En el 2008 Perico Sambeat ya había incursionado en el formato big band en su laureado disco Flamenco Big Band. El saxofonista valenciano vuelve a la carga para ofrecernos este nuevo disco, Voces (Nuba Records / Teknecultura Gestió / Karonte, 2015), uno más para su larga lista de publicaciones, que cuenta con la participación de más de veinte músicos, entre ellos habituales de su entorno o que ya han participado en otros discos con él como Marc Miralta (batería), Ernesto Aurignac (saxo alto), André Fernandes (guitarra), e invitadas de auténtico lujo como Sílvia Pérez Cruz. De hecho, puede que se trate de uno de los discos de Sambeat donde más presente está la voz, ¿de ahí el título del álbum?
Los ocho temas de Voces están compuestos y arreglados por Sambeat. Hablemos del contenido: “Viejo mundo” (por cierto, Camarón tiene un tema con el mismo título), posee una introducción o una especie de “falso inicio” que me recuerda a “Nereida”, la primera pista de Elàstic (ContraBaix/Karonte, 2012), uno de sus más logrados álbumes. Es un recurso que en lo personal me encanta.
“Jardín de luz”, con la participación de Viktorija Pilatovic (otra invitada a la altura del resto del reparto) te colma de belleza, es como un bálsamo para nuestras almas rotas, descosidas entre tantas decepciones y desamor. Un aroma a tema clásico, en forma bossa nova con una pizca de pop-soul, sin que nunca deje de ser jazz. Pilatovic enamora, es como si nos entregara un amor, y bien podría arrebatarle a Pérez Cruz el protagonismo por sus inspiradísimas participaciones en este disco. La cantante lituana también canta en “Rosa del vents”, uno de los dos temas en catalán del álbum.
El otro es “Matilda”, con voz de Sílvia Pérez Cruz. Increíble lo que hace la artista ampurdanesa aquí. Puro refinamiento de primer orden. Hay que escucharla, considerablemente inútil tratar de describirlo. La pieza la remata Perico con un estupendo solo. La otra pieza donde aparece Pérez Cruz es “La voz del viento”, abriendo el disco, más sosegada, íntima y frágil.
“La sombra de Ciro” es sofisticación pero también músculo y ritmo. Perico tiene el mar metido en el cuerpo. Y el sazón, la tierra y el sol, el amor y la nostalgia, la esperanza y la fe en el trabajo.
De escándalo las aportaciones del guitarrista portugués André Fernandes, quien ya mostrara sus enormes cualidades y su alucinante simbiosis con la música del valenciano en Elàstic. En “Tríptik” sus cuerdas viajan al futuro. En “Memoria de un sueño”, cerrando el disco, su aporte de pronto revoluciona este tema, una especie de trance entre posesivo y onírico, un oleaje.
Voces trasciende el formato big bang, estas ejecuciones son sencillamente buena música, plena, presente. Se nota que detrás está la mano de un maestro.
Las comparaciones a veces son odiosas, pero también para eso estamos aquí. Y es que, a pesar de todo, no puedo dejar de pensar en que si anteponemos este disco con otro de big band que hemos comentado hace no mucho aquí como el que hizo Jerry González con Miguel Blanco, A tribute to the Fort Apache Band (Youkali, 2014), Voces parece quedarse atrás, porque lo que hizo el dúo González/Blanco es brutal, explosivo, y este disco de Sambeat resulta, en general, más sosegado, más reflexivo quizá, si bien sus fines serán distintos, uno para el exceso, el otro para días más apegados a la quietud.
En el cuadernillo interior del disco, Ferran López, Carles Ponce, Josep Bergadà, otrora productores detrás de Produccions Contrabaix y ahora en Teknecultura, alaban sin reservas al maestro Sambeat pero también parecen temer peligrar la continuidad de su actividad editora. Da tristeza y rabia leer algo así.
Voces es un álbum muy bueno, disfrutable, que ofrece criterio, gusto y emociones. Es un disco para dejarse envolver por él. Genera un ambiente muy plácido, como si la vida fuera menos dura de lo que en realidad es. Dan ganas de hacer una vida al lado del mediterráneo.
Y de alguna manera, no sé por qué, siento que Voces es como una respuesta, una contraposición, de un gran espíritu creativo, musical y vital ante el panorama de un país, ¡un mundo!, tristemente en ruinas…
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