Tristísimo el panorama electoral en México este 7 de junio, sin duda. Prácticamente no hay ni candidatos ni mucho menos partidos convincentes. Es un cuadro que empuja a los ciudadanos más críticos a anular su voto y a los más apáticos directamente a pasar del tema, y eso hace que los de siempre se posicionen con más fuerza. A la vez pienso que esta realidad no siempre va a ser así porque es insostenible, tarde o temprano tendrán que aparecer alternativas más o menos fiables. Pedro Kumamoto en Guadalajara es ejemplo de ello. Como él otros 21 candidatos independientes se presentan en estas elecciones, aparentemente sin el apoyo de ningún partido.
En España, al menos, existen varias alternativas, muchas más que en México. Lo he visto con mis propias gafas, por ejemplo y yendo a lo básico, en los colegios electorales cuando he acompañado a mi pareja a votar en los que he encontrado las listas de cada partido, constatando la variedad (independientemente de que muchos de ellos puedan estar interesados en los mismos fines “buenos o malos”); y algunas de esas alternativas, considero, podrían ser realmente constructivas de tener apoyo popular. De hecho, ya está pasando: Ada Colau en Barcelona, Manuela Carmena en Madrid, y algunas otras/os.
Lamentablemente, a México le queda un larguísimo y agobiante camino por recorrer todavía para llegar siquiera a poder ofrecer alternativas políticas sólidas en las que el pueblo no sólo pueda creer, sino verse realmente representado. Aún no hablemos ni de que estas propuestas puedan atraer convocatoria popular lo suficientemente consistente (porque la campaña de Kumamoto podrá ser muy atractiva y seguramente marcará precedente, pero a corto y mediano plazo su impacto será más bien menor, y no precisamente por culpa de Kumamoto ni de su equipo; sin embargo a largo plazo esto sembrará buenas cosechas no sólo en Guadalajara, sino en todo el país; sólo espero que este candidato no se rinda, siga sumando y no pierda el eje de sus motivaciones).
Yo sí estoy plenamente convencido de las grandes, enormes, insalvables, diferencias que separan al espíritu de la izquierda del de la derecha. Otra cosa muy distinta es que los partidos tradicionales de la izquierda en México (España y todo el mundo) ya no sean realmente de izquierdas, sino entes pervertidos integrados en una espiral demoniaca en la que actúan sin principios ni valores, alejados de las necesidades de la gente, sin consciencia histórica ni cultura ni visión, desgastados, sin sentido… Desde luego, sobra decir que ni siquiera se molestan en combatir el capitalismo. Por otra parte, tampoco hay que confundir el espíritu esencial de la izquierda con lo que se hace muchas veces y por malaventura en nombre de ella (Stalin…).
El mexicano que piense hoy que partidos como el PRD, el PT u otros en “primera línea” electoral sean La Izquierda, así sin más, está desnortado, ya no sabe dónde quedó Yucatán y dónde Sinaloa, confunde conceptos, no sabe analizar la complejidad de la realidad, se quedó hace mucho vaticinando tres o cuatro ideas preconcebidas que hoy ya se han desfigurado; a lo mejor y hasta cree que Rusia sigue siendo comunista. Por su parte, a MORENA los veo balanceándose entre la mediocridad conocida y ciertos chispazos de reformación, si bien es cierto que aún dejan mucho pero muchísimo que desear y la verdad es que dudo que alguna vez lleguen a representar el camino a seguir…
A pesar de lo expuesto tengo que decir que no todo está perdido, sin embargo a la vez también pienso que la transformación social acontece de forma tan lenta y la destrucción y manipulación tan rápida, que no veremos materializado una evolución significativa nunca porque antes habremos destruido el planeta y toda la vida en él. Y no será tanto por la culpa de quienes lo están intentando, sino, especialmente, por méritos de esta sociedad tontorrona, miedosa e inconstante que se rehúsa a cambiar y a decidirse a agarrar al toro por los cuernos y pararle los pies a este sistema injusto y deshumanizado. Una sociedad que, por ahora, todavía tiene temor de ser libre y conscientemente feliz.
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