19/09/2015, Auditorio Nacional, Madrid.
David Afkham debutó como director de la Orquesta Nacional de España en Madrid como lo hacen algunos delanteros que vienen respaldados por prestigiosos clubes, que llegan a la capital rodeados de expectativas y que en su noche de estreno en el Bernabéu o en el Calderón se saben observados y por ello deleitan al aficionado, muestran sus credenciales, revelan su técnica, roban suspiros a las muchachas, se lucen realizando jugadas inesperadas, sudan si hace falta, dibujan un poema en el área y marcan de forma vistosa, para el regocijo general. Noches en que es necesario manifestar el esfuerzo y la valía pero a la vez cuidando guardar el misterio porque la temporada es larga y más vale no quemar todas las naves a una.
Así fue la noche para el director alemán de piel persa: triunfal. El auditorio madrileño se le arrojó nada más se apagaron las últimas notas de la Segunda Sinfonía, “Resurrección”, de Mahler. El público ya le quiere. Y si bien es cierto que a Afkham ya se le había podido ver en este mismo podio como director invitado, su debut fue la confirmación de lo que ya se intuía: que conecta con esta ciudad y su audiencia.
Aunque todo hay que decirlo: como de costumbre algunos vinieron, compraron su entrada y no pusieron la más mínima atención, no se metieron en el partido, y más bien al contrario, lo pusieron difícil para que los demás nos mantuviéramos concentrados. Señores, señoras: si van al auditorio, compórtense y no jodan a los demás. Familias: controlen a sus abominables criaturas.
Por cierto, curiosamente del otro lado del charco, en la Ciudad de México, Alondra de la Parra al mando de la Orquesta Filarmónica de Londres también estuvo reviviendo esta misma partitura de Mahler los días 17 y 18. De la Parra es una figura muy polémica en su país y me temo que quizá no es tanto por sus aptitudes como directora como así sus múltiples detractores quieren hacer notar, como sí por su tirón mediático y porque se trata de una mujer exitosa en un país machista y envidioso. En fin, es un tema que se me antoja más complejo de lo que se quiere admitir pero eso es materia para otro artículo.
En Madrid, Afkham sostuvo la batuta con firmeza, y fue de menos a más como la propia obra. Por momentos el sonido que extraía de semejante orquestón le empequeñecía. Y es normal, Mahler es mucho Mahler. Pero no sólo él se empequeñecía, también el propio auditorio, la misma orquesta.
El final fue impresionante. De qué manera se van sumando elementos: Los metales, que aparecen de pronto detrás de la orquesta (la sección de cuerdas presentaba una disposición antifonal, siendo la colocación preferida por Mahler); el coro, que sopla nubes; la contralto (Christianne Stotijn), la soprano (Kate Royal), cantando sobre el dolor y la redención etérea; el órgano, por si no era suficiente potencia ya. Es un final apoteósico que deja un nudo en la garganta. Los acomodadores tuvieron que tirar de nuestras prendas porque terminamos flotando. Fue un primer concierto que promete una temporada de grandes emociones.
Durante los vítores oí detrás de mí a una persona exclamando que “a ver si David daba un bis o algo”. Me pareció una idea ridícula y hasta estúpida. Después de una sinfonía de Mahler no hay más que punto y final.
Foto de cabecera David Afkham: Laura Martínez Lombardía.
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