PAUL THOMAS ANDERSON. The Master

Probablemente se trate del culmen interpretativo tanto de Joaquin Phoenix como de Philip Seymour Hoffman.

the-master-cartel-film-critica-2012-Paul-Thomas-Anderson-LVÚEn el cine de Paul Thomas Anderson, o al menos en sus películas más ambiciosas y personales, se puede leer e intuir un conflicto paterno-filial que marca el transcurso de la narración no tanto como eje principal pero sí como un elemento secundario significativo e importante. En Magnolia (1999) un padre moribundo se reencuentra con su hijo después de muchos años de enemistad; en There will be blood (2007) un minero en busca de fortuna decide adoptar, bajo sospechosos intereses morales, al hijo de un compañero muerto, y a raíz de una traición se van distanciando al punto de que rompen definitivamente la relación. En The Master (2012), última gran hazaña del director californiano, también vemos representada una relación entre dos hombres que, aunque no son padre e hijo como tal, personifican roles semejantes: un maestro y un aprendiz; un protector y un protegido; un domador y un salvaje; un amo y un servidor; pero sobre todo la máxima lectura de esta interacción es que, de hecho, se trata de un pontífice y un neófito. A diferencia de las dos primeras películas citadas, esta relación está conferida de una cualidad platónica, que a su vez se construye en varios niveles: como camaradas que se aprecian, llegando a sentir sincero amor (y odio) el uno por el otro; y, por supuesto, como padre e hijo.

Lancaster Dodd (encarnado por Philip Seymour Hoffman, ¿el actor vivo más talentoso del mundo?), un líder espiritual inspirado en la figura de Ron L. Hubbard (escritor de ciencia ficción y fundador en 1953 de una “filosofía religiosa aplicada” conocida como Cienciología), conoce de manera fortuita a Freddie Quell (Joaquin Phoenix, en la mejor interpretación de su vida hasta ahora), un marine de rostro deformado que vuelve psicológicamente trastornado de la Segunda Guerra Mundial. Dodd atrae a Quell a La Causa, una organización religiosa que basa sus doctrinas y creencias en la dianética, es decir, en el poder de la mente. Desesperado y confundido como estaba, Quell se entrega a La Causa con una fidelidad perruna y es sometido a una terapia mentalmente demoledora y un tanto purificadora. No obstante, y a pesar de que Dodd y sus creyentes reniegan que el hombre sea un animal o que haya pertenecido alguna vez al reino animal, Freddie Quell no logra domesticar su lado más violento, impulsivo, carnal e irracional, propio de los animales más salvajes, contradiciendo así cualquier idea fundamentalista. Thomas Anderson expone de esta manera esa confrontación que ha acompañado a la Humanidad desde que tiene uso de razón: la intelectualidad y la animalidad, una dualidad que, de hecho, todas las religiones han querido separar en un vano intento por demostrar que el ser humano proviene de un origen divino y no evolutivo.

Con un reparto excepcional, una banda sonora inquietante (es un privilegio poder volver a experimentar la unión entre Jonny Greenwood y Anderson), una fotografía espectacular y unos pulcros recursos técnicos, The Master es una película compleja y difícil, que le sugiere al espectador toda una avalancha de ideas exhibidas tan sólo de manera sutil, oblicua, huidiza y sinuosa. Anderson nunca subraya, sino que ejercita aquí una formidable capacidad de elipsis poética. Es una obra que quizá no se pueda comprender en su totalidad ya que uno se pregunta extrañado qué es exactamente lo que nos quiso decir el director, pero con el paso de los días va ganando fuerza en nuestro interior al grado de que podemos descifrar significados de nuestra vida real y de lo que nos rodea con aquello que de manera abstracta nos explicó Anderson. The Master es gran cine de la misma manera que Borges es gran literatura, pero creo que definitivamente no se trata de una obra maestra (o al menos no es la obra maestra de Paul Thomas Anderson) porque la posición del director con respecto a su relato y las intenciones y motivaciones de sus personajes son gestos considerablemente ambiguos (aún más indescifrables y complejos que su propia narración y simblogía). Pero no me malinterpreten: la película es poderosa y deja un eco abstruso en el alma.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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