12/07/2015, Teatro Real, Madrid.
El Teatro Real de Madrid ha concluido la temporada lírica 2014-2015 con un programa doble asimétrico y algo torcido. Por mucho que Goyescas de Enrique Granados y Gianni Schicchi de Puccini se hayan estrenado en el Metropolitan Opera House de Nueva York con dos años de diferencia (1916 y 1918 respectivamente) y que hayan sido las dos últimas obras enteramente concluidas por sus autores (Turandot quedó inacabada a la muerte del maestro de Lucca), existen en realidad pocos vínculos en común entre una obra y otra.
Creo que el nexo más evidente iba a ser, en este caso, la presencia de Plácido Domingo dirigiendo la orquesta en Goyescas y haciendo el rol titular de Gianni Schicchi. Pero al final el cantante madrileño tuvo que declinar de sus participaciones debido al reciente fallecimiento de su hermana María José, no encontrándose en disposición de interpretar un personaje cómico, uno que además ha pasado a la historia por suplantar a un muerto. En su lugar ofreció un recital al que volveré después.
Sobre Goyescas no me quisiera detener mucho. Un teatro de primera línea no debería ofrecer óperas en versiones de concierto (en la siguiente temporada, el Real programará la friolera suma de tres óperas así…). La ópera no es sólo música ni sólo voces, es teatro, drama: representación. Los reajustes presupuestales que tuvo que hacer el teatro sin duda han hecho mella en Goyescas.
Y si de por sí esta ópera muestra una serie de puntos débiles a tener en cuenta (lo principal: el flojo libreto), flaco favor se la hace dejándola sin escenificar, ¡encima al lado de una ópera de Puccini, amparada además por un montaje con bastante tirón mediático! Pese a todo quiero destacar la dirección musical de Guillermo García Calvo repartiendo evocadores pasajes bien insuflados de vigor, nobleza y ternura, la magnética presencia de la mezzo valenciana Ana Ibarra y por supuesto a María Bayo.
A continuación le tocó el turno a Plácido Domingo. Interpretó “Nemico della patria” (Andrea Chénier), “Pietà, rispetto, amore” (Macbeth) y “Madamigella Valery” (La traviata), ésta junto a una potente Maite Alberola. El recital contó además con la participación de un gracioso Bruno Praticò (bajo-barítono) ofreciendo “Sia qualunque delle figlie” (La Cenerentola) y la del barítono Luis Cansino, quien mostró grandes cualidades en “L’Onore” (Falstaff). A modo de bis, Domingo regaló “Luché la fe por el triunfo” de Luisa Fernanda, zarzuela de Torroba que estuvo representando a finales del año pasado en el Palau de les Arts de Valencia. Al frente de la orquesta estuvo Giuliano Carella, quien asimismo se encargó de Gianni Schicchi.
Sin duda Domingo lleva una mala racha, y eso es en buena medida debido precisamente a que está intentando alargar demasiado su carrera. En marzo le llovieron críticas por su desgastada interpretación de Carlos V en Ernani en el Metropolitan. Y a partir de ahí canceló Nabucco en Viena, Il Trovatore en el Festival de Salzburgo y este Puccini en el Real. Hace pocos días hizo pública su intención de reducir el número de óperas en las que actuará, y por lo visto optará más por el formato recital hasta que definitivamente se retire.
El público del Real era consciente de esto. Por ello y por motivos de sobra lo arroparon y le brindaron una gran ovación de pie, como se debe hacer ante un artista de su trascendencia. Daba la impresión de que no le habría hecho falta esforzarse para ganarse al teatro pero aún así Plácido dio todo cuanto le queda, que no es poco. El hombre sabe que defiende mucho más que su nombre: una tradición y un gran arte expresivo. El señor Domingo es una leyenda viva.
Aún así considero que la ovación a Domingo no fue lo mejor de la noche sino la música del inmenso Giacomo Puccini. Este Gianni Schicchi, la única comedia del compositor toscano y la tercera de su Trittico, era una producción esperada (prestada de Los Angeles Opera) en la medida en que había ganas de ver cómo había resuelto el trabajo un tal Woody Allen. Sin estar entre lo más brillante de su producción reciente creo que es un montaje que no decepcionó. Resultó más bien efectivo, la mano de Allen no se interpuso en ningún momento contra la obra y su visión más bien aportó giros curiosos. Acercó la historia a una lectura más reciente, situándola en una Italia mafiosa de mediados de siglo XX.
No sabemos cómo lo hubiera hecho Plácido en el rol de Gianni Schicchi pero quizá a estas alturas le hubiese faltado agilidad de movimiento e incluso una actitud más tosca y canallesca, cualidades que pide el papel y que Lucio Gallo bordó.
Antes de comenzar la representación, una pantalla mostró unos créditos de inicio a la manera típica de las películas de Allen, el público lo celebró, fue un encantador guiño a sus seguidores. A partir de ahí todo fue ritmo escénico vivaz, situaciones caricaturescas y absurdas pero creíbles dentro del propio cosmos de la obra, algunas risas honestas y contagiosas de parte del público, y sobre todo y por encima de cualquier otro elemento: Puccini, ¡oh, gran maestro! ¡Luz espiritual en tiempos de gran locura mundana!
El momento más emocionante de la noche llegó, con perdón de Domingo, cuando Maite Alberola haciendo de Lauretta se lanzó con el “O mio babbino caro”, una de las arias de Puccini más conocidas. Se detuvo la acción y se detuvo la vida entera. Fue un momento sin tiempo y sublime que vino a confirmar una vez más que la enorme potencia emocional de la música de Puccini no ha sufrido desgaste alguno en cien años.
El conmovido teatro de pronto se vio riendo luego cuando enseguida volvió a accionarse la sucesión de disparates.
Si el capitalismo, el neoliberalismo, la ignorancia o el desmedido afán tecnológico de nuestra era no terminan de destruir los teatros, a las obras de Puccini se les presagia una larguísima proyección todavía.
Resumiendo: Goyescas se quedó corta, Domingo aportó el tono grandilocuente pero melancólico de coloso en hora crepuscular, y Puccini dignificó y elevó el cierre de temporada del teatro de ópera más importante de España.
Fotos: Javier del Real / Teatro Real.
Las imagenes fueron tomadas en el ensayo general, en el que Nicola Alaimo interpretó el rol de Gianni Schicchi.
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