Teatro Circo Price, Madrid. 18 de julio 2012
Con un aforo casi completo, las hermanas Casady, mitad estadounidenses y mitad francesas, ofrecieron un peculiar concierto en donde extraña y audazmente mezclaron su inclasificable pop experimental con la música hindú del conjunto Roots Rajasthan. Una fórmula que misteriosamente embonó a la perfección.
No es que las CocoRosie pretendan ser raras nada más porque sí, se nota que persiguen ante todo un ideal artístico nada convencional y sí muy personal que las convierte en un suceso aparte entre la fauna del mundillo del pop actual. De hecho, esta es la gran diferencia entre éstas y otras figuras del pop a las que también se les podría calificar de “raras” por sus atuendos estrafalarios e imposibles, no obstante sus músicas, más ordinarias y dirigidas a las grandes masas, aportan más bien poco a oídos exigentes.
Bianca y Sierra, sus nombres reales, abrieron con la sugerente «God Has a Voice, She Speaks Through Me» y desde el segundo tema ya tenían al público metido totalmente en el bolsillo, decantados de antemano por la singular proyección de estas chicas.
Mostraron dos atuendos distintos durante la noche (Sierra siempre más femenina que Bianca que es más dada al marimacheo) y por unos minutos dejaron el escenario sólo a los Roots Rajasthan para que se lucieran en una impecable ejecución de música netamente hindú. Éstos animaron al público para sostener un diálogo entre palmadas e instrumentos que culminó en una especie de batalla contra un virtuoso beatboxer que acompaña también a CocoRosie (de nombre Tez).
Las hermanas interpretaron «We are on fire» y «Tearz of animals» de su más reciente trabajo, el EP que recibe el mismo nombre que estos temas ya citados (CocoRosie Productions/PIAS, 2012) en el que colaboran Dave Sitek (Tv on the Radio) y Antony Hegarty (Antony and the Johnsons); «Undertaker» y «Lemonade» de su último LP, Grey Oceans (CocoRosie Productions/PIAS, 2010); «Rainbowarriors» y «Werewolf» de The Adventures of Ghosthorse & Stillborn (Touch and Go Records, 2007); entre otras. Su homogéneo repertorio tan apegado a una estética determinada es, quizá, el único punto flaco de sus presentaciones ya que puede resultar una experiencia sónica un tanto monótona e incluso nauseabunda por ese excesivo ropaje febril, un tanto tétrico y a ratos infantiloide con el que visten todas sus piezas.
Las voces alargadas de Sierra, que busca lo épico y lo etéreo, y la voz aniñada de Bianca (es como si succionara helio antes de los conciertos), convencieron e impresionaron. La noche encontró su culmen ya en el encore, luego de casi hora y media de música, durante la interpretación de «Turn me on», exaltación que dio pie a que Sierra se atreviera a surfear entre el mar de gente que había en la pista y en donde, me consta, alguno aprovechó la ocasión para manosear más de la cuenta (sin que esto molestase a la cantante).
Aprobadas, definitivamente.
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