24/julio/2013. Teatro Circo Price. Madrid
Ahora entiendo por qué Buika atrajo la atención de alguien como Pedro Almodóvar, un director al que le gustan los personajes acusados e intensos. En este sentido, Buika es un fenómeno.
La artista afro-mallorquina confesó al poco de arrancar su actuación que la idea de cantar en la capital española siempre le da miedo porque Madrid es mucho Madrid, pero que al final todo titubeo se termina esfumando porque esta ciudad rápidamente le demuestra de sobra que le quiere y aprecia; este concierto no fue la excepción.
De todos los directos que he presenciado en estos Veranos de la Villa, el de Buika, sin duda, ha sido el que más pasiones ha desatado entre el público. Y no es para menos. Lo de esta dama del escenario es puro poderío artístico. Como intérprete y como persona es, a la vez, salvaje y romántica. Además, cuando se dirige a su audiencia entre canción y canción se muestra transparente, honesta, afable y juguetona, cualidades que se traducen en admirable y tierno encanto.
Buika presentó su séptimo y último disco, La noche más larga (Warner Music Spain, 2013), del que cayeron temas como “Sueño con ella” (revisitada composición original que ya había registrado en su anterior álbum, En mi piel), “Siboney” (un clásico del cubano Ernesto Lecuona), “La nave del olvido” (de la autoría de Dino Ramos, versionada por varias figuras, entre ellas el mexicano José José), “Santa Lucía” (tema que popularizó Miguel Ríos), entre otras. Pero también tiró de repertorio más conocido por su seguidores, (re)interpretando en formato trío (le acompañó al piano Iván “Melón” Lewis y a la percusión Ramón Porrina) melodías de prácticamente la totalidad de su discografía: “Oro santo”, “Mi niña Lola”, “Niña de fuego”, “El último trago”, “Te camelo”, “Luz de luna”, “No habrá nadie en el mundo”…
Las ejecuciones de Buika entroncan con las pulsaciones más primitivas del ser humano. La cantante gruñe, grita, carraspea, se tira de los pelos, da saltos, patalea, llora y ríe… lo da todo. Nos hace sentir vivos y humanos porque reconocemos esa viveza y humanidad en ella. Y quizá precisamente por ello, la verdad no sé muy bien cómo explicarlo (supera a mi entendimiento), lo de Concha Buika en ocasiones resulta rabiosamente moderno (por momentos da la sensación de que estamos presenciando algo verdaderamente inaudito por extremo). Se equivoca quien piensa que Buika es una artista convencional.
Haciendo honor al título de su última obra, Buika, generosa y gustosa de vivir siempre al límite, exprimió hasta el último minuto su presentación, preguntando la hora a su mánager entre improvisaciones y/o popurrís. Tenía permitido actuar hasta la medianoche y hasta que el reloj no marcó esa hora no abandonó el escenario. Brutal.
Fotos: Estrella Checa.
Artículo publicado originalmente en Fac magazine.
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