Este 21 de noviembre, Björk cumple 49 años. La artista, natural de Reikiavik, se consagró como fenómeno musical en su Islandia natal a los 12 cuando lanzó su primer álbum en 1977, llamado Björk, que rápido llegó a ser número 1 en ventas en su país. Björk ha dedicado toda su vida a la música a su manera ecléctica y multidisciplinar, y se ha convertido en una de las personas más influyentes de su tierra desde sus comienzos con el punk feminista de Tappi Tíkarrass, el goth de Kukl, y el pop transgresor de los Sugarcubes, hasta su carrera internacional como solista que perdura a día de hoy.
Rodeada de controversia, tachada de excéntrica, luchadora intelectual, bebedora empedernida como buena escandinava, bohemia genial y, en los últimos años, también empresaria ecologista; tras su último álbum, Biophilia (2011), confirma además lo imaginado: que siempre ha sido una particular nerd.
Mientra esperamos su próximo proyecto confirmado para el 2015, haremos un recorrido por 15 canciones cruciales para entender su carrera como solista desde 1993, cuando publicó Debut, hace ya más de 20 años, hasta su macroproyecto científico Biophilia en 2011.
«Debut», 1993.
A principios de los 90, Björk aterriza en un Londres que de nuevo parecía musicalmente emergente y renovado. La escena house, que prosperaba en los clubes nocturnos del momento, colisionaba y se fundía con el pop, el hip-hop y la new age. Crecía el sonido de Bristol, el trip hop, con Massive Attack y Tricky a la cabeza, artistas que no temían en mezclar los ritmos y las voces house con sonidos hip hop e incluso con instrumentos y melodías asociadas a la música clásica. De Glasgow prodecían Primal Scream, que en 1991 nos dejarían con la boca abierta con su álbum Screamadelica: una banda que provenía del punk pero que abría su sonido al Acid house. Artistas como Nitin Shawhney o Talvin Singh triunfaban en las pistas de baile londinenses implementando sonidos de la India. Era un caldo de cultivo muy rico y complejo en el que la islandesa, con 28 años, y trabajando en la música al menos desde los 12, supo moverse como pez en el agua. Consumidora voraz de toda clase de música, fue capaz de absorberlo todo y devolverlo en forma de Debut (1993), álbum que parece un gran expositor de sonidos y tendencias del momento. Sumemos a esto el auge de MTV en Europa, más el aspecto exótico y algo bizarro de la artista, y por supuesto su peculiar y turbadora forma de interpretar: Björk había llegado a la escena musical internacional.
Entre pistas de disco algo marcianas, timbales y otros ritmos étnicos, o sinfonías de violines, la pequeña “Venus As A Boy” destacaba entre el resto de canciones de Debut; fue, de hecho, uno de sus primeros éxitos debido a sus sonidos orientalistas, los timbales, los “dubs” (el ritmo lo marca el sonido de una botella al romperse) y las sinfonías de cuerda; todo exquisitamente mezclado en una canción que además trata y ensalza la belleza de la androginia, siendo una posible revisión del glam británico, aunque, ¿qué digo?, la androginia es un asunto tan arraigado y antiguo en Europa como el mismo arte, y aun así, en 1993, siguió constituyendo un valiente manifiesto a favor de los nuevos tiempos que se perfilaban hacia una sociedad más abierta y cívica, esa a la que presuntamente nos dirigíamos los del primer mundo durante los idealizados años 90.
Un house denso, oscuro, pegajoso y trance, en el que oímos su distorsionada voz incluso recortándose y pegándose a sí misma (alrededor del minuto 3), jugando con los ritmos, es una pieza que sorprendió por entonces a la mismísima Madonna, que en 1991 ya había llegado a las mismas conclusiones sónicas que Björk cuando edita Erotica. No era un asunto extraño: la influencia estética y sonora de la Reina del Pop hasta aquel entonces ya se asemejaba peligrosamente a otra excéntrica diva de los night-clubs: Grace Jones. La leyenda dice además que Madonna le pide una colaboración para trabajar en todas las canciones de su siguiente álbum de 1994, aunque lo único que llega a ocurrir es que Björk compone para ella “Bedtime Story”, que daría nombre a su siguiente álbum (en realidad el título exacto de aquel fue Bedtime Stories) y que mantenía ese sonido trance y oscuro. Por aquel entonces a todos nos encajaba esta colaboración, pero todavía a la carrera de Björk le quedaba un largo camino que llevaría a ambas estrellas por derroteros totalmente dispares.
«Post», 1995.
En 1994 Portishead se convertía en leyenda instantánea del sonido trip hop cuando publicaron Dummy, abriendo aún más el abanico de influencias, y es en 1997 cuando Radiohead se zafa de la larga sombra de su primer éxito “Creep” y da un giro sin precedentes a su carrera con OK Computer, un disco conceptual que describe una sociedad tecnificada que parece estar perdiendo su humanidad, y que sería antesala de los influyentes Kid A y Amnesiac a principios de milenio. En esta segunda mitad de los 90 el mundo empezó a entender que la electrónica podía mezclarse con cualquier otro género, dando nuevos y sorprendentes resultados. Cada vez más gente se estaban familiarizado con los sonidos sintetizados y la tecnología sonora seguía evolucionando.
Con su segundo disco, Post (1995), Björk teoriza sobre qué constituye lo contemporáneo y qué no, recupera elementos del pasado y los combina con la tecnología del momento, aprovecha las nuevas tecnologías de grabación y registra sonidos de la naturaleza que luego emplea en el estudio, o bien graba su voz dentro de una cueva a oscuras para tratar de trasladar la emoción de la experiencia al álbum. Hace uso de las técnicas más novedosas de sonido envolvente y canta que “todas las cosas modernas siempre han existido, han estado esperando en una montaña a que llegara su momento adecuado”.
Y en ese debate existencial sobre lo contemporáneo y lo retro, Björk nos lanza una pregunta con una canción que tiene forma de interrogación, pues “It’s Oh So Quiet” no es otra cosa que una versión de “Blow a Fuse” de Betty Hutton, estrella de comedias musicales del cine y televisión durante los 50, y lejos de tratar de modernizar la melodía o emplear una instrumentación contemporánea, la artista se rodea de una gran orquesta, manteniendo el swing. Por consiguiente nos encontramos con una canción que parece salida de un musical de los 50 en mitad de los 90, que se incluyó en un álbum lleno de electrónica densa y más bien oscura. Además la canción se publica acompañada por un excelente vídeo dirigido por el gran cineasta Spike Jonze, y el resultado debió dar más de un quebradero de cabeza a los encargados de llevar la parrilla de la MTV. Sin embargo, “It’s Oh So Quiet” se convierte en el que probablemente es el mayor éxito de la islandesa en toda su trayectoria: su vídeo más galardonado, uno de los singles más vendidos y su canción más popular. La crítica y el público zanjan el debate: rescatar algo antiguo y presentarlo a través de los medios de comunicación actuales también es válido y sin duda uno de los grandes recursos estilísticos que representan al arte contemporáneo.
Hoy lo portátil forma parte de nuestras vidas, el iPhone parece haber provocado una revolución y nuestras orejas están “itunizadas”. El pionero del sonido portátil fue Sony cuando patenta el walkman a finales de los 70, marcando toda la década de los 80, e igualmente influyente fue durante los 90 el discman. Al mismo tiempo evolucionaban los sonidos envolventes, el Dolby Digital, e incluso fue en los 90 cuando empezamos a disfrutar del surround en frecuencia modulada. Björk demuestra su espíritu de experimentadora y cierra Post con una pista de audio diseñada para ser escuchada con los auriculares. Supone una aproximación de la música al soporte sonoro y resulta además una experiencia única y distinta.
«Homogenic», 1997.
En 1997 Björk publica Homogenic, trabajo en el que sigue desarrollando la idea de crear un disco que suene mejor con auriculares, y firma un álbum conceptual con vocación de ser escuchado de principio a fin, y que tiene como premisa empujar los límites y buscar la armonía entre mundos opuestos. Inspirada en la dramática belleza de su tierra, visión personalísima del folk islandés, explora la dualidad y el enfrentamiento de fuerzas, los volcanes y los glaciares, las cuerdas y los beats, the hardcore and gentle.
De esta época brilla con todo su esplendor “Jôga”, canción que además es perfecto himno de este espíritu “homogenic”: los agresivos beats, sorpresivos, amenazantes, representan la fuerza de los volcanes, a su vez armonizados por un cuarteto de cuerdas de tremenda belleza. En medio, la voz de Björk cantando a los estados de emergencia, las situaciones que nos obligan a mantenernos alerta y que no nos dejan quedarnos dormidos.
Björk siempre ha tenido la suerte o la astucia de saber rodearse de grandes realizadores para llevar a cabo sus videoclips: Spike Jonze, Michel Gondry, Chris Cunningham… De este último es la autoría de uno de los mayores espectáculos visuales que nos ha dado el mundo del vídeo promocional: “All Is Full Of Love”, donde la ciencia ficción se encuentra con la música.
Curiosidades del vídeo: El aspecto de los robots, fabricados para amar (como el niño-robot del film Inteligencia Artificial), tienen un parecido más que razonable con los de la adaptación de Yo, Robot (Alex Proyas, 2004), protagonizada por Will Smith. El empleo de una “sangre blanca” para los robots debe ser sin duda una referencia a Alien (Ridley Scott, 1979), pues los robots de esta franquicia sólo se diferencian físicamente de los humanos por el color de su “sangre” artificial.
«Dancer in the Dark» de Lars von Trier, 2000.
Tras el éxito de crítica y ventas de Homogenic, Björk se adentra en el nuevo milenio estando en lo más alto de su carrera. Su éxito incluso trasciende los terrenos de la música y logra la Palma de Oro del Festival de Cannes por su interpretación de Selma en Bailar en la Oscuridad (2000), película de Lars von Trier.
Pronto lanza Vespertine (2001): Si Homogenic es una llamada a la acción y a la lucha entre fuerzas opuestas, Vespertine busca ser al mismo tiempo la fuerza opuesta a Homogenic, una llamada a la calma, al recogimiento, una reconciliación. En su vida privada parece desear tomar ese mismo camino: Björk comienza una relación afectiva con el artista estadounidense Matthew Barney y será madre por segunda vez.
Esta nueva década representa para Björk una etapa de madurez y sus posteriores álbumes parecen querer librarse de sus orígenes de night clubber, y en lugar de esto sus nuevos trabajos pretenderán ser proyectos conceptuales, cada uno más ambicioso que el anterior, transcendiendo lo meramente musical, y más allá de “simples” lanzamientos discográficos, incursiona incluso en ámbitos multidisciplinares, aludiendo a corrientes de pensamiento como la física, la biología o la antropología.
«Selmasongs», 2000.
De la mano del prestigioso cineasta Lars von Trier, como absoluta protagonista y componiendo la Banda Sonora Original, Björk alcanza los laureles gracias a Bailar en la Oscuridad, película musical, alternativa y contemporánea. Mejor actriz en Cannes y nominación a Mejor Canción en los Oscar por “I’ve Seen It All” (aquel año, sólo Bob Dylan pudo arrebatarle el premio).
No sería de extrañar si el director danés se encaprichó de Björk para este proyecto tras ver el vídeo de “It’s Oh So Quiet” ya que parece haber elementos en común: “la cruda realidad no es como en los musicales, pero dejadme soñar”, parecen decir. Björk estaría igualmente entusiasmada de trabajar haciendo de Selma, una especie de “Juana de Arco” moderna, de origen checoslovaco, cuya fe está más en Fred Astaire que en Dios, una mujer capaz de tomar los ritmos de la maquinaria de un tren para soñar escenas musicales.
Este dúo abre la veda a un nuevo resurgir del género, si es que alguna vez se marchó. No es para menos: Bailar en la Oscuridad da un giro de 180° al musical y al cine en general, von Trier emplea nuevas técnicas de filmación, siendo de las primeras películas grabadas en digital, y ejerce (haciendo trampas) su famoso manifiesto de cine “Dogma 95”.
«Vespertine», 2001.
Si en Homogenic hay volcanes, Vespertine es una noche invernal. Es salir en la oscuridad, pisar la nieve y ser deslumbrado por la aurora boreal. Es eso que ahora llamamos tarde de mantita y peli. Esa es la filosofía con la que Björk nos presentaba este nuevo álbum. En Vespertine se encuentran y viven armoniosamente coros angelicales con arpas, cajas de música elaboradas para la ocasión, deliciosos arreglos de cuerda aderezados con sorprendentes beats, todo salpimentado con samples realizados con objetos domésticos: una baraja de cartas, el tictac de un reloj, una pala en la nieve…
“Hidden Place” fue su single de presentación y la pista que abre esta caja de helados es una canción sobre la intimidad que se forja en el amor entre pareja, representado como un lugar oculto, un escondite. A Björk no le tiembla el pulso al emplear un sample extraído de Transfigured Night, Op. 4 del compositor Arnold Schönberg (nacido en 1874), convirtiéndolo en el eje compositivo de la canción.
El uso de una caja de música, un arpa y coros, confieren a esta canción de la delicadeza y la hermosura de un copo de nieve. El videoclip, dirigido por Nick Knight, no es sin embargo nada suave: aunque la imagen es tratada digitalmente para que luzca distorsionada, se muestran escenas de sexo explícito protagonizadas por la propia Björk, mezcladas con otras que presentan cuerpos siendo perforados por piercings, culminando con una espectacular Björk luciendo un vestido de novia, prenda diseñada por el genial y lamentablemente fallecido Alexander McQueen. El conjunto, aunque puede parecer grotesco, es, sin duda, de gran belleza e intensidad, una de sus acciones más arriesgadas y valientes. El vídeo fue “lógicamente” censurado, probablemente no por la sangre, sino porque Björk mostraba los pechos.
Vespertine se publicó el 27 de agosto del 2001, un agosto que hoy nos parecería despreocupado y ajeno, como lo fue aparentemente la década de los 90, si lo comparamos sobre todo con lo que vendría a marcar nuestras vidas al comienzo del milenio. La película Matrix (Lana y Andy Wachowski, 1999) y algunos títulos afines nos advertían que llevábamos viviendo ya demasiado tiempo en una ficticia ilusión de bienestar y aquel fatídico 11 de septiembre vino a ser como un jarro de agua fría que nos despertó bruscamente en medio del caos. En esta época Björk decide tomar partido y se acerca a la política más que antes, aunque siempre desde su peculiar punto de vista artístico y personal. Empieza a escribir letras con mensaje político, compositivamente se centrará sobre todo en la lucha contra el terror social impuesto que nos atenaza. Canciones como “It’s In Our Hands”, “Mouth’s Cradle”, “Hope”, “Innocence”, etc., de sus discos Greatest Hits (2002), Medúlla (2004) y Volta (2007), hablan sobre el miedo, cuando no directamente sobre el terrorismo islámico y su némesis, el terror institucionalizado del gobierno de los Estados Unidos.
Mientras el mundo se globaliza, en esta década las sociedades parecen asustadas. Una impuesta crisis financiera, siniestro telón para ocultar una crisis real de recursos, nos ha empujado al retroceso cultural: el fenómeno de lo vintage, lo retro, el regreso al pasado e incluso el resurgimiento del folk, a priori no es el mejor marco para una visionaria como Björk, amante del progreso, creyente de una tecnología que extiende su mano tecnificada a los brazos de la madre naturaleza.
De todas formas, lo que de verdad afecta a Björk (y a prácticamente todos los músicos del planeta) durante la década 00 es que las fórmulas clásicas de las discográficas van a experimentar un declive que rápido se transforma en una más que obvia caída en picado. Björk, sin embargo, esta vez no llega a entender que el salto tecnológico había dado un giro transversal gracias a las redes. Durante esta época, la voz de Björk se ve afectada por una enfermedad de la garganta que finalmente la empuja al quirófano en 2011.
«Medúlla», 2004.
En 2004, siguiendo ese espíritu de lo global y como tratando de adelantarse a ese proceso de retroceso que se avecinaba, Björk crea Medúlla, un nuevo proyecto titulado así porque de antemano su objetivo se basaba en “regresar” a lo más ancestral de la música, a la esencia misma de ésta, entendida como un derivado de la actividad social humana. Fundamentada en esta idea, Björk concluye que en esa búsqueda de lo ancestral, lejos de eliminar su arsenal tecnológico acostumbrado, debía prescindir de los instrumentos musicales. El resultado es un marciano disco compuesto en un 99% sólo con voces. Hablo de sus sempiternos coros, aderezados esta vez con beatboxing, o bien con voces sampleadas ad infinitum para crear ritmos. En “Where Is The Line” participan el versátil y genial Mike Patton (intérprete de Faith No More, capaz de cantar noise, punk o funk y todo lo que se proponga), el rapero Rahzel en los ritmos y The Icelandic Choir introducen el contrapunto clásico. Esta mezcla tan dispar y difícil de conciliar da como resultado una canción de tono dramático en la que Björk expresa su enfado por el egoísmo de los hombres.
Medúlla ha sido el disco más arriesgado, experimental y sorprendente en la carrera de Björk. Abrió la veda en la experimentación en lo que respecta al tratamiento de voces. Después de Medúlla llegaría la fiebre del autotune y las distorsiones vocales de Kanye West o Burial. Medúlla fue un trabajo aclamado por la crítica en general, así que podemos decir que la jugada le salió muy bien. Una de sus apuestas más arriesgadas probablemente fue acompañar muchas de sus canciones, como “Ancestors”, con la peculiar técnica throat singing de Tanya Tagaq. Es un tipo de canto gutural de origen inuit muy antiguo que Björk decide rescatar y emplear en Medúlla de la mano de esta artista. La joven esquimal, hasta ese momento una desconocida, sorprendió mucho a la islandesa, que vio en ella el talento suficiente como para convertirse en una gran estrella. Tagaq editó su primer álbum en 2005, modernizando con valentía e inteligencia el canto inuit, pese a lo diferente que resultaba de acuerdo a los cánones musicales imperantes. Este 2014, Tagaq publicó Animism, uno de los discos más interesantes y avant garde del panorama actual, ganando con ello el Polar Prize 2014, el premio musical más prestigioso de Canadá.
A pesar de sus giras mundiales y proyectos paralelos a su actividad musical, que le llevan a viajar por los cinco continentes, durante esta década y según crecía su relación con el vídeo-artista Matthew Barney, Björk pasa cada vez más tiempo en New York, donde reside actualmente, a caballo entre Reikiavik (donde, se dice, se le encuentra a menudo en el popular balneario Blue Lagoon). Su estancia estadounidense le lleva a conectar con algunos artistas de las nuevas corrientes alternativas de la escena neoyorquina, auténticos “hijos de Björk” en muchas de sus actitudes y maneras de entender la música.
En agosto del 2003, el crítico escocés David Keenan acuña el término New Weird America para referirse a esta nueva ola de artistas de la escena estadounidense. Como la islandesa, estos artistas no temen a la hora de experimentar, tomar de aquí y de allá, agitar y crear una nueva mezcla. El término America se refiere a que muchos de estos parten del folk y el country, a los que le añaden nuevas tecnologías, aunque otros también beben del doo-wop o del rock psicodélico de los 60 y 70, porque ¿qué es el folklore en un país tan rico y complejo, que sin embargo tiene menos de 300 años? Algunos de los artistas enmarcados en la New Weird America distan mucho sonora aunque no espiritualmente de lo que hace Björk, pero otros pueden admitir orgullosamente su influencia; hablo de artistas como CocoRosie, Animal Collective (banda de la que Björk se declara fan), Anthony Hegarty (que participa en Volta) o Dirty Projectors, que grabaron con Björk en 2010 Mount Wittenberg Orca, una auténtica joya que revoluciona el sonido doo-wop de los 50 para convertirlo en algo totalmente nuevo y extraordinario.
«Volta», 2007.
Siguiendo ese espíritu antropológico, y en la senda de buscar lo global que comenzara con Medúlla, Björk publica Volta en 2007. Mientras artistas como Devendra Banhart, Animal Collective o Dirty Projectors crean el freak folk americano (o para emplear un término más noble: New Weird America), Björk, que ya había hecho 10 años atrás su propia interpretación (sin duda freak) del folk islandés a través de Homogenic y su correspondiente gira, decide ir más allá y, como ciudadana del mundo, concibe un álbum como un muestrario de canciones con influencias de todos los continentes, reclutando músicos e instrumentos de distintos lugares del planeta, asociando a su electrónica natural instrumentos tan interesantes como la kora maliense, el likembé del Congo, o la pipa china. Añade a la fórmula el uso de instrumentos de viento-metal en prácticamente todas las canciones, instrumentos estos que para Björk simbolizan el mar ya desde “The Anchor Song” (canción que cierra Debut). Björk presenta Volta con la divertida “Earth Intruders”, de ritmo tribal y un mensaje aparentemente ecologista. Buscando un tono mucho más desenfadado que Medúlla, elige al grandísimo animador Michel Ocelot, autor de Kirikú y la Bruja (1998), para dirigir el vídeo.
Frente a este espíritu conciliador de culturas que parece emanar de Volta, el corte con más éxito de su sexto álbum fue “Declare Independence”, una pista de potente rock industrial que aboga por la revolución y la independencia, una independencia en principio personal aunque Björk levantó más de una ampolla durante la gira de este álbum en cada país y ciudad que visitó (sí, también en Barcelona), al hacer una arenga sistemática por la independencia en cada concierto. Su actitud no es política, sino artística, apelando a un sentimiento natural de liberación. No lo entendieron así las autoridades chinas, que no vieron con buenos ojos su proclama “Free Tibet”, y sus declaraciones sobre Kosovo previas a la participación en un festival en Serbia le dieron más de un disgusto. En el videoclip, dirigido por el fabuloso Michel Gondry, Björk luce una chaqueta con las banderas de Groenlandia e Islas Feroe, y no es casualidad.
«Biophilia», 2011.
Es lamentable que en una época tecnológicamente tan avanzada, donde las técnicas de grabación y edición de audio han alcanzado cotas impensables, la industria discográfica esté agonizando, por problemas más bien políticos y empresariales. La crisis agudiza el ingenio, empujando a los artistas fuera de los estudios para volcarse en el directo y los autores deben pensar en sonidos mucho más crudos para la grabación porque la fuente de ingresos no estará tanto en la venta de discos (hoy descargas) como en sus giras. En este contexto, Björk, ratón de estudio sin duda (aunque nunca ha dejado de ser un monstruo en los escenarios), da a luz un disco como Biophilia (2011) que incluso tiene algunas pistas grabadas directamente de sus conciertos.
Biophilia no puede ser grabado enteramente en directo debido, entre otras cosas a sus problemas de salud en las cuerdas vocales, y se ve obligada a retocar un poco más su voz casi por primera vez. Ahora bien, se puede concluir que en Biophilia, Björk al fin sale del “laboratorio de sonido” que es su estudio de grabación, y la magia, la excentricidad y la experimentación a la que nos tiene acostumbrados comienzan desde la base, en sus conciertos, y en forma de sorprendentes instrumentos musicales que prácticamente nunca se habían visto antes. De forma que recurre de nuevo (pues ya lo había hecho para la gira de Volta) al vistoso y puntero reactable, una mesa de mezclas que dista del aspecto convencional de estas y se acerca más a un instrumento musical tradicional. Añade otros ingenios tan espectaculares al oído como a la vista, pienso en la gigantesca bobina de Tesla, un instrumento que emite un rayo de electricidad que puede ser modulado en diferentes tonos, o el sharpsichord, una invención de un escultor británico llamado Henry Dagg, que consiste en una enorme caja de música programable, única en el mundo.
Al igual que a los discos, a la industria del videoclip no le va mejor en la era de YouTube. El encarecimiento de las licencias y el trasvase de audiencias de la televisión a la Internet parece dificultar la producción de vídeos promocionales (al menos lo parecía en 2011, pues muchos artistas hoy están lo contrario). La Björk de la actual década por fin concluye que si la montaña no va al profeta, ella debe ir directa al soporte mediático favorito del momento y que está sustituyendo a los discos y a la televisión: tablets y móviles.
Por tanto Biophilia ya no es “el nuevo álbum de Björk”, sino algo muy grande y ambicioso, el nuevo espectáculo científico-tecnológico-musical de Björk, en el que la islandesa es una especie de directora de orquesta que coordina diferentes eventos. Al álbum tradicional añade una colección de apps móviles de vocación artística y pedagógica donde sus nuevas canciones son el eje conductor, suma una sorprendente gira por teatros y museos que se amplían con exposiciones, cambia la estructura del escenario y sorprende al espectador con espectaculares instrumentos musicales que más bien parecen sacados del laboratorio del Dr. Frankenstein. Y aún más: publica un libro, un documental con David Attenborough y un proyecto educativo para niños.
En fin, podemos concluir que Biophilia es la procrastinación de una compositora musical frente al papel en blanco llevada a los extremos más increíbles. Ahora en serio, en Biophilia hay un trabajo de investigación tanto de mercado como musical pero también pedagógico, científico y artístico que debe ser revisado y seriamente tenido en cuenta como ejemplo de los caminos que debe tomar la industria del entretenimiento y también la educativa para adaptarse a los nuevos tiempos.
Nota: Tan sólo dos años después, Lady Gaga trataría de seguir algunos de los pasos de Björk para facturar Art Pop (2013).
Biophilia tiene un espíritu de celebración y homenaje a las maravillas descubiertas por nuestros científicos en torno a la naturaleza o el universo, tratando las leyes de la física, la biología, la genética, la geología y otros fenómenos de nuestra galaxia. El sonido y su derivado cuando interviene el oído humano, la música, están en cada uno de ellos.
“Virus” suena como si estuviéramos dentro de un enorme reloj de cuco. La maquinaria resuena y chirría, se arma a sí misma y funciona tan depuradamente como lo hacen las leyes de la física aplicadas al universo. Esta visión cosmogónica optimista, como un reloj en el que cada rueda hace girar la anterior, una visión steam pero no punk, es lo que desprende todo Biophilia. Hablo de la misma visión optimista que ha ayudado a avanzar a la ciencia hasta nuestros días, y es la clase de esperanza frente al miedo a la incertidumbre a la que Björk ha estado enfrentándose desde el 2001. Respecto a esta acostumbrada visión política y guerrera de la primera década del milenio, parece que con Biophilia por fin se rinde y apuesta por una visión de futuro basada en el amor por el conocimiento y la confianza en la ciencia. En esta canción, el virus es una metáfora: ama tanto a una célula que acaba destruyéndola, aceptando quizás la tragedia inherente a la realidad de todas las cosas que acaban por destruirse de una manera serena.
No es la primera vez que Björk compone canciones que tratan temas futuristas (y me refiero al ismo poético). En Medúlla, canciones como “Who is It”, “Mouth Cradle” o “Triumph of the Heart”, parecen adivinanzas que podrían ser respondidas con partes de la anatomía humana. En Biophilia, sin embargo, la mezcla entre arte y ciencia es totalmente premeditada y esto se encuadra perfectamente dentro de los movimientos postmodernos de los últimos años. Igual que Fernández Mallo, Björk parece coincidir en que también podemos encontrar poesía en un ensayo de Stephen Hawking.
“Hollow” es una pista intensa, de estilo muy cinematográfico, que parece llevarnos al interior de una película de terror gótico y que versa sobre el proceso de reproducción genética a lo largo de generaciones desde los orígenes de la historia biológica. Lo complementa una vistosa aplicación móvil, la única de toda Biophilia que no es interactiva, por lo que se aproxima más a un videoclip, en este caso dirigido por un especialista en animación biomédica, Drew Berr, que, aunque se permite obvias licencias artísticas, posee mucho fundamento científico. Tras la ciencia ficción de “All Is Full Of Love”, Björk sin duda da un paso más allá más 10 años después con esta joya.
Al poco tiempo de salir a la venta Biophilia, Björk finalmente entra en quirófano y la islandesa, gracias a la ciencia, recupera la voz. En los últimos 20 años hemos conocido a una artista que ha sabido arder como el ave fénix y resurgir de sus cenizas una y otra vez, cada vez más fuerte. Con Biophilia el listón quedó muy alto porque la Björk de hoy es mucho más que una intérprete, una pop star o una compositora, proyectándose como una directora de arte de proyectos multidisciplinares (me atrevo a decir que supera a su marido Matthew Barney, otro artista postmoderno y multidisciplinar).
¿Qué nos deparará el 2015 cuando esté preparado su nuevo proyecto? Comienza la cuenta atrás.
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