Leo Bassi (New York, 1952) es un artista cómico-teatral que genera gran controversia y alboroto ahí donde hace acto de presencia. Si bien nació en Estados Unidos, se puede decir que en realidad es de varios países (teniendo en cuenta su origen italiano) o de ninguno (su familia, dedicada al circo, no tenía residencia fija), o, como a mí me gusta verlo, que él (y cualquier persona) es del lugar donde se encuentra (ahí donde el individuo respira, sueña, ríe y llora). De hecho, más de una vez ha aclarado en entrevistas que su decisión deliberada fue la de vivir en España –o como él lo dice: “romper los cojones en España”– y lleva haciéndolo desde 1997; por lo tanto, Leo Bassi (también) es español. Yo añadiría incluso, y por ello es importante, que no se trata de un ciudadano en España cualquiera, sino uno que demuestra con hechos (abriendo debates, planteando soluciones, señalando el absurdo y perverso panorama que nos rodea) y no con mera pantomima querer auténticamente lo mejor para el país, buscando que la justicia ejerza más equitativamente sobre todos.
Bassi se autodefine a sí mismo como un bufón. Y sí, en verdad lo es, entre otras cosas porque ha heredado las maneras guasonas de su estirpe: hasta el momento, los Bassi han hecho reír al público durante seis generaciones. Sin embargo, a mi entender, su figura es más compleja que lo que abarca esa mera etiqueta. Leo también es un agitador cultural, un provocador, un removedor de ideas preconcebidas, una especie de filósofo y ante todo un humanista excepcional.
Algunas de las obras que ha montado son El BassiBus (2004-2008), una originalísima idea que trascendía los formatos escénicos. Era una mezcla de periodismo, espectáculo y denuncia, a la manera de un tour turístico o, como se definió en su momento, un tour político, realizado en diferentes ciudades de España. A los asistentes de la obra se les indicaba de forma concreta el lugar, la fecha y hora donde un autobús los recogería sólo a ellos. Una vez dentro y sin saber el itinerario (cambiaba en cada trayecto), Leo Bassi fungía como guía y les llevaba por una ruta que se enfocaba en torno a los casos de corrupción, amiguismo y especulación que se habían consumado recientemente o que estaban en vías de hacerlo a lo largo de esa ciudad, frutos de la horrorosa burbuja inmobiliaria que ha derivado en la crisis que estamos viviendo. Así, les daba algo de luz a algunos casos que los grandes poderes económicos y políticos preferían mantener ocultos: construcciones de viviendas y de edificios que habían sido financiados de manera dudosa; desalojamientos de barrios pobres (o medianamente pobres) donde, por alguna razón, el suelo se había revalorizado; y demás arbitrariedades. Era una especie de manifestación escénica en la cual, por supuesto, también había cabida para el humor porque se generaban situaciones extrañas e hilarantes.
Es importante mencionar La Revelación, obra que Bassi representó en el Teatro Alfil de Madrid durante el 2005 y hasta el 2007. En ella homenajeaba de manera clara y sin tapujos el laicismo y criticaba el oscurantismo, las sectas y los fundamentalismos de todas las teologías monoteístas. Como si fuera un grito de guerra, el montaje era una declaración de principios rotunda: “En el Nombre de la Razón: Que tiemble la Fe”, clamaba Leo. La Revelación molestó a los conservadores del país y el 1 de marzo del 2006 la ultraderecha católica intentó atentar contra Bassi colocando una bomba casera cerca de su camerino. Por suerte, el artefacto fue neutralizado a tiempo y lo único que consiguieron fue que la obra se representase con éxito el tiempo que estuvo en cartel.
Luego vendría Utopía (2009), en la cual exponía, entre otras cosas, la falsa pasión de los partidos de izquierda institucionalizada, las diferencias fundamentales entre ideologías políticas contrarias, y la necesidad de revitalizar un idealismo social, que se ha ido dejando de lado, ante el implacable avance del neoliberalismo sin escrúpulos, todo esto de una manera sencilla, clara, amena y cómica.
Recientemente, a finales del 2012, Bassi instauró en Lavapiés (el barrio más progresista de Madrid) una emergente religión que ha creado a partir de muchos años de reflexión: el Patolicismo. Es un culto que, según sus propias palabras, “sacraliza el Humor y la Risa como expresión del más alto intelecto humano”. Su divinidad es un pato de hule amarillo (como el que se encuentra en algunas bañeras) y representa todo lo contrario a la mayoría de deidades (normalmente autoritarias, paternalistas, vengativas, reprobatorias): este es un dios pequeño, humilde, divertido, simpático, inocente, inofensivo y que acepta la imperfección de los humanos como signo de su naturaleza. “Los que nos insulten serán llamados por el nombre de Anti-Páticos”, reza uno de los puntos de su dogma, pero otro asimismo apunta: “En la Iglesia Patólica o Patolicismo nada ni nadie puede situarse por encima de la posibilidad de ser diana de burlas y chistes, sin excepciones y sin restricciones (al de fuera de la violencia física, totalmente prohibida en esta religión)”. Si uno se acerca a la hasta ahora única iglesia tangible del Patolicismo, se encontrarán, entre otras cosas y además de un montón de alusiones al patito amarillo, un escudo en el cual se puede leer la inscripción latina Ubi dubium ibi libertas (Donde hay duda, hay libertad), una certera sentencia de hace más de dos mil años que la religión católica ha querido esconder como si esa reflexión nunca hubiese existido. De las paredes del templo cuelgan diversos retratos de pensadores y humanistas afines al ateísmo o progresismo. A modo de reliquias, en un altar están depositados un hueso de dinosaurio auténtico (símbolo de los hallazgos científicos, pero también una pieza ósea mucho más antigua que cualquiera que pueda haber en otros santuarios), un pedazo de la Ágora de Atenas (cuna de la civilización occidental y la democracia), un volumen de Pantagruel de Rabelais (uno de los primeros textos anticlericales publicado por primera vez en 1789), y otro libro, más actual, ¡Indignaos! (2010) de Stéphane Hessel (texto que ha inspirado a los recientes movimientos sociales en Europa, como lo es el 15M). Cada tanto se celebran misas en las cuales se exponen y debaten ideas y/o cuestiones acordes al (libre) pensamiento de esta fe. En fin, les recomiendo encarecidamente que busquen en la web información y vídeos de esta y sus demás representaciones.
Que se santigüen los conservadores, que se irriten los políticos de derechas y sus simpatizantes y que la banca y los grandes empresarios se atraganten: Leo Bassi es uno de los grandes rompecojones de nuestro tiempo. ¡Y que viva el Pato!
Artículo publicado originalmente en Satélite Media.
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