Lo primero que pensé al terminar Fe de horizonte (Grupo Palimpsesto, 2015), fue “quiero leer los poemarios anteriores del autor”. Después de los primeros momentos de digestión, necesarios en una obra de levedad trabajada pero repleta de contenidos sustanciosos, de retos al lector, de bofetadas y sugerencias para contemplar el mundo desde otras perspectivas ajenas a lo rutinario; tras los primeros instantes de asunción de lo entresacado de los versos me acometió una curiosidad sobre las obras previas de Mario Álvarez Porro. Se nota que lo que contiene este libro es sólo una fracción de algo más grande. Esto no es algo que lo desmerezca, al contrario, es una evidencia de que el universo poético del autor viene de atrás, no es un capricho parcial contenido en unas pocas páginas sino el reflejo de una intención ambiciosa de aprehender y contar el mundo en su totalidad, hacerlo desde la visión poética particular de alguien que nos ofrece un mirador privilegiado y perfecto para apasionarnos.
Los dos primeros poemarios de Álvarez Porro, Negociando el dolor (2011) y La palabra en llamas (2013), están publicados por la editorial Ediciones en Huida y con sólo echar un vistazo a sus títulos ya intuimos la presencia de contenidos e intenciones compartidos con el texto que nos ocupa. El propio autor defiende la unidad de su obra como si de un único poema se tratara todo lo que escribe, una entidad indivisible y cambiante pero sólida, con cartografía difusa, que espera a ser descubierta.
Centrándonos ya en Fe de horizonte, publicado por Grupo Palimpsesto en los meses finales del pasado año, lo primero a destacar es su variedad perfectamente estructurada en tres partes con las que sucede el mismo fenómeno mencionado antes: la unidad, la solidez. Tres fragmentos de un todo.
La primera parte, “De los incipientes (vía purgativa)”, aparece como una explosión, como un big bang poético. La obra nace en ella pero lo hace ya adulta, tajante en su lenguaje despojado y sencillo, acorde con cierta actitud cercana a la mística que impregna todo el poemario.
porque al finaldespués de tantoquisiste ser sólo horizonteserá por elloque se te condena
porque al final
después de tanto
quisiste ser sólo horizonte
será por ello
que se te condena
La segunda, “De los proficientes (vía iluminativa)”, es vibrante. Habla de la búsqueda de los que quieren conocer la realidad, la verdad detrás de la fe que destruye las falacias de lo evidente. Se asienta esta sección sobre la poderosa imagen de un cielo trocándose por la tierra, intercambiando lugar y funciones. Esta idea-esqueleto está bien elegida y se aprecia el oficio del autor a la hora de conseguir que algo que nos podría parecer ya leído impacte y emocione. El cielo de este poeta es otro cielo, que nos resulta familiar pero que, al acudir a él, nos desconcierta por su extrañeza y por todo lo que ofrece.
y si desciende a la tierra el cieloya no habrá cielo que valgasi no es cielo a ras de sueloel cielo según la tierracasi a cualquier precio
y si desciende a la tierra el cielo
ya no habrá cielo que valga
si no es cielo a ras de suelo
el cielo según la tierra
casi a cualquier precio
Llegamos a la tercera y última pieza de este sencillo rompecabezas que al ser armado destila trascendencia. En “De los perfectos (vía unitiva)” sigue actuando la iconografía del enfrentamiento entre cielo y tierra, pero aparece una nueva imagen: el horizonte, que se nos presenta como meta, como aspiración, como duda y como promesa. Esta es la sección más dinámica, el poeta varía formas y se permite algunos poemas con recursos gráficos bien elegidos. Destaca un tono de reto amable, la voz poética nos incita con afabilidad pero con firmeza a perseguir nuestro propio horizonte. Pero no se dejen engañar, como en toda la obra, la tranquilidad aparente oculta el fuego, la petición descarnada, el golpe que pretende despertarnos a la evidencia: es urgente sentir y mirar, y hacerlo con autenticidad y valentía.
así que vendonde no vienen los demásdonde ya nadie vieneadéntrate total
así que ven
donde no vienen los demás
donde ya nadie viene
adéntrate total
En definitiva, lo que nos propone el poeta es un paseo por el límite incendiado. Nos desafía a hallar nuestros propios confines en llamas. Utiliza una voz de apariencia pausada pero que se rebela a la mínima oportunidad y nos muestra su vehemencia y su seguridad para tomarnos del pecho y arrastrarnos.
ven a ser horizontea separar el cielo de la tierraven a sentir el límitede ir más alláa latir por encima del latir
ven a ser horizonte
a separar el cielo de la tierra
ven a sentir el límite
de ir más allá
a latir por encima del latir
Encontraremos en este libro una poesía contundente y sin fisuras que despliega sin vanidad pero con seguridad esa fe rotunda que anuncia el título del poemario. Apreciaremos cómo el autor eleva por encima del papel del poeta y de la propia poesía la necesidad de sentir. Desprendimiento para poder alcanzar la solidaridad y la unión, para ser más que simples seres que medran, para destruir la apariencia. Arder y después callar, recomponerse, volver a empezar, eso es Fe de horizonte.
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