FRANCO BATTIATO. Musikanten

Extraño film en el que, increíblemente, Jodorowsky en el papel de Beethoven es el único personaje verosímil de toda la película.

musikanten-Franco-Battiato-LVúDe todas las representaciones que se han hecho de Beethoven (entre las que se encuentran la de Gary Oldman en Inmortal Beloved y la de Ed Harris en Copying Beethoven, ninguna de éstas del todo o nada convincentes), jamás nos hubiésemos imaginado que algún día veríamos una protagonizada por Alejandro Jodorowsky (Chile, 1929), artista multifacético y chamán de la psicomagia globalmente conocido, sobre todo, por sus arriesgadas películas que moldean fascinantes y perturbadores mundos bizarros y surrealistas, donde recurre a una mitología y simbología personal tan profunda, imaginativa y basta que, con apenas seis filmes (el séptimo está en proceso de post-producción y se llamará La danza de la realidad, basado en el libro del mismo nombre que trata sobre una autobiografía imaginaria y psicoanalítica del autor) ha marcado profundamente a tantísima gente, e influenciado a varias generaciones de creadores. Pero menos aún pensaríamos que Jodorowsky sería dirigido por ¡Franco Battiato! (Italia, 1945), emblemático músico de pop, compositor de óperas, pintor, escritor, asesor de Cultura y Turismo para el gobierno de Sicilia y, desde hace pocos años, cineasta.

La película ha sido escrita por el propio Battiato junto con su compañero recurrente de trabajo, el filósofo de orientación nihilista Manlio Sgalambro (que participa también como narrador en el filme), doctrina de pensamiento opuesta a la de Battiato, quien se considera a sí mismo un místico, creyente del budismo, el sufismo y otros tipos de prácticas espirituales.

Musikanten (que significa “Los músicos”) se estrenó en Italia en el año 2005 en la Muestra de Venecia pero la presentación en España no fue hasta este pasado 13 de marzo del 2013 en la Cineteca de Madrid, donde acudió el propio autor, como preámbulo a la gira que dará por tierras hispanas durante este mes. Es su segunda película; la primera es del 2003, Perduto amor; la tercera del 2007, Niente è come sembra; la cuarta aún sin fecha de estreno, Händel; más un par de documentales cortos.

Ya desde la presentación en la Cineteca, se auguraba que aquello que íbamos a presenciar no tendría ni pies ni cabeza ni una sucesión lógica. El monólogo previo de Battiato, así como las respuestas que dio en la tanda de preguntas, más que aclarar confundieron, sobre todo porque el italiano vive en otra dimensión y, como bien describe Diego A. Manrique en una reciente entrevista, “a Battiato se le puede preguntar todo, pero tiende a responder con anécdotas” y no con respuestas concretas. Después de todo, ¿qué otra cosa se puede esperar de un artista tan excéntrico como él?

Su película y sus intenciones artísticas son igual de imprecisas e irregulares. Battiato dice que busca un lenguaje nuevo, sin preocuparse por encontrar una comunicación con el público. Se nota, porque Musikanten no se entiende, se queda en un mero ejercicio intelectual, metafísico y espiritual. La trama es un pretexto para que sus vacuos e inhumanos personajes citen y elucubren de manera más o menos espontánea y sin que venga mucho a cuento complejas y elevadas sentencias sobre Dios, el universo, el arte, la creación y el ser humano. Obviamente, resulta una obra que no se puede etiquetar del todo: hay drama, ¿comedia?, experimentación, falso-documental y mucho absurdo.

La historia se divide en tres partes. La primera se enfoca en Marta (una atrayente Sonia Bergamasco que hace lo mejor que puede) y Nicola (Fabrizio Gifuni que ni fu ni fa), dos guionistas de la televisión italiana que pretenden realizar un ambicioso programa de entrevistas a personajes alejados de la sociedad. De esta manera se acercan, entre otros, a un peculiar astrónomo y músico que vive en un castillo, dedicado a estudiar la influencia del sonido en el espíritu. También a un grupo de estudiosos de la ciencia físico-matemática. Estos personajes poco aportan porque Battiato apenas los perfila, como si en el fondo no le interesara lo que esos individuos tienen que contarnos. Entre esta curiosa fauna encuentran a uno que se niega a ser entrevistado, pero que a cambio ofrece una sesión de hipnosis regresiva. Marta acepta, animada a descubrir el origen de una recurrente y extraña sensación producida por la música de Beethoven a lo largo de su vida.

Así entramos en la segunda y principal parte del film, centrado en la escenificación de la regresión en el tiempo donde Marta vislumbra que fue un príncipe del siglo XIX que recibió lecciones de piano impartidas por Beethoven. Aunque parezca increíble, Jodorowsky en el papel del compositor alemán es el único personaje verosímil de toda la película. El único que parece ser humano y sentir verdaderos sentimientos. Aquí, de manera incomprensible, el personaje de Marta/príncipe pasa a un segundo plano, ¿entonces qué sentido tiene toda la primera parte de la película?, ahora ninguno. Una extrañeza tras otra: a Jodorowsky le doblan la voz, su personaje, ¡el compositor alemán más grande de todos los tiempos, ni más ni menos!, habla en un fluido italiano. Musikanten sitúa a Beethoven enfrentándose a sus últimos años de vida, su sordera y la composición de la novena sinfonía, probablemente su faceta vital más fascinante, pero todo esto ocurre de manera más o menos intransigente. Battiato no es que no pretenda subrayar ni ser obvio, sino que directamente a veces parece no querer involucrarse en su relato. Y cuando sí se involucra peca de sobreprotector hacia con la figura de Beethoven porque seguramente se vea reflejado en él, ¡grosso error!, de este modo la película pierde toda credibilidad por su tendencia claramente subjetiva.

Al morir Beethoven regresamos a la historia de Marta. Esta es la tercera parte de la película, que descoloca aún más: los protagonistas reunidos en torno al televisor de un bar, se enteran por medio del telediario que en Italia ha habido un golpe de estado. Acto seguido, un representante del Partido Democrático Mundial anuncia que han asumido el poder espiritual y político del país, bajo los principios de la autoridad y la verdad, con el objetivo de hacer el Hombre Nuevo.

De esta manera inaudita termina Musikanten después de una hora y media de celuloide (menos mal que no es larga). A esas alturas una cuarta parte de la sala se había ido. Lo entiendo, pero ¿qué creían encontrar?

La película está mal filmada, mal montada, mal escrita y mal dirigida. Se percibe que está hecha por alguien que no tiene ni idea de lo que está haciendo pero que lo hace de igual manera. Su narrativa es deficiente y en ocasiones inexistente. Por otro lado, su cualidad netamente cinematográfica (es decir, el acto mismo de la contemplación, buscando un fin estético o no) es torpe y los tiempos están pobremente manejados, ¡inaudito en un músico! Aclaro: yo mismo, como espectador, me inclino por las películas más contemplativas que por las narrativas, pero esta no es ni lo uno ni lo otro. A veces produce risa de manera involuntaria, por eso no se puede tomar en serio absolutamente nada de lo que ocurre. Aciertos hay (la música es lo mejor, claro ¡es Beethoven!), pero son pocos, insuficientes para justificar la presuntuosa pedantería del director….

Pero no me miren mal, sinceramente creo que Franco Battiato es uno de los músicos más brillantes de hace no sé cuánto tiempo (por eso he ido a ver su película), pero como cineasta (al menos su desempeño en Musikanten, confieso que desconozco sus otros trabajos) es mediocre, forzado, pseudo intelectual, incapaz de enlazar ideas lúcidas entre una escena y otra, ególatra, inepto y vacío. Mejor escuchen su música, eso es otra cosa.

Uno de los (pocos) momentos dignos de Musikanten:


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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