SAIOA. Natura

Rugosidad sentimental; dolorosa sobriedad; visceralidad umbría; palpitaciones ásperas; amor punzante…

Saioa NaturaPrimero fue un árbol, impreso a partir de un sello de caucho, el que adornaba la portada del EP de seis temas Particular Land (Moonpalace Records, 2007). Inmediatamente después vino un larga duración, Matrioska Heart (Moonpalace Records, 2008), CD que venía resguardado dentro de una muñeca rusa troquelada, mostrando en conjunto todo un precioso trabajo artesanal de los que no abundan. Estos dos primerizos trabajos fueron el pistoletazo de salida para la guipuzcoana Saioa Garin, que mostraba ya un talento compositivo e interpretativo a considerar pero aún no del todo definido: cantaba más temas en inglés que en euskera, sus canciones de folk-rock íntimo y visceral se reducían a pocos elementos (principalmente voz y guitarra) y sus influencias a veces decían más de ella que su propio interior. Vamos, lo típico: cuesta tiempo y esfuerzo encontrase a uno mismo.

Cinco años después Saioa nos entrega nuevo material, Natura (Moonpalace, 2013), en el que se percibe un rotundo progreso. La autora abandona el inglés (¡aleluya!) y se centra en su idioma madre, por lo que su rango expresivo se profundiza. No me extrañaría que Saioa Garin hubiese realizado su viaje introspectivo más arriesgado durante el proceso de composición y grabación de este disco que en cualquier otra etapa de su vida. Proyecta sus sentimientos a través de metáforas que acuden a diversos fenómenos naturales: aquí hay oscuras cuevas y rocas erosionadas, volcanes en ebullición, tormentas que desorientan, terremotos que sacuden emociones, maremotos, cascadas, olas y tsunamis que anegan nuestros apesadumbrados corazones.

No sólo su lírica, también la sonoridad se expande; en esta ocasión cuenta con una banda al completo: Joseba Irazoki (esencialmente guitarras, miembro de On Benito, Do y Atom Rhumba), Felix Buff (batería de Willis Drummond), Jaime Nieto (bajo en We Are Standard y otros), Txus Aranburu (teclista que ha tocado en varios grupos, como los folclóricos Tapia eta Leturia), Igor Telletxea (fundamentalmente baterista pero aquí toca el trombón) y Mikel Xedh (artista y activista del arte sonoro), quienes junto a la propia Saioa ejecutan más de quince instrumentos diferentes; además de contar con el apoyo técnico de Iñigo Irazoki y Jonan Ordorika.

El álbum arranca con “Desoreka”, que, a pesar de llamarse “Desequilibrio”, es una de las más fuertes y crudas del conjunto. Recuerda a los Nirvana de In Utero (1993), una influencia que abiertamente ha manifestado Saioa en distintas entrevistas. En “Higadura” triunfa con líneas como esta: Itsasoak kolpatzen duen. Harkaitz zulodun hori naiz. Zuloak, arimaren leihoak. Barruko malkoak bistaraziz (Soy esa roca agujereada. Por el mar que me azota. Los agujeros son las ventanas de mi alma. Y dejan ver las lágrimas de mi interior). “Espedizio itsua” es una pieza desarropada que se acerca al sonido de la anterior Saioa. ¡Si le pusiéramos cuerdas podría ser Sigur Rós! “Ekaitza” va de menos a más, exhibiendo un trabajo de producción sutil y apropiado. “Dar dar, bor bor” nos recuerda aquella manida frase que dice que después de la tormenta viene la calma… aunque con Saioa esta sentencia se aplica sólo a medias porque su música nunca encuentra la verdadera paz, siempre hay en ella puntos de tristeza, confusión y extravío. En “Itsasikara” disfrutamos de un expresivo trabajo interpretativo y vocal, donde constatamos ese andrógino tono y timbre de Saioa, una de sus marcas distintivas. “Unean uneko” y “Zu” son las más luminosas del set. La primera es una afirmación de que también experimenta alegres y cálidos momentos que le dejan huella, sin necesidad de alimentarse todo el rato de la depresión; la segunda, aunque sin dejar de ser melancólica, trabaja con tonos pasteles que serán la delicia de los más romanticones de la casa. “Bihotz alpinista” practica una suerte de música fronteriza, dramatizando y tensando un duelo entre dos elementos aquí opuestos, el amor y la pasión por la música. “Sumendia” es menos dramática que la anterior pero ejercita igualmente dosis de contenido sufrimiento. Y finalmente “Natura”, el tema que da nombre y espíritu al disco porque lírica, sonora y conceptualmente es la melodía que mejor podría precisar las intenciones de este trabajo. Una canción lenta, oscura, herida, que encuentra ligeros puntos de fuga, pero que esencialmente es una exploración por los abismos de la introspección.

Como ya he sugerido, los diseños de los álbumes del sello Moonpalace también son un elemento clave del todo. El corazón de papel de lija que ornamenta la portada de Natura define a la perfección esta música: rugosidad sentimental; dolorosa sobriedad; visceralidad umbría; palpitaciones ásperas; amor punzante…

Un disco redondo y valiente; una carrera totalmente en ascenso.


Artículo publicado originalmente en Fac magazine.


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