NICOLAS WINDING REFN. Drive

Empalagoso y babeado caramelo ensangrentado.

Drive-Movie-PosterSi observáramos el cartel de Drive (2011) podríamos sacar varias conclusiones sobre el contenido del film antes incluso de verlo: en él vemos a un pasivo y pulcro joven-adulto (Ryan Gosling) detrás de un volante, dirigiendo una atenta y cauta mirada hacia su derecha en la que se resalta sutilmente un contenido gesto nervioso, ceño como el de quien espera a alguien o a que algo ocurra, internamente ansioso. Le envuelve una tenue oscuridad (la que se cierne, de hecho, sobre la mayor parte del largometraje) que se ve atravesada por un rayo de luz (una metáfora de la esperanza, desde luego) que llega a rozar la mejilla del conductor, una pista que nos indica que el protagonista de la película se encuentra en una situación sombría de su vida pero que de pronto, sin aviso, se ve tocado ligeramente por un destello que le puede llevar hacia la luminosidad, es decir, hacia la felicidad. Pero ya desde aquí se nos avisa en el tagline que se encuentra en la parte superior del cartel que “There are no clean getaways, (“No hay huídas limpias). Debajo, el título del film se presenta en tipografía cursiva (como subrayando un gusto por lo clásico) y en un color rosado pop (como sugiriendo un sabor azucarado de repostería). Eso es Drive.

El danés Nicolas Winding Refn realiza una película más sentimental que violenta con tintes a lo hardboiled pero sin policías ni detectives, con un ritmo irregular entre la acción y el drama ligero en el que participan personajes lineales, monocromos, de escaso desarrollo interior, lacónicos, que exhiben no tanto una virtud concreta del director (como tanto se ha querido celebrar) sino más bien una carencia de ideas, que intenta adornar con recursos influenciados del cine de serie B (los planos como de cómic, el atrezo, su atmósfera noir, etc.), pero que constantemente se diluye en lo que, creo, es la verdadera esencia del film: una estética y un corte indie, presuntamente cool, que se emparenta a Quentin Tarantino, David Lynch y a David Cronenberg; y la cruda y explosiva exposición de un inusual relato claroscuro que recuerda también a algunas películas de William Friedkin, Peter Yates o Martin Scorsese.

El guión falla a ratos pero la música acierta siempre (exquisito electro-pop a cargo de Cliff Martinez) y los efectos sonoros son un deleite al oído (esos bajos que anuncian secuencias tensas que hacen vibrar el bajo vientre). Por momentos la película se convierte en cursis y empachosos videoclips musicales pop dignos de la MTV más remilgada que no aportan gran cosa al desarrollo de la historia y que sólo harán revolotear a las mariposas que se encuentren en los estómagos de los espectadores más melosos.

A Nicolas Winding Refn, en Drive, le faltó delinear más el fondo que la forma, agudizar el ingenio quizá, porque visto de manera fría, su contenido no es más que un empalagoso y babeado caramelo ensangrentado, y ni el sugestivo escorpión bordado en la chupa del protagonista, ni la escalofriante máscara que usa para que no se le identifique, ni los disparos ni las persecuciones, ni todos los muertos que hay (muere hasta el apuntador, como algún chistoso diría), ni los pocos giros de la historia, ni siquiera los atributos de la seductora pelirroja Christina Hendricks, la consiguen levantar


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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