19/julio/2013. Jardines de Sabatini. Madrid
Con qué dificultad se han estado vendiendo las entradas de lo que llevamos de Veranos de la Villa en Madrid (entre otras cosas, ¡es que están muy caras!). Sin embargo, hay figuras que salvan la taquilla: José Mercé arrasó en los Jardines de Sabatini. Tanto es así que, antes de entrar al recinto, se me acercó un hombre y me preguntó si me sobraba alguna entrada. Ignoro si consiguió acceder o no al final. Otros tantos, resignados ante la negativa que recibían como respuesta, se fueron agolpando en una las rejas laterales, a un lado del Palacio Real, muy alejados del escenario (a esa distancia y en ese ángulo es difícil reconocer a los músicos), pero desde donde, al menos, se pueden captar las vibraciones sónicas que se proyectan a la redonda, no habiendo tantos muros ni paredes que frenen el paso de la música en esa zona de la ciudad.
José Mercé, a estas alturas, tiene el partido ya ganado antes de jugarlo siquiera. Como quien dice: gana con la camiseta. Su público es fiel y desde un inicio le demuestran cariño, respeto, admiración y devoción. No creo que haya placer más grande para un artista que el de actuar para una audiencia que de antemano le quiere. Mercé reclutó para la ocasión cuatro instrumentistas (dos guitarras, bajo y percusión) y cuatro jaleadores, aunque en el público encontrábamos algunas decenas más de éstos.
Ejecutando un flamenco entre clásico y de cuasi radiofórmula, el cantaor, de voz árida, sobria, ronca, profunda, que recuerda asombrosamente a la de Camarón, alternó varios temas de su último disco, Mi única llave (2012), con otras piezas más constantes de su repertorio: “Llave del amor” (pegadiza melodía y por ello evidente single), “Bulería del Morao” (un homenaje a Moraíto Chico, guitarrista fallecido en el 2011 que acompañó a José Mercé durante añales, padre de Diego del Morao, quien ocupa ahora su lugar), “Tangos de ida y vuelta” (otra que huele a sencillo y que en directo gana potencia debido en buena medida a ese bajo tan badass), el tema titular del mentado álbum (unos fandangos de Huelva), “Al alba” (celebradísima y coreada), entre otras.
El gaditano se acordó de su tierra con unas alegrías que nos transportaron a Cai; se retiró un momento para que se lucieran sus músicos; bailó al frente del escenario a la par que cantó sin micrófono unos ingeniosos versos que hacían reír al respetable (me acuerdo de uno: “Tienes el corazón apagado… o fuera de cobertura”); lidió un toro invisible; y, como ya ha dicho en una entrevista, tuvo que volver al reclamo de los aplausos para interpretar “Aire”, porque si no lo hacía no se hubiera podido ir de Madrid.
La vibración que se sentía bajo nuestros pies producido por el incesante taconeo del público sólo puede significar una cosa: José Mercé posee la llave, no sé si del amor (eso sólo lo sabe su consciencia), pero sí la del éxito.
Artículo publicado originalmente en Fac magazine.
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