Por favor, sea breve. Antología de relatos hiperbreves. Edición de CLARA OBLIGADO

167 relatos de 104 autores hispanoamericanos. Para mirar con lupa.

Por-favor-sea-breve-Clara-obligado-LVÚ167 relatos de 104 autores hispanoamericanos es lo que propone la escritora argentina-española Clara Obligado (Buenos Aires, 1950, viviendo en Madrid desde 1976) en Por favor, sea breve (Páginas de Espuma, 2001; segunda edición, 2013), una compilación que va de textos de mayor a menor tamaño, del relato absurdo cuasi chiste “El Campeonato Mundial de Pajaritas” del venezolano Luis Britto García que cuenta con 32 líneas de extensión, a “Amenazas” del colombiano William Ospina con dos pequeñas líneas dialogadas.

Aunque no se incluye el relato como tal, la portada es un claro homenaje a Augusto Monterroso y su célebre microcuento “El dinosaurio”, autor guatemalteco que aparece a lo largo del libro en cuatro ocasiones, de las cuales cabría destacar “La fe y las montañas (una divertida ocurrencia que plantea lo que pasaría si la fe literal y físicamente moviese montañas) y “La oveja negra” (impactante brevedad que me hizo pensar en la intolerancia y brutalidad de los seres humanos hacia lo distinto).

Otros nombres esculpidos en piedra que están presentes en esta antología son el madrileño Ramón Gómez de la Serna con dos desternillantes apuntes de verdadera genialidad (“Sueño del violinista” y “Cuando nos ahogó una cortina”); el nicaragüense Rubén Darío con una bella historia contextualizada en un entorno bíblico que narra el nacimiento de la col; el infatigable Jorge Luis Borges con cuatro aportes donde “Un sueño” nos embulle en un bucle literario sin fin; el uruguayo Mario Benedetti con un ejercicio intelectual en torno a un alumno astuto y un maestro desganado (“Todo lo contrario”); el autor de Rayuela (1963), Julio Cortázar, con tres intervenciones, de las cuales me quedo particularmente con “Instrucciones para dar cuerda a un reloj” (una especie de batalla contra la muerte y el tiempo que no para); otro argentino, Adolfo Bioy Casares, con dos tristes y evocadores relatos que clavan una espinita en el pecho en torno a dos mujeres de existencias rotas (“La francesa” y “Una vida”); el mexicano Juan José Arreola con seis balas como “Armisticio” (sobre una separación como si fuera el final de una guerra), “Cuento de horror” (amores como fantasmas) y “Bíblica” (la suspirante descripción de una cita romántica que, se adivina, no podrá tener nunca lugar); Vicente Huidobro con “Tragedia” (sobre una mujer con dos nombres de pila, actuando de dos maneras muy diferentes según uno u otro); el defeño Salvador Elizondo con uno de sus más grandes hits, el alucinante y algo desquiciante “El Grafógrafo” (“Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo…”); entre varios más (Julio Torri, Mariano Silva y Acebes, Enrique Anderson Imbert, Marco Denevi, Juan Ramón Jiménez…).

Por supuesto, también encontramos escritores vivos y en activo, como la barcelonesa Cristina Fernández Cubas, quien en “El viaje” traza un recorrido más largo de lo que pudiéramos creer a primera impresión; Bárbara Jacobs, viuda de Monterroso, propone que los reos fallecidos hereden los años que aún les quedaron por cumplir en “Un justo acuerdo”; el ya consagrado Andrés Neuman, mitad argentino mitad español, reflexiona en “Felicidad” sobre la identidad y lo que deseamos; Neus Aguado, caso similar al anterior, de manera un tanto ácida y cruel escribe sobre la “Fama póstuma” de una pintora; entre otros (Raúl Brasca, Beatriz Pérez-Moreno, Ana María Shua, Wilfredo Machado, etc.).

No hay que dejarse engañar por las apariencias, a veces lo minúsculo requiere de esfuerzos creativos y comprensivos mayúsculos. El autor debe de tener buen pulso y tino, el lector de estos relatos mucha imaginación (en más de una ocasión es uno quien termina por dar forma y/o concluir las historias que sólo se advierten entrelíneas o por pinceladas muy sutiles). De precisión quirúrgica, de ingenio bufonesco, de efectos ópticos, de visiones y ángulos inusuales, de crítica, ironía y paradoja, de historia, ficción y leyenda, de realidades bizarras y torcidas, de originales giros, de inesperados finales, de travesuras y pesadas sentencias, de juegos de palabras y laberintos de letras… en estos pequeños textos hay cabida para todo.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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