14/Julio/2013. Teatro Circo Price. Madrid.
Un día después de que se presentara en este mismo festival Sílvia Pérez Cruz, atrayendo las miradas y oídos de todo el Price, le tocaba el turno a Esperanza Spalding, otra chica de similar edad (este octubre cumple 29 años) que también sabe muy bien cómo captar la atención ahí donde quiera que va. Actuó vestida de rojo igual que Pérez Cruz, pero si lo de la española es, sobre todo, rojo visceral y cardiaco, lo de la estadounidense es más rojo sensual y sofisticado. Sobre el escenario posaba un radiocasete gigante con la misma apariencia que el que se plasma en la portada de su último trabajo discográfico, Radio Music Society (Heads Up International, 2012), álbum que, como se esperaba, predominó en el repertorio de la noche. Once músicos (piano, guitarra, batería, sección de vientos y segundas voces) acompañaron a la artista de Portland que, luciendo su ya característico afro, alternó temas entre su bajo eléctrico de cinco cuerdas sin trastes y el contrabajo.
Teatrera y chulesca como buena negra pero sin dejar de mostrarse zalamera con el público, la tres veces ganadora de un Grammy exhibió su jazz (pop) influido por otras músicas cercanas (léase funk, soul e incluso bossa nova) en piezas de su ya citado cuarto disco como “Crowned & Kissed” (canción de palabras dulces y amorosas), “Hold on me” (donde le notamos enamorada pero también sofocada), “I can’t help it” (que Stevie Wonder compuso para Michael Jackson), “Endangered Species” (original del saxofonista Wayne Shorter), y asimismo recuperó temas de anteriores publicaciones como “Inutil paisagem” (de la autoría de Antonio Carlos Jobim), “I know you know” (de su segundo larga duración, Esperanza, del 2008) y la instrumental “Us” (tema que le sirve para introducir a sus músicos), entre otras.
Personalmente no superó mis expectativas. Creo que, si bien a veces lo consigue, en las piezas con potencia le hace falta pegada y en las suaves no llega a pellizcar. A pesar de que cuenta con un buen número de instrumentistas, la acción se tradujo en pólvora mojada. Me da la impresión de que Spalding pretende mostrarse como una tierna leona del jazz melódico, pero mucho me parece que lo suyo todavía se queda en gráciles arañazos de gatita.
Un momento que llamó mi atención fue la ejecución de la reivindicativa “Black Gold”, en la cual Esperanza dialoga a modo de introducción con uno de sus coristas, quien responde al nombre de Chris Turner. La interpretación del susodicho fue brillante, con su angelical voz redondeó magistralmente el espacio-tiempo presente y me consta que más de uno se quedó impresionado ante el descubrimiento de aquel manantial que nos evocaba a grandes del soul como Marvin Gaye. Sin duda, le hizo sombra a la bajista.
No es que haya disgustado su directo (de hecho el Price acabó de pie), pero creo que su bombo mediático le queda grande, como a prácticamente todos los que traen tras de sí una buena campaña publicitaria. Sin ir más lejos, en esta misma ciudad, en sitios como el Café Central, he escuchado contrabajistas y cantantes no mucho más mayores que ella que encuentro categóricamente más talentosos. Y eso me hace pensar que, al final, todo parece ser una mera cuestión de marketing.
Fotos: Estrella Checa.
Artículo publicado originalmente en Fac magazine.
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