VIVA. Tiempo para la cosecha

Espontáneo colectivo nómada que lidera Víctor Herrero; rítmico y orgánico.

viva-tiempoparalacosecha-LVÚSi bien Viva se concibió como un espontáneo colectivo nómada (hasta ahora no se sabe si tendrá continuación), fue el toledano Víctor Herrero (guitarra portuguesa, eléctrica y voz), también autor de Estampida (Foehn, 2013), un poético y hermoso disco solista registrado únicamente con guitarra y voz, quien capitaneó este proyecto integrado por seis músicos más, quienes responden a los nombres de Gamal Seya, intérprete togolés que animó a Herrero a que se inscribiera en sus clases de percusión en Jerez de la Frontera (de hecho, fue ahí donde empezó a surgir la idea de este álbum); Israel Marco (guitarras, teclado, marimba y voz), mitad de los barceloneses Cuchillo; José Luis Herrero (bajo acústico y voz), hermano de Víctor; y los percusionistas José Luis Rico, Kike Pierrot y la napolitana Liliana de Cristofaro. Predominan los instrumentos de percusión debido a que el concepto de Tiempo para la cosecha (Foehn, 2012) consistió en sesiones en el estudio que partieran no tanto de una estructura melódica o armónica, sino más bien rítmica, dando carta blanca a la improvisación. El resultado son ocho temas, efectivamente, muy vivos y orgánicos.

El álbum se abre con “Canción para la cosecha”, donde los músicos parecieran invocar sobre la tierra arada el cultivo, el verdor y la vida que asimismo va brotando en nuestros oídos. Viva es vasto como el campo y sus composiciones emergen libres de los altavoces como las plantas, de forma natural, sin hacer daño a nadie y sin pedir permiso. Así también cohabita en el disco “Alga”, una que, a base de una evocadora guitarra con slide, nos mece en un vaivén acuático de manera plácida.

“Candela” es emocionante y potente. Sus coros, solares, horizontales y expansivos, contagian al oyente y uno se descubre cantando a pleno pulmón las únicas líneas de la melodía (“¿dónde estás, Candela?”) ahí donde sea que te halles, en la cocina, en la ducha, en el alfeizar de la ventana (una chica que iba andando por la calle me miró como si la hubiese llamado por su nombre y pudiera ser…). Si en general Tiempo para la cosecha goza de una esencia africana en mayor o menor medida, “La llamada: Aux armes!” es una de las que más se inclinan hacia el continente negro. Esta pieza es como un ritual pagano que termina en posesión extática. Es mística, primitiva y salvaje. Puedo ver el fuego central de la reunión alumbrando unos pies llenos de tierra. La repentina incursión del teclado es como una alucinación onírica. El coro final no hace más que subrayar esta sensación.

Quizá “#5” es una pieza que no tiene un nombre propiamente dicho debido a que se trata de una sesión exclusivamente de percusión. Nuestro corazón se sincroniza con ella. “Bachata Morune Laser” es la más loca, divertida, creativa, marciana, tropicalona y selvática del conjunto. Me gusta esa parte en la que por un momento la canción pareciera estar emborrachándose. Dan hasta ganas de hacer el mono: ¡todo un viaje exótico sin salir de casa!

El regusto caribeño y los histriónicos y estrafalarios coros de “Ou est ton cahier?” son del todo disfrutables, aunque en ella se intuye menos frescura y quizá una elaboración más pensada que el resto. Finalmente, “Ciao Amerricah!”, otro diálogo entre la guitarra y la percusión, no sé cómo entenderla, podría ser una primeriza prueba a modo de demo, un descarte, una rareza o un bonus track. Poco importa, lo cierto es que la calidad de grabación que presenta es tan inferior que, aunque resulta curiosa y posee unas características que más o menos y de manera parcial podrían definir todo el proyecto (espontaneidad, riqueza en lo imperfecto, austeridad, cercanía…), no logra satisfacer del todo.

Cuando se escucha Tiempo para la cosecha a un volumen considerable en casa, uno nota cómo la música va encontrando su propio espacio entre los muebles, en el aire, en los huecos vacíos. Se va acoplando como una enredadera. Vive, crece. Los colores ocres y la tipografía que envuelven el disco, a cargo de Craig Stewart, nos remiten al arte rupestre de los primeros seres humanos. Siembra este disco en tu interior, obtendrás una buena cosecha.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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