “Across the universe” que finalmente terminó siendo parte de Let it be no estaba grabada en directo ni durante las sesiones ni obviamente tampoco durante el famoso concierto espontáneo que ofrecieron en la azotea del edificio de Apple con el que culmina el film, momento alucinante e irrepetible que pasó a la historia no sólo como su última presentación en público, sino como el acontecimiento que en sí fue, episodio al que iré más adelante. “Across the universe” es, pues, una grabación en estudio realizada meses antes.

Para no ser tan duro con el bueno de John que merece de sobra cualquier reconocimiento extra a su música, no olvidaré mencionar ese gran tema llamado “Don’t let me down», el cual sí forma parte del proyecto Let it be aunque no se haya incluido en el álbum. Fue una de las mejores canciones que se interpretaron en la azotea (¡qué sonido, qué groove, qué bajos, qué descaro, por favor!). “Don’t let me down” se publicó sólo a modo de single y 33 años después McCartney le hizo justicia incluyéndola en Let it be… Naked, reedición lanzada en 2003 a la que le dedicaré también unas líneas al final.

Otras razones que hicieron que el proyecto se mermara fueron la decisión de grabar las sesiones de ensayo en los Twickenham Film Studios, donde Los Beatles no estaban acostumbrados a trabajar (su búnker siempre habían sido los estudios de Apple en Abbey Road), siendo este lugar más frío y con peor acústica.

Punto clave para el desastre fueron las tensiones entre ellos. John parecía rígido a ratos. Al inicio de las primeras sesiones, ensayando “Two of us”, vemos cómo se crea un extraño triángulo entre Lennon, Ono y McCartney, en el que John se debate entre reservarse a su nueva amante o serle fiel a su viejo amigo y participar en la relación de juego y complicidad, no siendo capaz de articular ambas.

Las malas caras se dejaron ver pronto: ya en los primeros ensayos de “I’ve got a feeling” McCartney corrige la forma en que Lennon está haciendo descender las notas de su guitarra. McCartney le pide que mantenga la cuerda tensa y que no la deje caer bruscamente, porque así lo pide el tema. Lennon recibe las órdenes en silencio con una expresión en la que se le puede leer el fastidio, y se limita a tratar de sacar el sonido que McCartney le pide. Yoko se encuentra a su lado sin pronunciar palabra.

No sería nada a comparación de lo que vendría después. Harrison se vería envuelto en dos rifirrafes. Primero con McCartney, cuando éste le corrigió los riffs que estaba tocando en posteriores ensayos de “Two of us”. Harrison, que no estaba pasando sus mejores momentos y que llevaba tiempo sintiéndose menospreciado como compositor por la titánica dupla Lennon-MCartney, respondió molesto: “voy a tocar lo que tú quieras que toque, o no voy a tocar si no quieres. Cualquier cosa que te satisfaga lo haré». Paul entonces respira hondo y se excusa, decide dejar el tema y atender las canciones que John ha traído.

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En otra secuencia vemos a Ringo, que le tocó jugar el papel de conciliador entre todos, sentado frente a Harrison, quien le está mostrando qué canciones ha traído él para ensayar (ni Lennon ni McCartney están presentes). Da pena ver el estado de desánimo de George, desdobla sin ganas una hoja y aclara: “Se llama ‘I Me Mine’, pero si no quieres oírla a mí no me importa”. Ringo se ríe como diciendo, “hombre, cómo no me va a importar”. George rasguea su guitarra acústica, se trata de una canción de recelo, una diatriba contra el egoísmo. ¿A quién estará dirigida?

Pocos días después hubo otro encontronazo, esta vez entre Harrison y Lennon que según dicen casi llega a los golpes (estas secuencias no se muestran en el film). Visto lo visto, Harrison decidió abandonar la banda. Lennon, irritado todavía con él, sugirió que lo suplantara Eric Clapton. El proyecto ya se había pinchado.

Hubo que recoger los vidrios rotos y en menos de una semana los ánimos se calmaron. Convencieron a Harrison para que volviera a terminar lo que habían empezado. Aceptó, sin embargo aprovechó su posición para poner condiciones ya que no le parecía buena idea volver a girar con Los Beatles y menos si había esa clase de tensiones. Pidió que el proyecto se simplificase drásticamente, por tanto se abandonaron irremediablemente los planes de girar y de tan siquiera culminar con un gran concierto en directo. Harrison tenía claro que no era el momento de un proyecto de esas dimensiones, las energías no acompañaban. Sin embargo luego convino subir a la azotea cuando se lo propusieron.

La filmación, entonces, pasó de estar destinada a ser un complemento del concierto, una muestra de cómo Los Beatles se preparaban para grabar un álbum que les haría volver a la carretera, a ser un documental en sí mismo que testificó el resquebrajamiento del grupo.

Las condiciones de Harrison incluían dejar los Twickenham Film Studios y continuar en los sótanos de un edificio de Apple (en la calle Savile), donde estarían más como en casa.

De la misma manera en que el film no muestra el abandono y el retorno de Harrison, tampoco se dan explicaciones cuando la banda se traslada de un lugar a otro. Simplemente un día la cámara les ve llegar a cada uno al edificio de Apple en sus cochazos de la época.

Harrison, además, pudo invitar a las sesiones al teclista Billy Preston. Lo hizo para conseguir un doble objetivo, suavizar las malas vibras entre ellos a través del buen rollo que se generaría con la estancia del afroamericano, y enriquecer algunos temas con su buen hacer interpretativo. La estrategia de Harrison funcionó. No obstante, lo cierto era que en el fondo subyacía la presencia fantasmal de una inminente separación. La fascinante historia que como banda estaban escribiendo, destinada a convertirse en cumbre y canon del rock-pop para el resto de nuestros días, se estaba acercando al último capítulo del libro. Parecía estar llegando la hora de dejarlo estar.

Como el proyecto se había torcido, decidieron filmar algunas sesiones más, dejar testimonio del momento lo mejor que pudieran, y culminar el film subiendo a la azotea del mismo edificio de Apple y empezar a tocar sin más, sin haberlo anunciado ni nada. ¡Ver qué pasaba, qué diablos!

Hoy diríamos que aquello se trató de una performace-concierto. Fue un 30 de enero de 1969. Las imágenes son famosas y forman parte del colectivo imaginario mundial. Tocaron cerca de 42 minutos ante el asombro de los paseantes, habitantes y comerciantes de la zona y el enfado de algunos vecinos quisquillosos y el de la policía, que fue a acabar con el espectáculo pero sin arrestarlos, para decepción de Ringo, que tenía ganas de liarla aún más. McCartney, que tiene fama de ser el más blando, era el que más claro lo tenía: tocamos hasta el final, así tengamos a toda la policía de Londres aquí delante.

Lennon vestía un abrigo peludo, McCartney gastaba elegancia, Ringo se cubría con una gabardina impermeable roja y Harrison, que seguía siendo el más retraído, lucía pantalón verde; a pesar de no estar del todo en sintonía con la banda, la guitarra de George es afilada y la hace chispear con maestría. Billy Preston subió con ellos enfundado en una gabardina de cuero, y si bien se mantuvo en un correcto segundo plano, se lució sobre todo en «Get Back», otro temón de McCartney que se encuentra entre los mejores del álbum.

El repertorio fue “Get Back” (la tocaron tres veces), “Don’t let me down” (dos), “I’ve got a feeling” (dos), “One after 909” (una) y “Dig a pony” (una). Estaban literal y metafóricamente por las nubes. El espíritu con el que acometieron el directo en la azotea hacía creer por momentos que nada malo entre ellos estaba pasando. Subieron a los cielos como diciéndole al mundo: “nosotros somos lo Beatles y esto es lo que sabemos hacer; nos podemos permitir paralizar el barrio en diminutivo y paralizar al mundo en aumentativo, salir en todos los diarios del universo. Lo valemos. Y que sea ahora el tiempo el que nos juzgue porque nosotros ya nos vamos”. La famosa frase final de Lennon en tono sarcástico parece ser una metáfora de esta idea: «Me gustaría decir gracias en nombre del grupo y espero que hayamos pasado la audición». Ver aquello debió de haber sido increíble.

Si bien es cierto que el documental finaliza con el concierto en la azotea, al día siguiente, 31 de enero, se volvieron a reunir para grabar una última sesión en el sótano del edificio de Apple que en el film se muestra antes que el concierto en la azotea. En esta última sesión, que fue muy íntima en contraste de la euforia del día anterior, se registraron tres temas: “Two of us”, “Let it be” y “The Long and Winding Road”, todas de Paul. Esta es una sesión que todo mccartniano debe reverenciar puesto que acontecemos al momento en que se suscita una cumbre del rock-pop de autor de todos los tiempos, en la que presenciamos no a Los Beatles, sino a un Señor Músico llamado Paul McCartney tocado por la varita, en estado de gracia, abriendo su corazón y dejando un testimonio impagable sobre cómo redimirse y entregar todo lo que eres a través de la música, acompañado por tres grandes músicos y un invitado que no lo era menos.

Todo hay que decirlo, la interpretación de “Two of us” es correcta pero no acaba de despegar porque el tema tampoco da para más. La que registran de “Let it be”, pieza icónica del siglo XX que McCartney compuso en memoria de su difunta madre, impacta y convence, pero considero que uno o dos ensayos más no hubieran venido mal para que presentase un mejor acabado. No es que la ejecuten incorrectamente, ocurre que el tema posee más potencial del que consiguen lograr en ese momento.

Es probable que “The Long and Winding Road” también hubiese mejorado técnicamente si la hubiesen practicado más, sin embargo, la interpretación tal como la registraron posee ese no sé qué que directamente la convierte en un trozo de eternidad que a su vez define de manera sublime el estado melancólico del momento. Todos los elementos de esta pieza se insertan en la más lograda y conmovedora armonía, cima que se encuentra sin lugar a dudas entre lo mejor del repertorio de McCartney, que no es decir poco.

Una vez acabadas las sesiones, para colmo de males, las grabaciones pasaron por varias manos que produjeron y mezclaron el material, sin que ninguno de los resultados llegase a tener unánime aceptación. Glyn Johns y George Martin hicieron parte del trabajo pero hubo diferencia de opiniones y se dejó aparcado el proyecto porque justo en ese momento Los Beatles habían decidido hacer las paces, entrar al estudio sin cámaras de por medio, grabar Abbey Road y cerrar el ciclo ofreciendo el mejor de sus rostros.

Finalmente fue Phil Spector, quien ya para entonces era una deidad como productor, el encargado de remezclar el material de manera definitiva. Spector no respetó el concepto del álbum que consistía en mantener y pulir la música sin más artificios que como fueron grabadas e introdujo todo tipo de arreglos. Harrison y Lennon se mostraron conformes y defendieron su trabajo; McCartney se disgustó ya que el polémico productor había transformado sus canciones en otra cosa. “The Long and Winding Road” pasó de ser una balada íntima con el piano como protagonista (un piano Blüthner, por cierto), a verse revestida por coros femeninos y arreglos de cuerda. Personalmente me parece muy atractivo el trabajo de Spector pero definitivamente me quedo con la versión desnuda, es más pura, cercana y emocionante.

A consecuencia de todo este atropellado proceso (que se extendió al terreno de las disputas legales), Let it be se publicó después de Abbey Road. El film ganó un Óscar a la mejor banda sonora pero ninguno de Los Beatles estuvo presente para recoger el premio, en su lugar encomendaron a Quincy Jones . Una reseña en el periódico británico The Sunday Telegraph la describió así: «una película muy mala, pero al mismo tiempo enternecedora […] sobre la ruptura de esta tranquila, geométricamente perfecta, y alguna vez atemporal familia de compañeros».

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A lo largo de los años, McCartney siempre mostró su descontento cuando le preguntaban por el resultado final de Let it be. Y no fue hasta el 2003 que pudo sacarse la espina con la ayuda de Paul Hicks, Guy Massey y Allan Rouse, los productores que volvieron a trabajar sobre el material, eliminando todo rastro de Spector con el fin de conseguir un sonido que se acercara lo máximo a la idea original. Así es como surgió Let it be… Naked. Vale la pena detenerse a analizar detenidamente las diferencias entre el disco de 1970 y el del 2003, las virtudes y puntos flacos de cada uno, pero eso me parece que será material para otro artículo en el futuro.

Si bien es verdad que Let it be representó el punto de fractura más claro de la banda (aunque las tensiones ya habían empezado desde el White Album), también y como no podía ser de otra manera tratándose de quienes se trataban, a lo largo del documental se muestran momentos encantadores, auténticos y geniales: vemos a Mal Evans, el asistente del grupo, producir los famosos martillazos de “Maxwell’s Silver Hammer” (tema que se incluiría en Abbey Road) golpeando una barra de metal durante los ensayos; Ringo y McCartney tocando en el piano a cuatro manos un alegre boogie-woogie; John y Yoko bailando al compás de la música; McCartney interpretando “Bésame mucho”, tema de 1940 compuesto por la mexicana Consuelo Velázquez; Harrison ayudando a Ringo a componer “Octopus’s garden” (otra canción que acabó en Abbey Road); Heather, la primera hija de Linda Eastman resultado de un matrimonio anterior al que formalizara con Paul, le gasta una broma a Ringo, percutiendo la tarola de su batería mientras está desprevenido, asustándolo; Lennon, Harrison, Ringo y creo que hasta Preston le toman el pelo a McCartney interpretando una versión de “The Long and Winding Road” con ritmo bossa nova, al principio Paul se une pero en breve les pide que paren y que se concentren porque la pieza es más bien seria…

En fin, el film de Let it be es un documento interesantísimo en sí mismo y fascinante si se siente simpatía y admiración por los cuatro de Liverpool.

Definitivamente la historia de Los Beatles es apasionante.

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