En alguna ocasión una amiga me dijo que mientras la primavera y el verano son las estaciones en las que se consolidan las relaciones, el invierno es la estación que las destruye. Con el paso de los años, y conforme los inviernos se vuelven más fríos, no me queda más que aceptarlo. El invierno llega con el frío, con el silencio y con cielos despejados. Marca el final de la vida, el final de muchos ciclos. Sin embargo, para muchos es también tiempo de reencontrarse con sus familias, consigo mismos. Es tiempo de reclusión y reflexión. Y es verdad que el clima propicia la reflexión, sobre todo si se está frente a una chimenea y una botella de vino tinto.
Sin importar, querido lector, si usted es de los que se sienten como la cucaracha más insignificante cuando llega el invierno o es uno de esos duendecillos que no caben en sí de alegría y le parece que al mundo le faltan campanas tintineantes, esta selección tendrá algo para usted.
Dos brevísimas novelas (ninguna pasa de las 120 páginas). El primer libro habla sobre un escritor que decide dejar de escribir. La segunda novela es uno de los libros que Jasper Gwyn escribió. Sin embargo, Mr Gwyn es apenas un pretexto para Tres veces al amanecer. Puede ser leído de manera independiente, o puede el lector tratar de descifrar el enigma que Baricco esconde en la novela. Y aunque en el primer libro reflexiona sobre la idea de dejar la escritura, deja bien claro que su tintero no se ha secado y –esperemos– que queda Baricco para rato. De cualquier manera, es innegable la calidad de ambos volúmenes, que como casi todos sus libros dejan un excelente sabor de boca y un deseo de que los relatos se extendieran más y más, aún a sabiendas de que en ellos no falta ni una coma.
Esta es la segunda entrega de las desventuras de Edgar El Zurdo Mendieta, personaje creado por el sinaloense Élmer Mendoza. Igual que en Balas de plata, en esta ocasión las pesquisas del policía ministerial se ven limitadas por la omnipresencia del crimen organizado, aunque en esta ocasión el autor habla sobre tráfico de armas, prostitución y, sobre todo, amor y desamor, desolación y depresión. El Zurdo, desde mi punto de vista, es uno de esos personajes tan humanos que a veces uno se olvida que no existe. Y aunque en algunos momentos las referencias literarias que maneja Mendoza pueden resultar un poco inverosímiles en el contexto en que se desarrollan sus obras, utiliza el argot culichi con tal maestría que se le perdonan y, es más, se disfrutan.
Gracias a Twitter, Etgar Keret fue mi gran descubrimiento literario de este año. Extrañando a Kissinger es un volumen que reúne 49 cuentos, casi todos cortísimos, en una época en que la mayoría de los autores se inclinan por la novela porque “es lo que vende” –o al menos eso dicen algunos críticos. En momentos recuerda a Borges, que vuelve siempre sobre sí mismo, y en otros a Horacio Quiroga, lleno de humor negro y animales que hablan. Con cuentos que a veces parecen balazos, el escritor israelí nos ofrece una visión del mundo que, desde esta mitad, parece extraña y fantástica, y tal vez sea eso mismo lo que lo convierte en un autor tan interesante.
Como cuentista, y esto hay que aceptarlo, Roberto Bolaño no es la gran cosa. Sin embargo, a este libro lo rescatan dos conferencias: “Literatura + enfermedad = enfermedad” y “La llamada de Cthulhu”. El volumen se compone de cinco cuentos y los textos arriba mencionados. Y aunque los cuentos no son malos, lo que se dice malos, tampoco son obras maestras como los de Borges o Keret. No obstante, los ensayos –más bien dirigidos a otros escritores, sobre todo el segundo– ponen de manifiesto la ironía y el sarcasmo que aparecen en sus novelas. Y para muestra, un botón, tomado de “Literatura + enfermedad”:
“Follar es lo único que desean los que van a morir. Follar es lo único que desean los que están en las cárceles y en los hospitales. Los impotentes lo único que desean es follar. Los castrados lo único que desean es follar. Los heridos graves, los suicidas, los seguidores irredentos de Heidegger. Incluso Wittgenstein, que es el más grande filósofo del siglo XX, lo único que deseaba era follar. Hasta los muertos, leí en alguna parte, lo único que desean es follar. Es triste tener que admitirlo, pero es así”.
Y para no dejar de lado mi vena de periodista, cierro la lista con el mítico libro del mítico Hunter S. Thompson, adaptado después para la famosa película protagonizada por Johnny Depp y Benicio del Toro. En Miedo y asco en Las Vegas, el creador del periodismo Gonzo –en el que el periodista no sólo relata los hechos sino que participa en ellos– hace una crónica, primero, de una carrera de motos en el desierto de Las Vegas y, después, de un encuentro de fiscales anti-drogas. Cualquiera familiarizado con la historia personal de Thompson se ríe a mandíbula batiente, pues el escritor era un adicto de primera categoría a todas las drogas que uno pueda imaginarse. Y desde esa perspectiva distorsionada y monstruosa deja que sus “temas principales” se resbalen a segundo plano y realiza un análisis pesimista y hermoso del Sueño Americano. Una joya que nadie, sin importar si se dedican al periodismo o no, debe dejar pasar.
Artículo cortesía de Círculo de Café.
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