MANU FERRÓN. Unanimiedad

Dos piezas que presentan formalmente en sociedad a un compositor sensible y observador.

MANU FERRÓN. “Unanimiedad”En una cómoda (como la que Daniel d’Ors Vilardebó ilustró en este trabajo) guardamos muchos objetos. Con el paso de los años, muchos de esos objetos se convierten en recuerdos, postales de nuestra vida, rastros de quienes hemos sido, emblemas de nuestro recorrido.

Así parece entregarnos Manu Ferrón dos canciones originales, al margen de cualquier otra colaboración, en este siete pulgadas de edición limitada que edita con Acuarela. Miguel Martín (guitarra y bajo), Raúl Bernal (teclados) y Gonzálo Jiménez (batería) secundan al novel e introvertido autor granadino (guitarra acústica, eléctrica y voz) en su primera incursión como solista, Unanimiedad (2012). Un trabajo breve, intimista, poético, críptico, tímido y auténticamente sincero. “A trabajar” es una canción que podría fácilmente definir el estilo que Manu ha ido desarrollando en algunas piezas de Grupo de Expertos Solynieve donde comparte timón con Jota (de Los Planetas): temáticas y melodías gráciles, fluidas, melancólicas, sencillas sin ser vulgares, que de alguna manera hablan por toda una generación pero que a la vez son atemporales, pasivamente rabiosas y reivindicativamente sureñas. Puedo reconocer este mismo espíritu en temas como “Perros muertos”, “De baja” o en “El evangelio (según Pablo)” de El eje de la Tierra (El Ejército Rojo, 2012), segundo larga duración de los Solynieve. Un precioso ejercicio de contenido pop luminoso. “El mueble” es un tema más ensimismado que el anterior. Básicamente, Ferrón se reprocha a sí mismo sus dubitaciones (Qué cabecica la mía, tan temeraria de noche, tan temerosa de día), lo que hace pensar que quizá suela ser muy duro consigo mismo. Esta cara B finaliza con unas campanas de iglesia que plantean una incógnita.

Dos piezas que presentan formalmente en sociedad a un compositor sensible y observador que, aunque todavía no ha producido mucho, ya ha cosechado en la memoria de varios de nosotros un puñado de canciones de lo más entrañables, de esas que dejan un pozo duradero en nuestro interior.

Entiendo y celebro la gracia e ironía del título, pero estas dos encantadoras melodías no me pareces nimias en lo absoluto: apenas cinco minutos en total pero un auténtico mundo por sentir. Me gustaría escuchar más de Manu Ferrón.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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