FLÁVIA MUNIZ. Descalços sobre a terra

Un disco que hará salir el sol incluso en el más crudo de los inviernos europeos.

Flavia-muniz-descalsos-sobre-a-terra-LVÚEl sello madrileño Elefant Records, conocido sobre todo por publicar pop de lo más juvenil (a veces incluso infantil) en su más delicada, ensoñadora y desenfadada acepción, de repente edita música que se sale un tanto de esa norma. Ahí están los ejemplos, por mencionar algunos, de los dos discos del vasco Ibon Errazkin, álbumes estructural y compositivamente muy complejos, tan disfrutables como incomprensibles e inclasificables; o los dos discos del británico Nick Garrie, tan alejados en el tiempo uno del otro, en donde entrega piezas de una exquisitez mayúscula e inaudita. Descalços sobre a terra de la brasileña Flávia Muniz entraría en esta lista de excepciones dado su carácter folclorista. Algo de pop hay también, sí, y esto se debe en gran parte a que los orígenes musicales de Muniz (nacida en 1976) vienen de haber publicado tres discos con el grupo indie Luisa Mandou Um Beijo, quienes han recibido buena acogida de público y crítica incluso más allá de las fronteras brasileñas. Sin embargo, el pop no es ni el sonido ni el estilo predominante y además creo que la producción que aquí nos ocupa es más interesante que lo que ha hecho anteriormente esta chica de ojos azules.

En Descalços sobre a terra, Flávia Muniz se alió con O Olho Mágico, un quinteto integrado por Bruno Reis (guitarra brasileña), Felipe Rodrigues (guitarra), Rodrigo Sebastian (contrabajo), Rômulo Frazão (flauta) y Thiago Kobe (batería). Todos los temas son de su sola autoría, a excepción de dos: “Rebujo de igarapé”, una melodía que fluye como un río (firmada por Aline Castro) y la mueve-caderas “Mae d’água” (compuesta junto con Attilia Santos Muniz). Los coloridos arreglos hacen que las ya de por sí cálidas melodías adquieran una serie de enriquecedores matices tanto tímbricos como armónicos, que acarician con dulzura el espíritu a ritmo de bossa nova o samba. Un disco fresco, alegre, caluroso, multicromático, fuertemente influido en todos los niveles por los grandes clásicos brasileños: Gal Costa, Evinha, Elis Regina, Chico Buarque, Vinicius de Moraes, Toquinho, Marisa Monte, Nara Leao, Caetano Veloso y, por supuesto, Gilberto Gil, entre otros. En definitiva, una música muy carioca.

“Brasil onde a gente mora”, tema que abre el disco, es una especie de declaración de amor hacia su propio país. “Catavento” (“Molinete”, en castellano) es una impresionante construcción alambicada entre las palabras y los instrumentos. La cadencia de “Paralelamente ao mar” se siente, precisamente, como las olas de un mar tranquilo que serena. En “Cocorocô” Flávia juega con la onomatopeya del gallo. “Curumim” es uno de los temas más dulces y tiernos del conjunto, especialmente por esa línea que dice “Vem menino vem cantar essa cantiga” (“Ven, ni niño, ven, a cantar esta canción”). En la más experimental, “Comment tu t’apelles?”, escuchamos tres idiomas: portugués, francés e inglés. En “Descalços sobre a terra”, Flávia incorpora sonidos del Brasil precolombino, tirando de la raíz más profunda. “Tamuia” gusta por la dinámica de la flauta y las percusiones. En “Tô viva na Terra!” nuestros oídos logran distinguir rasgos típicos del reggae. “Festa em Aruanda” pasa fugazmente no sólo porque sea una de las más cortas, sino porque la melodía te lleva galopando con buen ritmo. En “Raízes brasileiras” la autora vuelve a mostrar su brasileñidad de una manera amorosa y sincera. Flávia Muniz cierra el álbum con “Tengo suerte”, un tema en español donde nos manifiesta su alegría por vivir. Un disco que hará salir el sol incluso en el más crudo de los inviernos europeos.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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