“La pureza es una mezcla olvidada”, sentencia Jorge Pardo (Madrid, 1956) en algún momento del documental Trance, firmado por Emilio Belmonte (Almería, 1974), quien siguió al mítico flautista y saxofonista por espacio de algo más de año y medio para hacer esta road movie flamenca-jazz, pisando lugares y países como Madrid, Mojácar, Granada, Jerez, Sevilla (ese garbeo por Las Tres Mil Viviendas que termina, cómo no, en baile), Francia, Nueva York, India, Marruecos…
Dicen que Pardo está presente en más de 250 conciertos al año y que pasa unos cinco días al mes en su “residencia fija”. Todo un trotamundos, un bohemio hippie ejemplar, un nómada que sabe que está al servicio de la música y ella manda sobre todo lo demás.
De Sonny Rollins a Camarón, en el aire que exhala Jorge Pardo a través de sus instrumentos de viento se conjuntan en una misma expresión el jazz de los negros estadounidenses y el flamenco de los gitanos de España. Jorge es un payo de alma libre que lleva toda la vida esquivando prejuicios y encorsetamientos. Conoció a Paco de Lucía en la adolescencia (sin duda el gran ausente del documental) y formó parte de su renombrado e insuperable sexteto. Pardo aún sueña con el rey de la bajañí, concretamente que les sale un bolo en la luna y allá que se dirigen.
Si bien el primero en meter en un mismo puchero el flamenco y el jazz fue el saxofonista Pedro Iturralde, sería el sexteto de Paco quienes lo escalan, lo encumbran y lo fijan como un género en sí mismo.El documental se marca un objetivo final: atestiguar cómo Jorge Pardo y su representante Ángel L. Vicente organizan y acometen un concierto especial en Madrid, con varios invitados y bajo la justificación de que el evento sería una distinción hacia Jorge Pardo como uno de los baluartes más importantes del género flamenco-jazz. Es así como intervienen, entre otros, nombres tales: Chick Corea, Ana Morales, Mark Guiliana, Pepe Habichuela, Niño Josele, Caracafé, Bandolero, Farruquito, Javier Colina, Diego Carrasco, Antonio Serrano, Fernando de la Morena, Edmar Castaneda, Israel Fernández, Rycardo Moreno, Ambi Subramaniam, Duquende, Diego del Morao, Andrés “Pato” Almada, Bego Salazar…
En cuanto a lo personal mejor no preguntamos mucho: un hijo de mediana edad que todavía le reprocha a su padre no haber estado más presente y que asegura sentirse aislado por no haberse dedicado a la música; y una novia que le reclama atención tras saber que Jorge le cancela otro fin de semana más. La conciliación familiar y sentimental de muchos artistas no es una fórmula que se resuelva con facilidad. Pero es el arte, y en este caso la música, lo que se impone. Más que decir que la vida de los artistas gira en torno al arte, se debe precisar que la vida de los artistas está a merced del arte. No es para cualquiera. No basta con tener soniquete, hace falta asumir los sacrificios.
Emilio Belmonte entrega un trabajo más que interesante en lo que es la segunda película de una trilogía flamenca que arrancó en el 2017 con Impulso, donde se adentra en el proceso creativo de la joven bailaora y coreógrafa Rocío Molina. Por tanto, no habrá que olvidarse de ver el cierre de esta saga documental. De momento y hasta que el cuerpo aguante, entremos en
t r a n c e.
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