Este 15 de junio tuve la oportunidad de ver a Ellos por segunda ocasión en directo. La primera vez fue en el 2008, el año que llegué a Madrid, en el Centro Cultural Julio Cortázar en Valdezarza (es decir: en un edificio del ayuntamiento destinado a actividades educativas y artísticas en un barrio más o menos periférico de la ciudad). Fui con un amigo, Abidan, y ninguno de los dos conocíamos la banda en profundidad, apenas de oídas, pero nos animamos a ir porque éramos nuevos en la ciudad y queríamos exprimirla, además de que el concierto era gratuito. Si no recuerdo mal, fue un día muy caluroso de verano. Me sorprendieron varias cosas: en primera, que el ayuntamiento programase conciertos como aquél, indie-pop con el necesario atractivo e interés para un público, digamos, “alternativo”. En segunda y más impactante, que cuando llegué al centro cultural casi no había nadie esperando el concierto. Los únicos asistentes eran un puñado de ancianas del barrio y dos o tres chavales medio hip hoperos, medio malandros. Abidan y yo nos miramos como preguntándonos si no nos habíamos equivocado de sitio pero cuando vimos que sí estábamos en el lugar indicado creo que nos reímos porque aquello era un verdadero fracaso. Si en México, y más concretamente en Morelia que es de donde soy, hubiese este tipo de infraestructuras y apoyos que permitiesen secundar conciertos gratuitos de bandas locales tan buenas como Ellos, estoy seguro de que se abarrotarían. Pero ese día no éramos ni quince asistentes, de los cuales, como ya digo, Abidan y yo parecíamos ser los únicos que podían estar medianamente en sintonía con el grupo (aunque tampoco sin pasarse porque nuestros gustos no se reducen sólo a estos estilos).
Ellos, al ver aquel panorama, se lo tomaron a broma (Guille Mostaza, el cantante, sacó una foto a las ancianas porque yo creo que nadie le iba a creer si no lo hacía) y se les notaba levemente decepcionados, pero aun así ofrecieron un directo solvente y con empuje. No sabía cómo, pero todas sus canciones parecían sonarme ya. Enganchaban a la primera por su frescura y fuerza juvenil. Aquello no era una mera bandita mediocre dando un conciertillo de mierda en un centro cultural sin audiencia cualquiera, sino que parecían un conjunto bien rodado con un repertorio lleno de hits instantáneos (escúchese por ejemplo «Diferentes», «En tu lista», «Campeón», «El anillo», «Lo dejas o lo tomas», «Cerca», entre otras), uno tras otro sin parar; sus canciones son pop redondo y desenfadado, de estribillos como himnos para desgañitarse la garganta, de sintetizadores, estimulantes bases de ritmo y guitarras distorsionadas.
Al final nos fuimos con una buena impresión de Ellos. Luego Abidan se tuvo que ir de Madrid porque ya no tenía medios económicos, yo me pude quedar por los pelos y entre una cosa y otra han pasado los años. Investigando tiempo después supe que Ellos, aquel dúo que vimos ese extraño día, no eran unos novatos, sino que llevaban desde 1999 dando guerra y que habían publicado ya cuatro álbumes de larga duración: Lo tuyo no tiene nombre (2001), Ni lo sé, ni me importa (2003), Qué fue de Ellos (2008, disco que estaban promocionando en ese momento que les vimos) y Cardiopatía severa (2010).
Comprendí entonces que habíamos presenciado un concierto de dos muy buenos músicos (el otro es Santi Capote, el guitarrista, totalmente distinto a Guille Mostaza porque es callado e introvertido) que se habían ganado el cariño de un montón de gente popi por sus atrevidos y divertidos temas. La pesquisa hizo que me asombrara aún más. ¿Cómo es posible que una banda de estas características no tenga más proyección no ya a nivel internacional, sino tan sólo en España? Posteriormente (hace unos meses apenas) otra vez los ojos se me volvieron a quedar como platos: Ellos, a través de sus canales oficiales –Facebook y Twitter-, pedían a sus fans, amigos y conocidos que les ayudasen a financiar, mediante una plataforma de crowdfunding, una serie de sencillos en vinilo de edición limitada (ya se ha publicado el primero, llamado Lengua Viperina), los cuales derivarán en otro álbum de larga duración que saldrá este próximo mes de octubre. ¡Increíble que una banda ya considerablemente asentada como Ellos tuviese que recurrir a un recurso como ese! Primero aquel concierto casi sin público y ahora esto.
Y así, como se preveía, Ellos consiguieron su objetivo e incluso rebasaron la meta que se habían propuesto. Para celebrar la exitosa donación que obtuvieron, ofrecieron un concierto en la sala Siroco para mostrar las nuevas melodías pero también para revisitar los hits, directo al que asistí en calidad de invitado debido a un golpe de suerte.
Me encontré esta vez con unos Ellos más confiados que cuando yo les vi con Abidan. Estaban rodeados de caras amigas y familiares (sus mecenas, ni más ni menos), lo cual les aseguraba una noche triunfante. Les noté también más resolutivos con sus instrumentos. Descubrí entonces a un Guille Mostaza superior al teclado, su interpretación fue sobresaliente. En el sonido y la estructura de las canciones de su último maxisingle se percibe notablemente la influencia de Miguel Bosé, uno de sus ídolos. Y esta incursión les sentaba muy bien porque el ejercicio de ese pop estilizado encaja maravillosamente con el resto de su set más jovial.
Pero, quizá por el hecho mismo de estar en terreno seguro, su actitud durante el concierto fue un tanto chocante. Guille Mostaza es presumido, vanidoso, arrogante, prepotente… debido seguramente a una profunda y maniática inseguridad y a una educación mimada. No diré que no, a veces su irreverencia es divertida pero definitivamente creo que peca al alimentar de más su ego en el escenario, entorpeciendo así el estupendo espectáculo que montan (al menos a mí no me interesan sus filias megalomaniacas como sí su música). Llegué a la conclusión de que lo peor de un concierto de Ellos es tener que aguantar a Guille Mostaza entre una canción y otra. Una muestra de inmadurez (porque un adolescente precisamente no es: nació en 1977) que puede llegar a eclipsar su fructífero trabajo. A Guille Mostaza, al menos al Guille que yo vi hace apenas unos días, le falta más seriedad y menos tontería (sólo un poco, tampoco se trata de que ponga cara de mala leche), más profesionalidad y menos necesidad de atención extramusical (¡si ya lo hace cojonudamente bien cuando interpreta sus canciones!, si hasta parece un actor representando una obra de teatro). A Mostaza le sobra talento para manufacturar temazos pop pero su YO le pierde.
Es tan sólo mi opinión y quizá me equivoque porque estoy discurriendo sobre lo que he visto y sentido sin conocerlo a profundidad. Pero quizá también ese haya sido uno de los puntos clave, entre otros tantos que no tienen nada que ver con su personalidad (por ejemplo: haber estado en el lugar y momento indicado; que el grueso de la población no fuese tan exageradamente borrega, etcétera), para que Ellos no hayan despegado como podrían haberlo hecho. De otra manera no se entiende que este buen puñado de hits de masas no lo sean como tal. Y me temo que ya es demasiado tarde para ello…
Artículo publicado originalmente en Satélite Media.
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