Michael Gira y Víctor Herrero: silla, guitarra y micrófono

Teatro Lara, 06/03/2014

Día soleado en la capital, aviso del próximo cambio de estación. Tercera parada del tour que llevará a un solitario Michael Gira, líder de la corpulenta Swans, por varias ciudades europeas, y primera presentación de Víctor Herrero de las siete ciudades españolas y cinco inglesas en que consiste su gira (hoy 7 de marzo en San Sebastián y mañana 8 en Barcelona mantendrán el cartel conjunto, luego ya se separarán).

Se suponía que el concierto iniciaba a las 22:30 pero Víctor Herrero ya estaba tocando al menos diez minutos antes de esa hora, mala organización que confundió a algunos que tranquilamente charlaban y tomaban una cerveza fuera de la sala. Y entre unos que entraban al patio de butacas para volver a salir inmediata y ruidosamente, y otros que no guardaban la compostura comportándose de forma irrespetuosa, al inicio poca y mala atención se le prestó al músico manchego que venía presentando su último trabajo discográfico, Estampida (Foehn, 2013), su segundo disco como solista, un hermoso trabajo poético, refinado y cautivador. Pero Herrero posee una paz interior que se encuentra a años luz y ejecutó su breve repertorio de una manera precisa e inspirada, demostrando que la profundidad de sus canciones es auténtica y exhibiendo un soberbio nivel técnico: agilidad, pulcritud, un oído prodigioso y un evidente dominio armónico (multiplicidad de acordes y cambios de afinación antes y durante los temas). Poco a poco Herrero impuso su arte pero definitivamente la asistencia, el público y su desangelada atención no le hicieron justicia a este pedazo de músico. Espero que la próxima vez que retorne a la capital ya se haya enterado más gente del talento que gasta este individuo.

Otro tono muy distinto es el que ofrece en su actuación estelar el californiano y ya sexagenario Michael Gira, con su cavernosa voz, espinosos alaridos, textos crudos y plúmbea sonoridad. Al contrario que Herrero, quien se muestra más distante, Gira interactúa simpáticamente con la audiencia, aunque, paradojas, su música resulta sombría, no así la del toledano. Y también en contraste con éste, sus canciones son poco dinámicas, construidas con progresiones de acordes que cambian leve y lentamente, prolongando largos minutos un estado armónico, por lo que suelen resultar algo simples, pesadas y hasta tediosas. Las salva una interpretación vocal grave, tétrica y teatrera.

Amparado por algunos incondicionales, no le costó mucho salir airoso del envite. Concluyo que siendo un público tirando más a una tendencia indie el que poblaba mayoritariamente el Teatro Lara anoche, acepten y alaben con más facilidad a un músico como Michael Gira (anglosajón, maldito y básico) que a uno como Víctor Herrero (castellano, luminoso y complejo), independientemente de que el primero sea un veterano y el segundo un novel.

Y aunque a veces Gira efectivamente se mete hasta el vientre de uno y remueve, definitivamente golpea y atrapa con más favorecedora contundencia en su versión con banda al completo (no por nada The Sheer -su última referencia discográfica con Swans a la espera de To be kind que saldrá en mayo- fue una de las publicaciones que más críticas entusiastas generaron en el 2012). Al final, tosiendo y con la garganta lastimada, se despidió no sin antes mostrar su generosidad regalando un bis de dos canciones a sus seguidores.

A pesar de que las dos actuaciones consisten en una silla, guitarra y micrófono, las propuestas distan mucho entre sí y no sé qué tan acertado sea el tándem. Quizá Herrero sea el que termine ganando menos, porque el público que va a ver a Gira es uno al que le gusta la aspereza y no tanto la sublimación de lo bello…

Artículo publicado originalmente en Fac magazine.

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