SOLEÁ MORENTE Y LOS EVANGELISTAS. Encuentro

Los Evangelistas (una fusión entre Antonio Arias, líder de Lagartija Nick, y la columna vertebral de Los Planetas) han pasado del rojo triste, abismal y visceral de Homenaje a Enrique Morente (Octubre/Sony, 2012), un rock oscuro y sentido, al azul apaciguador, como el que transmite un mar en calma, de este mini LP de cinco temas, un significativo giro hacia un pop estilizado y más amable, aunque con naturales reminiscencias de aquel sufrimiento.

Para Encuentro (El Volcán Música, 2013) se ha incorporado de manera definitiva la segunda hija del desaparecido cantaor del Albaicín, Soleá Morente, quien ya había participado en la anterior publicación, mostrándose aquí en primera línea al ser ella la voz principal en todos los temas. También se sube al barco J. J. Machuca en los teclados, quien ya los había estado acompañando en los directos, y Antonio Lomas (Lori Meyers, Grupo de Expertos Solynieve) alterna batería y percusiones con Eric Jiménez. Invitada de lujo es Estrella Morente que da palmas y voces en tres temas.

En esta ocasión ninguna de las canciones fue compuesta por Enrique, sino por los propios Evangelistas. La producción, a cargo de Arias y Youth (ex Killing Yoke, productor de Depeche Mode, Paul McCartney y otros; quien, por cierto, remezcla tres temas sólo disponibles en la edición de vinilo… y en Spotify), es finísima. La pulcritud sónica conseguida es de una categoría mayúscula: Encuentro suena de la hostia.

La primera es la dreampop “Si tú fueras mi novio”, que ha sido elegida como single. Un tema juvenil y desenfadado, casi de radiofórmula. Los versos, como prácticamente todos los del álbum, son muy flamencos. Aquí Soleá bebe los vientos de un chico del que está enamorada. “No sólo yo”, como también la anterior y la última, me recuerda a los escoceses Cocteau Twins por ese trato refinado que se le ha dado al conjunto instrumental, sobre todo a los teclados y a la tenue voz de Soleá, sin dejar de lado esas capas sonoras tan típicas de Los Planetas.

“Malagueña de la Trini” es una de las más destacables. Hay dos partes claramente diferenciadas a modo de diálogo: el inicio, el único momento en el disco que escuchamos la voz de J en primer plano, me recuerda a algunos temas de La leyenda del espacio (2007) o a “Atravesando los montes” de Una ópera egipcia (2010). Es una súplica de un hombre hacía una mujer para que le dé otra oportunidad porque, según dice, ahora tiene distinto genio y otro modo de querer, más cariñoso y más bueno; pero la segunda parte, interpretada por Soleá, es una negación de esta petición. Sublime como ella sola.

Hay algo en “Dormidos” que hace pensar en temas como “Yo poeta decadente” o “La Estrella” del anterior LP de Los Evangelistas. Quizá se deba a que es la más pesada y densa, sonoramente hablando, del set. Sólo veo seres dormidos, canta Soleá, extrañándose ante la inmovilidad sentimental e intelectual de los demás y añade: voy por el mundo y sobrevivo como si nada fuese conmigo. La coda final enchina la piel. Finalmente, “La sangre de mi corazón”, como una contraparte a “Si tú fueras mi novio”, embelesa y conmueve. La ejecución de Soleá pellizca el alma y humedece los ojos. Entonces por qué tengo que llorar, se pregunta Soleá, desconsolada. No lo sé, chiquilla, supongo que así de triste es la vida…

Es doloroso saber que la raíz del encuentro entre estos artistas se deba precisamente a la muerte del maestro Enrique Morente, pero lo que está saliendo de Los Evangelistas es una música muy emocionante que se ha hecho parte de la vida de muchos de nosotros, y eso es algo de un valor incalculable. Espero que vengan más discos, y, si puede ser, ¡que sean más largos!

Artículo publicado originalmente en Fac magazine.

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